lunes, 13 de septiembre de 2021

VILLA Y VILLITA


En los años de la infancia, la lectura pudo haber estado predeterminada por causalidades del contexto, obviamente antecedida por tal sentimiento de realización al haber aprendido a leer y escribir. En este espacio, alejado de influencias tecnológicas de aquellos tiempos como la televisión y la inexistencia de otros dispositivos de mayor tecnología como lo de hoy en día, se abría un panorama totalmente aventurado dentro de los materiales de lectura accesibles. Entre estos, es menester recordar a la revista argentina y centenaria “Billiken”, y cómo no “Billy”, que como se suele decir extendían todo un panorama de aventuras y mundos en complicidad con la imaginación y mucho contenido. Por su parte, en espacios más propios se ubicaba “Goyi”, el periódico destinado a niñas, niños y adolescentes que tuvo vigencia hasta hace poco tiempo y que nos permitía conocer varios aspectos del país y del calendario festivo anual. Entre medio de estas dos líneas de lectura, se presentaban otros libros y textos llamativos y atractivos para la curiosidad infantil, como ser el libro del “Tesoro Juvenil de Selecciones”, un especial de las mentadas revistas Selecciones de Reader's Digest que hasta ahora se encuentra a buen recaudo entre los libros de cabecera dentro de la biblioteca personal, casi como un patrimonio familiar. También recurría a un libro similar al Prontuario Escolar boliviano, pero de edición argentina y que incluía algunas fábulas que suplían el deseo de tener la Fábulas de Esopo, que llegaron recién tiempo después para deleite de la lectura.

Este preámbulo nos lleva a establecer una cuestionante dentro de la sociedad boliviana respecto de que si la gente lee o no, más aun ubicándonos en tiempos de la invasión tecnológica que, posiblemente, es culpable, en muchos de los casos, de la procrastinación ante una falta de disciplina en nuestro cotidiano y una ausencia, casi, total de espacios y gusto por la lectura. Esta problemática ya fue analizada y planteada por diferentes autores e intelectuales, entre los que podríamos mencionar a Luis H. Antezana, que por cierto confiesa que él también “aprendió” a leer gracias a una travesura durante su residencia eventual en Tupiza. Entonces, así podemos abrir un espacio para el debate respecto de la importancia de la lectura y su establecimiento como un hábito diario que permita generar criterios y sentido crítico de la realidad. En este marco, la primera infancia, desde el momento de aprender a leer y escribir, en nivel inicial, son determinantes para comenzar a cultivar este hábito de la lectura crítica y analítica que debería reforzarse con el paso del tiempo mediante el fomento, principalmente, dentro de la escuela y con el ejemplo de las familias, resultado que debería decantar en la formación superior, si es el caso. A esto se suma la carencia o monopolio del acceso a la información, plasmada en libros, que, no obstante, ahora sí, gracias a la tecnología está democratizando, en algún sentido, este acceso, el cual todavía debe sortear algunas brechas como la tecnológica.

En medio de estos recovecos planteados, resulta destacable y sugerente la existencia de una propuesta de lectura infantil que se concreta bajo el título de “Villa y Villita” del escritor chicheño Lelis Molina, oriundo de Villazón, que viene a cubrir estos grandes vacíos en atención a este grupo poblacional prioritario, la niñez. En este sentido, la propuesta de la revista escolar lleva consigo varios elementos que deben mencionarse, entre ellos la información básica y necesaria de las diferentes asignaturas de estudio escolar en concordancia con el calendario en curso. Asimismo, contamos con un espacio lúdico y didáctico que permite el desarrollo de capacidades en la primera infancia como ser la motricidad, creatividad y otras, que se despliegan en su anexo Pinta Pintita. Este trabajo y aporte a la sociedad ha sido merecedor del reconocimiento como Patrimonio Cultural Educativo del Municipio de Villazón en 2017 que, no obstante, rompió con los límites imaginarios municipales y continúa proyectándose, primero a la región chicheña y, en el último tiempo a nivel nacional. Junto a este influjo, Villita lleva consigo la identidad chicheña inmersa en los diferentes segmentos con los que cuenta y sobre todo en los personajes, niñas y niños que nos guían por la revista, donde uno de ellos va vestido con el traje típico de los Chichas, poncho y sombrero. Por su parte, el paseo está acompañado por los modismos y el dejo propio de nuestra región ¿churo no? siendo el colofón necesario para esta aventura que deberá seguir ampliándose y consolidándose como un referente de lectura periódica infantil que sea puntal de la consolidación del hábito de la lectura en los primeros años de vida, proyectado desde la Nación Chichas.