martes, 1 de abril de 2025

NACIÓN CHICHAS, AQUÍ NACIÓ LA PATRIA

Imagen: Facebook.

El territorio ancestral de la Nación Chichas lleva en sí una serie de hechos históricos que destacan desde los tiempos precolombinos, coloniales y republicanos. Así, conocemos la característica guerrera que resistió a la expansión incaica, por quienes fueron reconocidos como Chichas Orejones, debido a sus destrezas para la lucha y defensa del territorio. Dentro de la colonia, por su capacidad guerrera, el pueblo Chichas se constituyó en la frontera con los pueblos del Chaco siendo la base poblacional para la fundación de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, la cual es parte de los Chichas en su origen étnico. En la actualidad, la Nación Chichas incluye, principalmente, a los municipios de Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y Villazón. 

Durante la colonia, el pueblo chicheño fue uno de los más difíciles de someter. Así, desde 1551 se han registrado acciones de resistencia, donde se dio el levantamiento contra el español Valdivia. Para 1563, se logra una articulación con Omaguacas, Calchaquíes, Casavindos, Chiriguano y Atacamas, que tuvo como resultado la destrucción de la ciudad de Nieva (Actual Jujuy). En 1570, de dan combates en Calcha, Toropalca y Cotagaita en contra de Luis de Fuentes y Vargas. Durante el año 1625 ocurre la masacre de Chocaya, que exterminó a toda la población española de manera tal que mucho tiempo después, se dice que los lamentos y quejidos se seguían escuchando en este lugar por lo que se lo denominó como Ánimas, el lugar donde la bandera roja de la Nación Chichas victoriosa sería flameada. Para 1781 se produce el levantamiento liderado por personajes como Pedro de la Cruz Condori y Luis Lazo de la Vega, que, secundando la insurgencia de Tupac Amaru, el segundo, se declaró como Gobernador y Capitán General de la Provincia de Chichas, no obstante, este levantamiento fue reducido por el ejército realista y ambos fueron ejecutados. 

Cuando la insurgencia cobra mayor vigor y se sumaron otros sectores sociales, el 7 de noviembre de 1810, mediante una estrategia de guerra de guerrillas y luego de la Batalla de Cotagaita, los campos de Suipacha (a 25 kilómetros de Tupiza) serían testigos de la primer victoria armada y bautizo de fuego de la independencia en el Alto Perú. En este suceso fueron partícipes, bajo una sola bandera, los patriotas argentinos y los altoperuanos (chicheños, tarijeños y cinteños) que lograron derrotar a José de Córdova sentando el paso inicial de la independencia de la actual Bolivia. Como reconocimiento de esta saga libertaria, la Junta de Gobierno de Buenos Aires, el 28 de noviembre, otorga una medalla de reconocimiento con la frase “La patria a los vencedores de Tupiza” para que sea llevada por todos los participantes en la Batalla de Suipacha que estuvieron comandados por el coronel Pedro Norberto Arraya. Actualmente, esta medalla es el escudo oficial del Municipio de Tupiza.  

Habiendo transcurrido 15 años de la guerra de la independencia, el 1º de abril de 1825, la localidad chicheña de Tumusla (Cotagaita), sería el lugar de combate para la batalla final donde caería el Virrey Pedro Antonio de Olañeta, comandante en jefe de los ejércitos de Fernando VII, último representante del régimen colonial en el Alto Perú. Poco después la tropa comandada por Barbarucho, también depondría las armas al conocer que Olañeta había muerto como consecuencia del combate. Luego de esta última victoria se declara un territorio libre del régimen colonial demarcando en el territorio chicheño como base fundamental del inicio y fin del proceso independentista que se resume en la frase: “Aquí nació la patria”. 

Durante la gesta libertaria, además de las batallas de Cotagaita, Suipacha y Tumusla, ocurrieron muchas más donde se destacó la participación de los patriotas chicheños que solían destacarse como jinetes dentro de las contiendas. Esta caballería también sería parte de otras victorias en el periodo republicano, como ser la batalla de Ingavi, batalla de Tambillo (única victoria de la guerra del Pacífico a la cabeza del chicheño Rufino Carrasco) y la guerra del Chaco. En la actualidad este territorio se encuentra en un histórico proceso de reconstitución de la Nación Chichas, donde esta historia de valentía, lucha y resistencia es un sustento importante para consolidar este anhelo histórico por la autodeterminación y autonomía.

viernes, 14 de febrero de 2025

SUIPACHA, TERRITORIO Y BATALLA








La polémica sobre el feriado del 7 de noviembre en el departamento de Tarija, trae consigo varios elementos para el debate. Sin embargo, no debemos olvidar que en 1810 aun no existían Potosí ni Tarija como se los conoce actualmente, como se muestra en la “Guía Histórica, geográfica, física, política, civil y legal del gobierno e intendencia de la provincia de Potosí” de autoría de Pedro Vicente Cañete y Domínguez (1787). Sino mas bien se trataba de un territorio compartido donde, dentro de la Provincia de Potosí con cinco partidos, se encontraban el Partido de Porco, Chichas, Lípez, Chayanta y Tarija. Incluso anteriormente Tarija era parte del Partido de Chichas, hasta la intervención de Juan del Pino Manrique en 1785, lo cual nos refiere al origen compartido del pueblo tarijeño que proviene de los Chichas.
En la Batalla de Suipacha participaron guerrilleros de diferentes lugares entre ellos Tarija, Cinti y Chichas, quienes defendían un territorio y causa compartida, al tratarse de pueblos hermanos de origen común. Con estos y muchos otros antecedentes, el peso de la historia está logrando la reconstitución del ancestral territorio de la Nación Chichas.

miércoles, 25 de diciembre de 2024

NAVIDAD RURAL

Trenzada navideña en los Chichas

El título del presente escrito proviene de una canción de Alfredo Domínguez Romero, el genio salvaje de la Nación Chichas, que forma parte del álbum “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” que para algunas/os estudiosas/os es una autobiografía de sus vivencias, principalmente, en Tupiza. Así, en Navidad rural, Domínguez logra una concatenación entre la tradición cristiana católica con el día a día de las familias rurales de mediados del siglo pasado. Entonces, es valorable la aproximación que se establece, por ejemplo, cuando indica: Por un niño de una india / Que María se llamó; de igual manera incluye elementos como la coca diciendo: Saboreando su akulliku / El indio Tata José. Por otra parte, podemos resaltar el planteamiento del entorno que realiza mencionando a la chocita rural, la presencia de los bueyes y de los llameros en actitud de reyes, con lo cual se reinterpreta uno de los hechos más significativos de la tradición cristiana establecida en el nacimiento de su salvador y realiza un ejercicio de convertir a estos personajes en más cercanos y, sobre todo, más humanos.


Chocita rural

De esta manera, Domínguez hace un replanteamiento de la escena navideña cristiana en una mirada realizada en los años 70, del siglo XX, justamente cuando el mundo se aprestaba a las revoluciones industriales y tecnológicas, y dentro de una coyuntura sociopolítica compleja y adversa. Aquí es importante, entender la experiencia de vida del autor que, como indicamos, refleja su propia vida en las canciones de este álbum, es decir desde adentro de un pueblo pequeño al sur de Bolivia con gran peso de ruralidad en su cultura, costumbres y tradiciones. De forma similar, encontramos otras canciones que propone Domínguez, inspiradas en la navidad, como ser Navidad en el campo y Navidad Villancico, interpretada junto a Ernesto Cavour y Gilbert Favre, donde se presentan otros elementos de la celebración navideña en estos contextos y se podría destacar la presencia de la población india como protagonista de los mismos y donde la suntuosidad era, casi, inexistente dando paso a otro tipo de prácticas como la trenzada y el baile de adoración bajo una figura de intercambio para recibir chocolate, buñuelos y fruta.


Chocolate y buñuelos para trenzadoras/es

Este tipo de fuentes, la música y canciones, pueden ser un importante referente para contar con los antecedentes de las formas de festejar ciertas épocas del año como en la cristiana navidad. Sin embargo, Domínguez solo muestra una pequeña faceta de las incontables experiencias existentes en el territorio boliviano, por lo que se requiere realizar un trabajo de recuperación de las historias orales en diálogos intergeneracionales para que sean documentadas y sistematizadas. Con este rescate, es seguro que encontraremos una diversidad de formas “propias” de las comunidades, que con la influencia del cristianismo asumieron como propias las fiestas religiosas y que ahora son parte del calendario anual, entre matices de cultura y simbolismo esotérico, encubierto en la navidad.

De forma irruptiva, y lejos de la ruralidad, junto a la revolución industrial (en su tercera y cuarta etapa) y, sobre todo, la tecnológica (en la era de la información) se fueron generando una serie de cambios acelerados en el devenir de los pueblos respecto de la cotidianidad, partiendo del más básico relacionamiento de las personas. Así, desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, hemos visto suceder hechos impensables hace dos o tres generaciones, donde estos solo eran una especie de ciencia ficción, que en la actualidad se han convertido en artilugios amenazantes de enajenación e incremento del individualismo. Con lo sucedido, todavía no conocemos, de forma específica y científica, los efectos y consecuencias de estas nuevas formas de interacción social, mediadas, generalmente, por dispositivos tecnológicos que para las generaciones más actuales está representando, más bien, un aislamiento y, peligroso, ensimismamiento, reduciendo las capacidades de socialización presencial. En este contexto, no podemos dejar de lado las festividades religiosas y folklóricas del calendario recurrente anual que también son permeadas por estas dinámicas.

Entonces, retomamos los planteamientos vinculados a la industria y tecnología que irrumpieron con fuerza en las últimas décadas, afectando las formas tradicionales de asumir, también, las fiestas, entre ellas la navidad. Así, cada año que pasa nuestras ideas y creencias se van redireccionando de manera más drástica y nos alejamos de los sentidos espirituales, no solo cristianos, hacia las dinámicas marcadas por el sistema capitalista y, peor aún, el consumismo salvaje que asocia nuestra capacidad de consumos con la felicidad y la alegría, sentimiento que, sin duda, se exacerba en esta época decembrina. Asimismo, las desigualdades se van manifestando abiertamente en el marco de la capacidad, o no, de lograr mayores compras y consumo que supuestamente tiene origen en los presentes de los reyes magos.

De esta manera, la navidad rural o de las naciones y pueblos indígenas cada vez queda relegada en sus formas, en una especie de gentrificación o desplazamiento simbólico y sutil que el sistema hace mediante la intromisión de la tecnología y su influencia en las imaginarias percepciones de la vida y la plenitud, sin ninguna distinción. Así, avanzamos hacia una sociedad globalizada que amenaza a la diversidad y la interculturalidad que había resistido a muchas invasiones y sometimientos, donde podemos incluir a la ibérica con todas sus implicancias, incluida la fe. En medio de esos devaneos, es importante complejizar el análisis cruzando la cultura y religión, con aspectos vitales como la propia superviviencia de la humanidad, donde este consumismo influye en la sobreexplotación de los, denominados, recursos naturales y recursos humanos, dentro de un sistema de convierte a todo en mercancía, incluidas las personas. 

Entonces, no podemos analizar, de forma aislada, ciertos fenómenos sociales, culturales o religiosos como si fueran ajenos de problemáticas complejas como ser la explotación, consumismo, crisis ambiental y más, que guardan una estrecha relación originada en los sistemas de opresión como el capitalismo. La navidad, así como muchas otras festividades, es el pretexto para el consumismo, el cual requiere de recursos para seguir creciendo, los cuales provienen de la naturaleza (deforestación, contaminación, deshechos); todo ello desencadena circuitos de destrucción que siguen creciendo, así como demanda el capital para su supervivencia y expansión imperial. Es muy posible que, en la actualidad, la navidad rural, por todas las influencias del sistema, sea muy similar al de las grandes metrópolis, pero en cuanto a necesidades inventadas y no así respecto de las oportunidades de poder cubrirlas. Esta situación viene repercutiendo en una serie de aspectos que provocan frustración en nuestras sociedades que no se encuadran al modelo establecido desde occidente y donde, en muchos casos, desde el intento de réplica, no encontramos un reflejo ni identidad. 

Con todo ello, quedan muchos cuestionamientos por seguir resolviendo, esta vez con el pretexto de la navidad cristiana, que sin duda llegó recién hace poco más 500 años y se impuso a las prácticas religiosas propias de nuestros pueblos. Ahí queda otro reto de la descolonización que permita estas reflexiones en todo nivel, donde posiblemente podríamos encontrar soluciones y propuestas efectivas a las grandes crisis que vive el planeta desde miradas más endógenas ancestrales. En la actualidad, estamos inmersos en una crisis multidimensional, ante la cual el calendario suele ser un distractor o, peor aún, un amplificador de las condiciones adversas. Entre medio, es ineludible virar la atención hacia esos espacios rurales y comunitarios, aplicando sus principios y dinámicas también en las ciudades para erradicar de estas al individualismo exacerbado impuesto por el capitalismo en nuestros espacios que siempre fueron comunitarios. 

lunes, 28 de octubre de 2024

CARNAVAL CHICHEÑO

 

Fraternidad "Carnaval Chicheño de Ingeniería", 2024 (Foto: RRSS).

En el último tiempo, el baile conocido como carnaval chicheño se ha ido popularizando en diferentes espacios del ámbito nacional. Así, el año 2024 significó la presencia de esta danza en gran parte del territorio boliviano, incluso en otros espacios como Puno Perú, que fue presentado por la Compañía Artística FEM Bolivia de La Paz (https://www.facebook.com/share/v/hsLZKfnDXA3S7GnB/?mibextid=QwDbR1). Todo ello se coronó con el primer lugar conseguido por la fraternidad Carnaval Chicheño de Ingeniería, junto al grupo de música autóctona Raíces del Pago Chicheño, en la entrada universitaria de La Paz (https://www.facebook.com/photo/?fbid=1038999348117232&set=pcb.1038999444783889&locale=es_LA). Esto generó un mayor posicionamiento de esta representación cultural e identitaria proveniente de varios municipios y comunidades pertenecientes a la Nación Chichas (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Sin embargo, este fenómeno trajo consigo algunos efectos que juegan en contra de la propia danza tanto en su interpretación por las/los “otras/os” y la propia población chicheña que la interpreta, y más aún se extiende a afectar a la cultura e identidad chicheña.

 

Foto: RRSS.

En primer lugar, podemos analizar los elementos constituyentes del carnaval chicheño, el cual de por si lleva consigo un debate interno en la región respecto de su principal instrumento, a decir de la anata. Este instrumento pertenece a la familia de las tarkas altiplánicas y según algunas versiones provino como efecto de la inmigración desde el norte durante la construcción del ferrocarril, hace poco más de un centenario. Esta situación ha producido que se deje de lado a otros instrumentos y danzas elementales de la identidad como ser la caja y el erke, con los cuales se baila la ronda y tonada, además de cantar la copla, sobre todo en época de carnaval. Por su parte, se ha dejado de lado la interpretación musical de la época seca, donde se interpretan los sicus lo cual está fuertemente vinculada con el equilibrio del calendario agrícola y festivos, que tiene profunda significación en la cosmovisión, simbología y energías (https://yanezapostillas.blogspot.com/2023/07/no-se-baila-asi-nomas.html).

 

Foto: RRSS.

En consecuencia y paradójicamente, se generan dos fenómenos sugerentes: primero, parece haberse generado un debate respecto de la apropiación cultural de un instrumento andino, a decir de la tarka, la que ahora es, casi, un sinónimo del carnaval chicheño. No obstante, existen otras versiones que indicas cierta originalidad de la anata ajena a las tarkas, la cual está presente en esta región sureña y en otras como el norte argentino donde también se la interpreta en tiempos de carnaval, donde destaca el carnaval humahuaqueño; con todo ello se requerirán mayores investigaciones que diluciden este cuestionamiento. Por otra parte, la anata ha generado un proceso de menoscabo de la caja y el erke como instrumentos autóctonos de la Nación Chichas, los cuales vienen posicionándose ampliamente en lugares como Tarija la cual se adjudica una especie de propiedad de los mismos, obviándose que estos pertenecen al territorio de los Chichas, el cual se extendía hasta la actual Tarija, esto decanta en una afectación identitaria de unos instrumentos muy autóctono de nuestra gente y territorio. Sin embargo, si hacemos un análisis histórico del origen de la caja y el erke, debemos señalar que estos instrumentos debieron haber comenzado a utilizarse luego de llagada de los ibéricos españoles ya que sus materiales (cuerno y cuero de vaca/toro) provienen de Europa, y, antes de 1492, no existían en nuestros territorios, hasta donde se conoce. Con estos elementos junto a la dinámica propia de la cultura, podemos cuestionar ¿qué es realmente lo nuestro?

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada externa, se ha visto que son diferentes espacios e instituciones las que vienen interpretando las anatas y bailando el carnaval chicheño; desde unidades educativas, universidades y fraternidades, principalmente. Esto ha conllevado que las características de la danza se vayan alterando ampliamente, en algunos casos, variándose desde la vestimenta hasta la forma del baile. Entre estos casos, el más llamativo ocurrió en una pre-entrada de la ciudad de El Alto (Villa Adela) donde se realizó la danza denominada como carnaval chicheño pero acompañada por una tarkeada, diferente en ritmo y velocidad, lo cual mostraba un cuadro extraño que no concuerda con el baile como lo conocemos generalmente (https://vm.tiktok.com/ZMh9vJy42/). No obstante, se debe advertir que la cultura es dinámica y varía con el tiempo y es justamente la propia población tupiceña la que empezó con las alteraciones de lo autóctono, a partir de una estilización de la danza, para que la misma se adecue al espacio urbano alejándose de las comunidades, donde aún mantiene sus características originarias.

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada de forma, el carnaval chicheño tiene como vestimenta elementos centrales de la vida campesina indígena, donde los hombres llevan el sombrero, poncho y abarcas, mientras que las mujeres utilizan el sombrero, blusa, pollera y abarcas. Al haberse trasladado esta danza desde el ámbito rural comunitario indígena hacia la urbe, ha generado un singular fenómeno cultural e identitario donde se identifican contradicciones en este segundo grupo ya que la construcción identitaria de los Chichas, sobre todo en el caso de la ciudad de Tupiza, ha sido desde una ilusión señorial blancoide. Esto nos lleva a la incoherencia y negación de lo indio-indígena que conduce a que la vestimenta típica de la Nación Chichas se convierta en, solo, un disfraz que luego es guardado hasta la próxima fiesta (de disfraces). Peor aún, esta misma población urbana que adopta, ornamentalmente, la vestimenta chicheña en el marco, principalmente, del carnaval, el resto del año asume actitudes racistas y discriminatorias hacia esa población indígena campesina que es de donde surge la cultura e identidad. 

 

Foto: RRSS.

Finalmente, llama la atención que en los últimos años ha ocurrido un fenómeno de apropiación del carnaval chicheño como sinónimo de carnaval tupiceño, ignorándose que esta danza es interpretada en los cinco municipios chicheños, actuales, es decir Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y Villazón, lo cual cobra mayor relevancia en las comunidades que mantienen vigentes elementos más originarios que el interpretado en la ciudad de forma estilizada, siendo también respetuosos de los ciclos del calendario agrícola y su relacionamiento con la tierra y la productividad. Con lo manifestado, las prácticas culturales resultan de mucha importancia para una colectividad, la cual debe ser presentada de forma coherente ya que más allá de los netamente cultural-folklórico se involucra un ejercicio político de posicionamiento de la identidad ancestral que, pese a los cambios sociohistóricos, ha prevalecido en el tiempo, y para el caso de la Nación Chichas, lleva consigo una importante carga y acervo hasta la actualidad que debe ser reflexionada para proyectarse lejos de los riesgos de la folklorización o comercialización en el mundo del show y el sinsentido.