jueves, 9 de julio de 2020

NO SE CANTA ASÍ NOMÁS



Alfredo Domínguez Romero nació en Tupiza el 9 de julio de 1938. Bajo las condiciones y características de gran parte de la gente del lugar sufriría en carne propia una serie de injusticias y exclusiones desde temprana edad. Este tipo de situaciones, posiblemente, lo llevarían a desarrollar un sentido crítico de la realidad y del propio sistema. De esta manera, y con esfuerzo propio, logró salir adelante convirtiéndose, años después, en uno de los principales representantes de la interpretación de la guitarra para Bolivia, hecho que por su origen en Tupiza también se presenta como un icono de la identidad chicheña, pero esta vez concordante con la identidad popular distante del imaginario señorial elitista planteado como un mal reflejo de los que somos realmente.


Al recordar un nuevo aniversario del nacimiento de Domínguez recuperamos los profundos mensajes contenidos en las letras que escribió y cantó fundamentado en toda su vivencia con mensajes de interpelación mostrándonos que la cultura y la música deben servir para develar la realidad superando la mera folklorización que se presta a manejos instrumentales y vacíos. Así en una entrevista, nos reencontramos con la visión que nos plantea en respuestas como: “Entonces para hacer una pequeña reseña puedo decir que hice la escuela primaria; dos meses y tres días de colegio secundario, gracias a un profesor de inglés que nos trataba de indios de cholos, mugrientos, sucios. […] Tal vez en este caso el mejor maestro que tuve, era el contacto con el pueblo. […] Tal vez esa tenacidad ha hecho que yo tenga más contacto con gente, con los borrachos, con gente de bajo fondo, con intelectuales, con campesinos, con mineros, etc. entonces ahí he aprendido realmente lo que uno tiene que ser uno mismo, no otro para llegar a ser amigo, sobre todo amigo”.

Domínguez, el Genio Salvaje, demuestra así que la gente ha olvidado su condición humana, que se pierde entre academicismos y arrogancia académica que no dice nada de las personas a lo cual suman miradas raciales que, hasta la actualidad, continúan siendo una compleja problemática en nuestro país y se manifiestan desde prácticas cotidianas hasta hechos estructurales e institucionales. Queda mucho por conocer, dentro del carácter multifacético de nuestro artista, superando incluso su mayor reconocimiento como guitarrista para ingresar a un análisis del discurso en sus letras y la cosmovisión implícita. Alfredo es más que una biografía y debemos revisitar, recurrentemente, su obra para superar la simplonería identitaria y culturalista a la que estamos acostumbrados.

Ahí el enlace para escuchar la entrevista referida: https://www.youtube.com/watch?v=zqh9KizHb2E 

viernes, 5 de junio de 2020

TERCER COLOQUIO SOBRE LA NACIÓN CHICHAS "LA FUNDACIÓN DE TUPIZA"

Edgar Murillo, Historiador

Dentro de una compleja y singular coyuntura, Tupiza ha recibido un nuevo 4 de junio, festejada como su fecha de fundación que tuvo sus orígenes el año 1968 cuando se crea el Comité Pro-Cuarto Centenario para que autoridades nacionales de entonces hagan un homenaje de reconocimiento a una de las primeras ciudades fundadas por los españoles en, la actual, Bolivia. En este marco, se llevó adelante el Tercer Coloquio sobre la Nación Chichas, circunscrita en la Fundación de Tupiza como tema central de dicho encuentro. Así, se pudo contar con la participación de cuatro expositores que presentaron sus ponencias y argumentos: Edgar Murillo (Historiador), Camela Cazón (Historiadora), Freddy Tarcaya (Sociólogo) y Max Reynaga (Investigador). Este coloquio se llevó adelante el pasado 4 de junio mediante la plataforma virtual zoom y su difusión paralela en la página de facebook “Yañez Apostillas” como ameritan las condiciones en las que vivimos en estos tiempos.

Carmela Cazón, Historiadora
Dentro del Coloquio se pudieron recabar importantes elementos que aportan al debate y dilucidar sobre la polémica fecha de fundación colonial de Tupiza, que se mueve entre los planteamientos de finales de octubre de 1535 y el 4 de junio de 1574, otorgando la atribución fundacional a Diego de Almagro y Luis de Fuentes correspondientemente; pero que tiene una diferencia de 39 años, dato que quitaría a Tupiza el denominativo de “primer ciudad boliviana fundada por los españoles”, habiendo sido creada luego de Paria en 1535. Entonces, ya en el siglo XXI, el 4 de junio ha ido posicionándose como la fecha fundacional oficial, que ha sido asumida por la población en general como época festiva, más allá de una certidumbre de dicha celebración. Dentro del Coloquio hubo un acuerdo sobre la existencia de Tupiza antes de la colonia y del incario, demostrada por restos arqueológicos existentes hasta nuestros días, poniéndose sobre la mesa de debate las diferentes autorías que escribieron o investigaron al respecto. Ahora, casi 50 años después del establecimiento del 4 de junio de 1974, el debate sigue vigente sobre la verdadera fecha de fundación, hecho que genera una problemática recurrente año tras año sin que se haya alcanzado resultados ante la falta de documentación o pruebas concretas sobre dicho acontecimiento histórico. Cabe mencionar que dentro del proyecto de Carta Orgánica del Municipio de Tupiza se anuló a esta fecha, valorizando el mes cívico que se circunscribía al 7 de noviembre, como la fecha histórica más importante en el devenir de la región.

Freddy Tarcaya, Sociólogo
Con lo antecedido, luego de más de dos horas de intercambio y, una vez planteados los argumentos dentro del Coloquio, surgieron propuestas que permitan dar la salida a este debate, entre los cuales hubo un consenso por respetar la fecha del 4 de junio por su tradición adquirida hace varias décadas. Sin embargo el año queda en cuestión entre 1535 y 1574. De la misma manera, se plantea la necesidad de que las instituciones pertinentes deben promover una investigación a profundidad para esclarecer la fundación de Tupiza, misma que sea fundamentada por un documento, que posiblemente se encuentre en algún archivo histórico del mundo, el cual todavía se debe localizar. El debate sigue abierto, y es importante continuar escudriñando en la historia para evitar recurrir a falacias o aporías que se constituyen en la base histórica e identitaria de uno de los pueblos más importantes de la Nación Chichas, buscando siempre propuestas y repuestas a estos vacíos que todavía perviven y son un lastre en el devenir de nuestros pueblos. Este Coloquio virtual anuncia también la continuidad de estos espacios de debate a intercambio para abordar otras temáticas que constituyen a la región chicheña en toda su extensión e importancia.

Max Reynaga, Investigador
Por último, dejamos a consideración de las y los lectores el enlace para que puedan seguir lo planteado en el Tercer Coloquio y sacar sus propias conclusiones https://www.youtube.com/watch?v=Y3GohOPyJdE Tercer Coloquio sobre la Nación Chichas “La Fundación de Tupiza”.

viernes, 29 de mayo de 2020

LA PANDEMIA DE LA MASCULINIDAD CONFINADA



Cual si fueran un complejo objeto de investigación para las Ciencias Sociales y Humanas, los hombres están ocupando un sitial interesante en el debate de esta coyuntura sui géneris que se vive en Bolivia y gran parte del  mundo, el confinamiento. Nos referimos al hecho de que los “dueños y patrones” del ámbito público se han visto obligados a ubicarse en un espacio ajeno en su cotidianidad, el privado-doméstico del cual siempre se han tratado de desligar, avalados por todo un aparataje patriarcal. Así, han surgido una serie de espacios de debate, reflexión, conversatorios y demás, teniendo como centro a los hombres en cuarentena.

El tiempo de confinamiento en el que estamos viviendo por más de sesenta días ha visibilizado una serie de aspectos que siempre estuvieron conviviendo socapados por la normalización de la vida y de las relaciones, desiguales, de género y que ahora se replantean sugerentemente. Así retomamos categorías como los roles de género que junto a los mandatos sociales han hecho que los hombres salgamos bien librados de las responsabilidades domésticas, de cuidado y reproducción de la vida. No obstante, como una consecuencia de las construcciones tradicionales y hegemónicas de la masculinidad, nos vemos limitados de aspectos fundamentales de esta identidad, es decir del arquetipo de proveedor que se constituye en un profundo problema para entendernos como hombres en este contexto, lo cual posiblemente esté agudizando conflictos emocionales y de frustración al no poder responder según lo demanda la sociedad. A esta situación debemos incluir elementos de análisis de clase social y otros como la informalidad y subempleo (que, entre otras cosas, afecta más a las mujeres que a los hombres, apelando a la frase de que “la pobreza tiene rostro de mujer”).

Sin embargo, no todo es una anécdota de los malos ratos que pasan los hombres perdidos en el espacio ajeno, y de paso sin poder regodearse en sus pasiones futboleras, sino que el confinamiento está siendo el tiempo y espacio para que los índices de violencia ejercida contra  mujeres, niñas y niños, principalmente, mostrando datos alarmantes. Desde el 17 de marzo, inicio de cuarentena, fueron reportadas más de 1.300 denuncias por violencia y 44 feminicidios, sin contar los subregistros que no se conocen y que, seguramente, acrecentarían las alarmantes cifras. Esta situación contradice al planteamiento de que el hogar es el espacio más seguro para las personas, lo que con los datos se demuestra que es totalmente falso. Asimismo entra en cuestión la romantización del tan mentado quédate en casa ya que vemos que el quedarse en casa es sinónimo de aumentar los riesgos de sufrir violencia o de convivir con el agresor como una pesadilla permanente, sin considerar la necesidad de sobrevivir ante la falta de ingresos o alimentos.

De esta manera, nuestro país ha ingresado en una profunda crisis, sin siquiera haber superado la vivida a fines del pasado año, donde se ha puesto en debate los roles que cumplimos los varones o el aporte real que hacemos dentro del trabajo doméstico y el cuidado, una vez arrebatado el pretexto machista del ser proveedor como sinónimo de hombre íntegro y responsable. Durante este tiempo, las familias se han constituido en los espacios de renegociación de lo cotidiano para poder sobrellevar de mejor manera el confinamiento, replanteando, desde las casas, la división sexual del trabajo que parta de lo más simple como cocinar o lavar la ropa. También estamos ante un escenario que devela las debilidades de la masculinidad tradicional como el autocuidado y la supervivencia que puesto en perspectiva desmonta al “sexo fuerte”, desnudando sus más profundos miedos, debilidades e incapacidades.

El confinamiento va pasando, casi obligado por el peso de la realidad y enmarcada en desigualdades. Quedarán los aprendizajes e interpelaciones que nos hicimos desde la masculinidad, principalmente la vinculada a los roles y mandatos que nos inventaron, donde, según dicen, los hombres no se ocupan de las labores domésticas o del cuidado, manteniéndonos en nuestros rancios espacios de privilegio patronal. Sin embargo, luego de la cuarentena es prudente no volver a la “normalidad”, al menos no a esa normalidad como la habíamos conocido porque aquella no nos fue muy útil para deconstruir lo tradicional y, casi, arcaico de las relaciones desiguales de género sino que, justamente, habían sido el pretexto adecuado para seguir empantanados en esos privilegios falsamente adquiridos en detrimento de la mayoría poblacional a la que solemos afectar de diferentes maneras, manteniendo permanentemente la pandemia de la cuestionable masculinidad hegémonica, y que por este tiempo estuvo confinada.

lunes, 16 de marzo de 2020

LA PESTE Y LOS EXECRABLES

Foto: Internet.

El pasado diciembre, en China, y el mundo, se inquietaban por un virus que todavía no se sabía de qué trataba. Mientras tanto, en Bolivia todavía nos encontrábamos en el intento de superar el difícil momento de los precedentes meses con la crisis sociopolítica desatada entre octubre y noviembre, principalmente. Así con el estilo y características de nuestra población, vamos moviéndonos al ritmo y mandato de las fechas y calendarios cívico-festivos para, en un momento sentirnos demócratas, chauvinistas, patrioteros o, en otro, dadivosos y hermanados. Asimismo construimos y desmontamos enemigos imaginados o impuestos desde las doctrinas internas y externas, dependiendo de las circunstancias y los intereses que se juegan en un momento determinado por los hilos que manejan marionetas. Así, llegó, como una noticia más, la alerta por el coronavirus (COVID-19) desde Wuhan en uno de los tigres del desarrollo asiático, pero por acá teníamos otros asuntos en que pensar y prestar mayor atención; claro eran las fiestas de fin de año, tiempo para regodearnos de nuestros más profundos sentimientos y actitudes mercantilistas y restregar en la cara del resto las desigualdades que existen en nuestros pueblos.

Entre fiesta y bacanal, pasamos por navidad y año nuevo, donde alzamos la bandera de paz, amor, reconciliación y demás, cumpliendo con el ciclo y tiempo del perdón, como descargo de todo el egoísmo ejercido durante el año, que seguramente nos lava la cara en este tiempo contradictorio con lo establecido por el mercado y el sistema capitalista. Todavía obnubilados por las luces navideñas, que magistralmente se ocuparon de ocultar la pobreza y desigualdades entre paisanos, rápidamente nos aprestamos a las carnestolendas quitándonos la máscara de las natividades para introducirnos en los más básicos instintos, emociones y acciones de la carne (carnaval es carne a Baal, dirían algunas iglesias). Junto a todo este periodo también comenzamos con la etapa del carnaval electorero, con una serie de personajes que comienzan a disfrazarse de los que, sinceramente, odian porque es tiempo de sumar con el maquiavélico mandato de que el fin justifica los medios, que también hicieron lo suyo dedicándose en pleno a la campaña, pero no la de prevención, sino la electoral. En este tiempo, la amenaza, y los datos, del novel virus se acercaba a nuestro territorio hasta, en el sentido estricto de la palabra, rodearnos con su presencia en todos los países vecinos; pero por acá eran tiempos de darle rienda suelta al hedonismo y desmanes, como solemos hacer, no solo en carnaval sino en todo nuestro agosto.

Habiendo reaccionado de las resacas del sistema y del calendario, nos sorprenden con la noticia de que en nuestro país se confirmaron 2 casos del coronavirus (San Carlos y Oruro), después de varios sustos con casos posibles, los que llegaron desde Italia en la fase 2 del ciclo de la epidemia para Bolivia. Con esta novedad y, menuda, sorpresa empezamos a reaccionar muy basados en la ignorancia respecto de los protocolos y procedimientos sobre el recién llegado desde Europa haciendo lo que haríamos, seguramente, en un estado de naturaleza arcaico: matar o morir. La mayoría se lanza hacia los centros de abastecimiento para acopiar todo lo que pueda y en base a sus posibilidades, amén de las y los que tienen menos recursos, para cargar todo lo posible en lo que se pueda, algunos en sus camionetas y que el resto vea lo que hace. Por su parte, en el lugar de residencia de una de las pacientes, adultas mayores ambas, se ocuparon además de hostigar, amenazar y perseguir a dicha persona y su familia, llegando incluso a bloquear y cerrar el paso a los hospitales; sin duda una nueva expresión del amplio y profundo sentimiento democrático que mostraron el pasado año. Este ejercicio fue replicado en varias ciudades donde, ya sin importar posiciones políticas, la gente se fue a cerrar los accesos a hospitales para que no lleguen ahí pacientes con “la peste”, ¿acaso será la lucha de bueno contra malos?

Con todo ello, parece que hemos retrocedido a esos tiempos donde la naturaleza era mayor a la razón, o tal vez a tiempos del oscurantismo religioso que apela a dios facultades que deberíamos, también, responder desde la ciencia. Entre otras peleas se empezaron a dar los cruces entre ciencia y religión, sin quedar exenta la búsqueda de réditos político electorales, porque no podemos olvidar que pronto tendremos elecciones. Con todo ello, nos encontramos en un panorama por demás sugerente digno de un complejo estudio psicosocial que nos explique por qué hemos retrocedido, otra vez, a esos tiempos de supervivencia básica acrecentada, esta vez, por el capitalismo, mercantilismo y demás aberraciones del siglo XXI que van ampliando las brechas de desigualdad. Así, no faltarán quienes sientan algunas contradicciones por encontrase viviendo líneas leídas en sagas novelescas como “Ensayo sobre la ceguera” (Saramago) y “La Peste” (Camus), o tal vez vistas en películas tan absurdas como las de zombies y apocalipsis de los futuros distópicos. Sin duda estamos viviendo, y reafirmando, que la peste se encuentra en nuestros pensamientos e imaginarios, calados por los intereses personales y egoísmos más rancios que se manifiestan de acuerdo a las condiciones y realidades absurdas de existencias execrables y sinsentido en las cuales nos revolcamos cada día.

domingo, 8 de marzo de 2020

49,3 POR CIENTO


Bolivia recibió el año 2020 con un promedio de 1 feminicidio por día, más exactamente 12 casos en 10 días y se incrementa jornada tras jornada. Una cifra alarmante para la gestión que empieza y que debe ser la llamada de atención para que, de una vez, comencemos a tomar acciones desde todo los espacios. En este sentido, la Encuesta de Prevalencia y Características de la Violencia contra las Mujeres (VcM) del Instituto Nacional de Estadística (INE) 2016, ha mostrado un dato llamativo donde el 75% de mujeres sufren o han sufrido algún tipo de violencia (de los 16 tipificados en la Ley N° 348); en otras palabras casi 8 de cada 10 mujeres. A partir de este dato podemos hacer un ejercicio sugerente que devela una serie de aspectos de nuestra sociedad; si 8 de cada 10 mujeres han sido afectadas por un hecho de violencia, podemos suponer que 8 de cada 10 hombres ha ejercido uno de los tipos de VcM.

Entonces los hombres, el 49,3% en Bolivia según datos del Censo 2012, es un potencial agresor. Ahí vamos identificando la forma en la cual nos hemos convertido en una sociedad violenta, amparada, en muchos casos, por la cultura y la normalización de la vida, donde el observar un hecho de VcM no nos llama la atención, apelando incluso a lo privado o, incluso, a costumbres y tradiciones. De esta manera los hombres nos constituimos en el centro del ciclo de violencia, heredando la etiqueta de agresor que nos persigue durante, casi, toda la vida y nos carga como una mochila que ni siquiera logramos ver o comprender. En este ciclo nos vamos introduciendo desde temprana edad con elementos sutiles como los roles y mandatos de género, los cuales reprimen nuestros sentimientos y asumen la violencia como una relación normal. Con el paso del tiempo la consolidación de estas subjetividades son reproducidas en relaciones de pareja, donde la problemática se agudiza ya que hemos creído (nos hicieron creer), siempre, que las mujeres son inferiores, son objetos y demás.

A estas alturas el ejercicio cotidiano de violencias es mayor el cual se va agravando, comenzando de la encubierta, simbólica, psicológica, física en un entramado “incontrolable” que deviene, incluso en feminicidio; donde las mujeres no se mueren sino que las matamos. Si no tomamos medidas urgentes, esta situación puede continuar o empeorar; sobre todo si los hombres no asumimos acciones. Y es que el feminismo, junto al decurso de la historia y nuestra propia incapacidad, nos ha dejado aletargados en esta lucha teniendo, por un lado, procesos de empoderamiento de las compañeras en todos los ámbitos y, contrariamente, ha constituido a los hombres como una de las principales trabas en ese empoderamiento.

En Bolivia somos minoría poblacional, similar al resto de países en el mundo, sin embargo el sistema patriarcal y las prácticas machistas han hecho que actuemos siempre en detrimento de las mujeres, de una y otra manera; desde los micromachismos hasta los peores actos de violencia que se puedan conocer. Entonces, es tiempo de comenzar a cuestionarnos respecto de la masculinidad tradicional en la cual estamos inmersos sin un mínimo de sentido crítico, lo cual bajo ningún sentido nos quita responsabilidad de nuestro accionar violento o machista. Consecuentemente, desde los diferentes roles que tenemos como hombres deberemos interpelar al machismo, ya sea como hijos, padres, hermanos, pareja y, cómo no, seres humanos.

La auto-interpelación de la masculinidad tradicional, machista y violenta debe ser el punto de partida para la construcción de sociedades libres de VcM. Los hombres tenemos en las manos una gran responsabilidad para hacernos parte de las luchas históricas por equidad e igualdad, cuestionando desde nuestros espacios y nuestros entornos. Es tiempo de dejar de ser cómplices de prácticas machistas en las manadas de hombres (incluidas los virtuales del último tiempo) que se constituyen en espacios abiertamente violentos y que están afectando los derechos más básicos, principalmente de las mujeres. Es tiempo de cortar la reproducción de la violencia en ámbitos privados y públicos, y principalmente dejar de ubicarnos al centro del ciclo de la violencia porque la etiqueta de agresor en una mancha que está afectando hoy y a las próximas generaciones. Dejemos de creernos una historia mal contada porque no somos príncipes valientes, indestructibles e insensibles que rescatamos mujeres desvalidas y dependientes; somos corresponsables de construir sociedades en equidad, igualdad y libres de violencia; ya es tiempo…

lunes, 17 de febrero de 2020

DEL PUEBLO SUS ANDARES



Muchas veces hemos cuestionado y conversado sobre el abismo entre la academia (circunscribiéndonos esta vez en las Ciencias Sociales) y la realidad o las maneras en que articulamos y logramos el encuentro entre lo que se plantea desde la universidad y la vida cotidiana de la gente. Entonces, suele parecer que el, denominado, vox populi es vilipendiado desde espacios formales enmarcándose en la típica soberbia académica que, muchas veces, incomprensiblemente no logra engranar en el devenir de lo cotidiano, entre las prácticas recurrentes muchas veces normalizadas. Así, nos hemos acostumbrado a hablar, analizar, discutir y escribir sobre los hechos, supuestamente, resaltantes que demarcan cambios trascendentales en las estructuras sociales, políticas, económicas y demás, dejando de lado el detalle de que es en el día a día donde se refuerzan o cuestionan los tejidos sociales mediante varios mecanismos que superan los “complejos” análisis teórico-conceptuales de la realidad.


En los Chichas existe una sugerente tradición bibliográfica que nos invita a seguir pensando sobre quiénes somos en la diversidad de nuestras ciudades y comunidades con un largo pasado ancestral que superó varias etapas desde lo originario, las expansiones imperiales precoloniales, la colonia, el colonialismo interno y la globalización, entre otras. Con todos esos embates, es relevante la pervivencia de la identidad regional, todavía con varias características particulares, pero también con las ineludibles influencias culturales que van modificando, en gran parte, de manera sutil aspectos subjetivos del imaginario colectivo. En este sentido, es importante un trabajo recopilatorio, que ya debería haber comenzado, de lo que conocemos como historia oral que se transmite de generación en generación y que enaltece, no solo los grandes acontecimientos sino, las vidas cotidianas que tienen gran relevancia para quien las relate constituyéndose en un gran aporte a la tradición de los pueblos y sus historias.


Es justo ahí donde nuestra identidad recibe un aporte relevante mediante la crónica y vivencia desde los barrios, mostrando la otra parte de lo que somos, donde además se tiene el nivel necesario de sinceridad en el texto, que muchas veces en la academia se pretende disimular bajo el velo de objetividad. Nos referimos al libro “Andares…” de Cristóbal Vargas Choque, donde documenta una serie de crónicas y relatos sobre esas vivencias que es necesario mantener en la memoria, y que por varias generaciones hemos transitado de similar manera, pero que en el último tiempo se va vaciando al ritmo veloz de los avances tecnológicos al que están expuestas las nuevas generaciones. Así, en la ciudad de La Paz, similar a lo ocurrido en Tupiza durante la Fiesta de Reyes,  se realizó la presentación de dicho libro bajo los auspicios de Acción Nacional Chicheña y con los comentarios de Edgar Murillo y Guillermo Cardozo (también encargado del prólogo). Por su parte, el autor pudo expresar las palabras de circunstancia rememorando el proceso de construcción de este libro entre recuerdos y anécdotas de antaño, frente a una asistencia atenta a lo manifestado.


En este marco, el autor nos invita a un recorrido imaginario por parte importante del territorio chicheño, donde se encuentran las minas en un sitial central, y cómo no Tupiza constituido en eje. Asimismo, recordamos el devenir que hemos recorrido muchas y muchos transformándonos en migrantes (eternos) con destinos más o menos lejanos de tierras chicheñas. Por su parte, destacó la interpelación a la identidad que fue construida en base al detrimento de lo rural o lo minero, con la pretensión de enaltecer la tupiceñidad, lo cual debe ser replanteado, mediante la revalidación de nuestros pueblos y comunidades que también son parte fundamental de los chichas. Entonces, Andares queda abierta para la lectura donde encontraremos las remembranzas que afiancen nuestra identidad, esta vez desde lo popular y cotidiano, siendo un gran aporte para cerrar los abismos establecidos desde ciertos sesgos que deberemos superar con los tejidos de comunidad en el día a día. Con seguridad el autor, ahora residente en el extranjero, sigue construyendo nuevos andares que, incluso, más allá del libro compartirá, más pronto que tarde, encontrando tiempos pasados con la actualidad con planteamientos desde la mirada crítica y aguda como cuando en “De las noches oscuras” nos manifiesta “eran épocas de balas, épocas de golpe; algo similar como ocurre ahora mismo”.


lunes, 3 de febrero de 2020

LA EDUCACIÓN Y SUS VERICUETOS

El año escolar ha comenzado, en referencia a la educación regular y alternativa, en ese sentido ingresamos a considerar a la segunda institución social donde mujeres y hombres, desde la infancia, accedemos con tal seguridad y confianza de que nos dirigimos al, denominado, segundo hogar. Y es que podría ser cierto ya que allá pasamos, como mínimo, cuatro horas al día con un total de 14 años (incluido nivel inicial), lo cual no es poco en nuestro ciclo de vida, además del tiempo invertido la influencia ejercida en la construcción social y subjetiva. Así, nos adentramos en un espacio donde madres y padres pierden la capacidad de tuición, aunque a veces la ceden voluntariamente, para que el profesorado se ocupe durante ese tiempo del estudiantado bajo una lógica, casi, de tutoría plena en un espacio de guardería. Entonces, ya nos ubicamos con los primeros problemas y contradicciones que se presentan, en este caso, entre la familia y el sistema escolar o la escuela.

En los últimos años, desde el Estado (otra institución social) se ha venido impulsando una serie de políticas y normativas que pretenden trabajar socialmente y de forma transversal para responder a diferentes problemáticas, desde la educación escolarizada. En este sentido, se ha trabajado la Ley N° 070 “Avelino Siñani-Elizardo Perez” que deben su nombre a la Escuela Ayllu de Warisata donde se tuvo un modelo sugerente y revolucionario en lo que concierne para la educación tradicional bancaria. Esta Ley fue planteada como una reforma educativa que promueva una revolución democrática y cultural desde las aulas. Sin embargo, desde su promulgación hasta la actualidad no se ha logrado percibir los avances reales de la normativa aplicada, porque esta situación se debería comprobar en el cambio generacional. Esta ley considera una serie de bases como lo comunitario, tecnológico y demás, no obstante lo más sugerente es el planteamiento que se hace en la prevención de violencia, donde la educación es fundamental para lograr cambios en un mediano y largo plazo, evitando llegar hasta el hecho de violencia porque ya se trabajó previamente en la prevención. Entonces, además de la familia, la escuela debe ser pilar fundamental de este trabajo para deconstruir estereotipos de mujeres y hombres, feminidad y masculinidad tradicional, que fundan las desigualdades, el machismo y el ejercicio de violencia contra las mujeres, todo ello dentro de un proceso complejo con una gran carga de construcciones sociales y subjetivas.

En este espacio, se presenta la educación laica que responde a un mandato constitucional que establece al Estado boliviano como Estado laico el cual ha surgido como una demanda y necesidad de que la administración estatal se desvincule, y libere, de condicionamientos institucionales religiosos. Así, resulta interesante conocer que la condición laica ya se había propuesto en la primera Constitución Política Boliviana, o Constitución Bolivariana de 1826, que por intereses e influencias fue dejada de lado para volver a involucrar al Estado con el poder de las iglesias, en ese caso fue la iglesia católica. En tiempos contemporáneos, nos encontramos en un nuevo tiempo donde la política ha sido influenciada por fuerzas religiosas institucionales, ya no solo la católica, que pretenden cooptar al Estado en una lógica de dependencia, algo peligrosa. Así, cuando relacionamos a la religión con el Estado en una línea coherente, llegamos hasta la educación que puede ser afectada por el dogmatismo al considerar aspectos como los mandatos y planteamientos bíblicos como el que la mujer viene de la costilla del hombre, para citar solo un ejemplo entre muchos. Entonces debemos entender que el libro sagrado responde, y fue escrito, a una realidad especifica con prácticas abiertamente machistas sustentadas desde el poder y el sistema patriarcal, que afecta a las mujeres sin ninguna consideración y que hasta la actualidad, cientos de años después, pretende seguir siendo aplicado de forma dogmática y, hasta, fanática sin un mínimo de sentido crítico y lectura de la realidad actual.

Con lo manifestado, es importante tener presente que el denominado segundo hogar tiene la capacidad de plantear y formar modelos de mujeres y hombres, muchas veces estereotipando, otra vez, bajo lógicas tradicionales y de desigualdad, las cuales resultan peligrosas para los tiempos presentes donde los derechos humanos en pleno buscan mayores campos de acción y que no sean vulnerados. Catorce años de vivencias, experiencias dentro de cuatro paredes pueden tener como consecuencia la cuadriculación de nuestras mentes, las cuales son muy utilitarias para los objetivos del sistema que reproduzca desigualdades, individualismos y egoísmos en la carrera de la competencia, con total falta de equilibrio en las condiciones de partida, mucho peor si introducimos un enfoque de género. La educación debe ser liberadora y descolonizadora, sobre todo en un país como Bolivia, donde estos lastres bicentenarios siguen presentes como una sombra que afecta nuestra convivencia y cotidianidad, en la cual la educación y su sistema ha sido cómplice permanente.

martes, 28 de enero de 2020

UN TAL ALFREDO



La emergencia del proyecto de reconstitución de la Nación Chichas trajo consigo una serie de retos y objetivos para avanzar en ese sentido de forma prudente y seria. En ese marco, se presentaron preguntas y vacíos fundantes para el entendimiento de una nación y su población, ahí aparece la cultura y más aún la identidad como eje principal para profundizar el debate. Entonces, debemos diferenciar lo chicheño de lo tupiceño, que desde el punto de vista de un colega Antropólogo si uno se identifica como tupiceño está respondiendo a la lógica colonial, mientras que lo chicheño es emancipatorio y corresponde a los pueblos originarios e indígenas de nuestro territorio ancestral. Por tanto, comenzamos a encontrarnos con las problemáticas en los derroteros de la identidad de nuestro pueblo y cuáles fueron sus vertientes. La tupiceñidad ha sido construida a partir de lógicas señoriales y coloniales, las cuales parecen estar divorciadas de otros elementos básicos de la identidad como la vestimenta típica reducida a la folklorización, resumida en el disfrazarse de indio y luego renegar de esa condición. En el mismo sentido, se suele reducir, culturalmente hablando, la construcción identitaria que se encierra en algunos personajes populares como ser Víctor Agustín Ugarte y Alfredo Domínguez Romero, principalmente, que se constituyen en emblemas de Tupiza.

28 de enero, dentro de tediosa costumbre y tradición que reproduce mecánicamente y sin sentido año tras año las fechas del calendario, recordamos a Alfredo Domínguez Romero en su aniversario y lo hacemos de diferentes maneras. No obstante, en lo que corresponde al inmediatismo y superficialidad de las cosas, se ha reducido su obra musical al simple gusto y admiración por sus acordes de guitarra, igual que otrxs podrían escuchar reggaeton o cualquier género enmarcados en simples gustos y admiraciones sin mayor capacidad de profundización en el análisis respecto de estas propuestas. En ese sentido, la obra musical de Alfredo llega a convertirse en parte del ornamento de las ocasiones y encuentros quitándole toda la profundidad y pertinencia que amerita el denominado Genio Salvaje.

Recurrimos de nuevo a las letras escritas por Alfredo para hacer el ejercicio de profundizar y aplicar un mínimo de sentido crítico a los que escuchamos; mucho más si llevamos a este artista como emblema e ícono de la identidad tupiceña o, peor aun, chicheña. Quedamos con la tarea de, aplicando algunos criterios hermenéuticos y de análisis del discurso, tratar de reconstruir al personaje en su entorno lo cual nos permita un acercamiento a las realidades y percepciones que tuvo de aquella realidad social y de su pueblo o su gente. Entonces a partir de sus canciones podemos hacer este armado sobre quién fue el tal Alfredo. Si señora soy un indio, es una primera canción, entre otras, muy conocida que podría denotarnos que Domínguez se consideraba un indio, amparado por toda la experiencia de discriminación y racismo que sufrió como local y migrante. Sus entornos de amistas y vínculos ideológicos, como Liber Forty y Nuevos Horizontes, podrían mostrarnos el lado libertario e interpelador de Alfredo, que cuestiona en varias canciones al poder, al sistema y a la propia patria. Queda mucho por decir y analizar de la obra de Domínguez, pero esta ha sido reducida de tal manera que la gente piensa que solo debemos limitarnos a “escuchar y disfrutar de su música” dejando de lado el esfuerzo por profundizar en su pensamiento y en su propia identidad, para que teniéndola más clara podamos entender con mayor cabalidad quién fue este tal Alfredo que lo llevamos de aquí a allá como nuestra bandera, habiéndolo instrumentalizado de la manera más grosera, superficial y vacía. Así, es posible que cuando alguien pretenda profundizar solo un poco más en lo que Domínguez realmente era y proponía, no faltará alguien que refunfuñe diciendo “vos seguí nomas tocando tu charango sin molestar a la gente decente”.

miércoles, 22 de enero de 2020

ESTADO Y SOCIEDAD PLURINACIONAL


A lo largo de la historia la sociedad boliviana confluyó por diferentes momentos cargados de una serie de elementos que fueron reconfigurando las relaciones colectivas e individuales. En este sentido, en un primer momento identificamos un tipo de organización, ahora muy lejana, a decir del incario y las relaciones con otros pueblos y naciones que se encontraban dentro del territorio que se convertía en una pugna o negociación, dependiendo las condiciones y capacidad de relacionamiento, siempre con la visión imperial presente. Posteriormente, llegamos a la colonia donde la verticalidad de la sociedad fue mayor generándose mecanismos como la mita que llevaron a nuestra gente a la semi esclavitud bajo una figura de empleo paupérrimo con un trasfondo de explotación cotidiana a cargo de los colonos españoles hacia los indios originarios, donde también comenzó una época vertical bajo la lógica colonial.

Una vez ingresada la república, superados los procesos emancipatorios en varios lugares del continente, se logra la independencia lo cual, contrariamente, no garantizó relaciones horizontales o algo más inclusivas sino que solo significó la generación del colonialismo interno consolidando nuevas elites excluyentes, por lo general, herederas del anterior sistema colonial y con relaciones de parentesco con los potentados españoles. Bajo este paragua de relaciones desiguales se fue configurando el nuevo Estado que pasó por diferentes etapas y condiciones particulares, teniendo algunos avances en cuanto a inclusión y generación de mayores derechos para los habitantes, los cuales sin embargo eran muy poco significativos. De esta manera, se tuvo que llegar hasta 1952 para que mediante un proceso popular revolucionario se implementen cambios mayores como ser el voto universal, una característica básica de una verdadera democracia en Bolivia. Posteriormente los movimientos sociales e indígenas y campesinos se van configurando como nuevos actores históricos desde la lucha social para demandar al Estado el aumento y reconocimiento de derechos individuales y colectivos.

Bajo este panorama llegamos a una última etapa con la crisis del neoliberalismo y la emergencia de estos actores consolidados dentro del escenario nacional, reclamando una serie de elementos que fueron base de los cambios actuales como ser la Asamblea Constituyente y la nueva Constitución Política del Estado, la cual lleva implícita esta nueva configuración estatal y las relaciones sociales de horizonte socialista comunitario. Así, los sucesos de los últimos años nos abren a una reconfiguración de la sociedad boliviana donde se interpela y pone en cuestión de forma estructural a las relaciones de poder y el orden establecido. También nos encontramos en un momento de grupos emergentes y empoderados donde se encuentran, principalmente, los pueblos indígenas-originarios siendo parte fundamental de esta nueva estructura y organización de la sociedad boliviana plurinacional. En este sentido, se va más allá al plantear a la plurinacionalidad como una característica del Estado boliviano, lo cual involucra estos cambios de profundidad con una serie de connotaciones en varios aspectos que pasan por el social, político, cultural, económico y el cotidiano.


Con lo mencionado, debemos relacionar la influencia del Estado en cuanto al tipo de sociedad que se presenta en cada contexto, donde éste es el encargado de generar condiciones que permitan tener relaciones horizontales comenzando por la inclusión y respeto por los derechos de todas y todos sin distinción, de lo cual este nivel estatal es el garante principal. Por tanto, en la última etapa histórica, junto a la nueva Constitución Política, se comienza con cambios importantes que permean en las relaciones sociales expresadas en la cotidianeidad tomando en cuenta la abolición de racismo y discriminación entre personas, potenciando identidades regionales y locales en el marco de la plurinacionalidad teniendo como objetivo concreto las autonomías que generen mejor administración de recursos y toma de decisiones a partir de las necesidades priorizadas por los actores primarios de cada entidad territorial. En última instancia, más allá de un gobierno u otro, el valor de las políticas de Estado se encuentran en el tipo de sociedad que vaya a generar donde se reduzcan las desigualdades en todos los sentidos y se cuente con mismas oportunidades como un punto de partida elemental para este tiempo. Con lo dicho, el Estado Plurinacional trasciende a un gobierno específico y más bien es un reflejo del devenir que la historia se ocupó de encausar.

sábado, 11 de enero de 2020

11 DE ENERO Y LAS DOS BOLIVIAS


Foto: Los Tiempos

El 11 de enero de 2007 ocurrió un hecho lamentable en la ciudad de Cochabamba donde se generó un enfrentamiento entre la población del lugar bajo ciertas características. Tras una serie de sucesos políticos, principalmente, se comenzó a gestar sentimientos de confrontación por parte de sectores y grupos con afinidades hacia el Movimiento Al Socialismo (MAS) y, otros, los cercanos al entonces Prefecto de Cochabamba. En ese tiempo el país estaba inmerso en una tensión permanente, todo ello siendo la primera gestión del gobierno del MAS y en un periodo del proceso y Asamblea Constituyente. En este marco Santa Cruz, Beni y Pando, encabezadas por sus Prefectos y organizaciones cívicas, impulsaban la, denominada, media luna sugiriendo incluso ideas independentistas y/o separatistas; fue esta coyuntura que llevó a que Cochabamba sea un espacio geográfico fundamental en esta pugna. Así, con varios días de tensión, el 11 de enero se dio el más grande enfrentamiento entre zonas de la ciudad cochabambina, con argumentos como defender a la ciudad de los campesinos/indios/cocaleros que amenazaba  a dicho espacio. Por el otro lado, se generó una demanda de que la autoridad departamental renuncie por ser afín a las ideas separatistas de la media luna. Todo ello tuvo como consecuencia la muerte de tres personas en enfrentamientos y un gran número de heridos.

Paradójicamente, por mucho tiempo, Cochabamba había sido sinónimo de integración, encuentro y “mestizaje”, así como indica el denominativo del “corazón de Bolivia”. A esto se sumaban los hechos de la Guerra del Agua donde se logró una articulación de clases y sectores en torno a la defensa de un derecho vital para la subsistencia, como es el agua. Sin embargo, en enero de 2007 el tejido social se vio severamente afectado, o más bien mostró el rostro encubierto de las identidades y problemáticas subterráneas con discursos y eufemismos, como ser el racismo y la discriminación. Así el hecho de mostrar la otredad con el peor de sus enfoques significó una serie de reacciones por parte de habitantes de la zona norte de Cochabamba mediante exclusión y verticalismo hacia el foráneo, campesino-cocalero, con expresiones como “nos están invadiendo” o “vamos a defender nuestra ciudad”, entre muchas otras; las cuales encierran una percepción altamente discrimatoria y patronal. De esta manera, la ciudad quedó divida imaginariamente en dos: el sur y el norte como territorios ajenos y opuestos; al norte sectores de elite y familias tradicionales y al sur inmigrantes y sectores populares. El puente de Cala Cala y el Prado parecían demarcar el límite territorial. Así ocurrieron estos hechos reprochables donde, otra vez, comprobamos que las lógicas coloniales siguen vigentes en el país, pese a los intentos de reducirlos, principalmente desde el Estado, las leyes y políticas públicas. Así, en 2019, estas diferencias parecen no haberse superado todavía y siguen presente en la cotidianidad, a la espera de que se percute por algún suceso que de rienda suelta al miramiento y sentimientos de superioridad, racismo y discriminación, desde las percepciones y sentimientos reaccionarios y viscerales.

En los años ’60 surgía con fuerza la idea de “las dos bolivias” por parte de pensadores indianistas como Fausto Reinaga quienes consideraban los procesos históricos y sociales de nuestro país, vinculados a la colonia y el colonialismo interno, para argumentar respecto de la existencia de la Bolivia blancoide (criolla-mestiza) y la Bolivia india que no lograron el encuentro dentro de la vida republicana. Así, el trabajo conceptual teórico se desarrolló de manera sugerente, ante lo cual otros pensadores cuestionaron dichos postulados, diciendo que las dos bolivias habían sido superadas. No obstante, los hechos demuestran, de forma recurrente, incluido el 11 de enero cochabambino, que las dos bolivias siguen encuadradas en el pensamiento de sectores conservadores de Bolivia, muchas veces mimetizado en el mestizaje como discurso cómplice de las desigualdades. Sin duda el papel del Estado es fundamental en el desmontaje de los lastres históricos de nuestros pueblos, pero queda pendiente la corresponsabilidad de la población en su conjunto, que no necesariamente deberá conceptualizar estas situaciones sino generar un mínimo pensamiento crítico sustentado en la lectura histórica que complejice la capacidad de análisis, más allá de sus privilegios y su poder. Bolivia, como sociedad tiene grandes tareas pendientes por mejorar su convivencia entre todas y todos, lo cual llegue al trato cotidiano y normalice las relaciones horizontales en el marco de la interculturalidad como base de la interrelación y la lógica de comunidad sea recuperada hacia la consolidación del vivir bien.