jueves, 21 de marzo de 2024

LA NACIÓN CHICHAS Y EL CENSO DEL BICENTENARIO

 

Con el ingreso del Siglo XXI, la Reconstitución de la Nación Chichas fue cobrando fuerza como una bandera reivindicativa de los que se denominaron, en su momento, los pueblos olvidados del sur en un contexto donde se había truncado la proyección de la departamentalización de los pueblos del sur. Estas acciones fueron activadas en tres ocasiones con: Félix Avelino Aramayo (1880), Adolfo Tórres Carpio (1926) y Enrique Baldiviezo (1943). El departamento proyectado comprendería cuatro provincias: Sud Chichas, Nor Chichas, Sud Lípez y Modesto Omiste, con una extensión territorial de 42.110 kilómetros cuadrados. Sin dejar de lado que este planteamiento venía desde la mirada señorial de los sectores de elite. Luego de estos intentos, se ingresó en un prolongado letargo donde la dinámica estatal hizo que se deje de lado esta proyección circunscribiendo a simples territorios administrativos municipales junto a los bemoles que esto significa y poblaciones cada vez más alejadas entre sí, alimentando localismos perversos.

Junto al proyecto reconstitutivo de la Nación Chichas surgen una serie de inquietudes que se deben ir respondiendo progresivamente. Dentro del proceso histórico, la Nación Chichas es mencionada dentro del Memorial de Charcas (1582), donde se la describe con las características guerreras presentes hasta nuestros días y, sobre todo, indica su existencia desde antes del incario. Posteriormente, en tiempos de la colonia, se ingresa en una organización diferente donde se convierte en el Partido de Chichas, pero se siguen manteniendo aspectos identitarios y espaciales bien diferenciados. Fue más bien dentro de la República que el territorio ancestral empieza a sufrir laceraciones, quedando una parte en territorio boliviano, y otros en Argentina y Chile. Así, la parte boliviana aun sufrirá divisiones político-administrativas perdiendo territorio en Tarija y luego entre provincias (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Esta situación afectó no solo a la división espacial sino a la identidad que, actualmente, debe afrontar ciertas pugnas y diferencias, pese a provenir de un tronco común.

Es importante mencionar que, dentro del periodo republicano, se tuvo levantamientos de información poblacional, donde en 1826, Joseph Pentland, realiza el Informe sobre Bolivia, donde menciona la presencia de población indígena y la importancia de la misma en el territorio boliviano dentro su configuración demográfica, indicando que esta representa tres cuartos del total. Años más tarde, en el que se considera como el primer censo oficial de la República de Bolivia, en 1900, se destaca la presencia de diferentes pueblos indígenas, incluso algunos que actualmente ya no existen, pero donde los Chichas están ausentes o inviabilizados. Entonces queda pendiente seguir ahondando respecto de esta omisión en el censo de 1900.

Ya en el siglo XX, se generó una pugna desde el poder estatal por intentar anular a los pueblos indígenas, pero contrariamente se tuvo una reemergencia de estos. Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas, que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación y constitución de un Estado Plurinacional en 2009.

El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41% de población indígena, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 autoidentificadas/os con dicha nación en todo el territorio, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

Este fue un resultado altamente destacable ya que, por primera vez en la historia se visibilizó la presencia poblacional de la Nación Chichas con una cantidad muy importante que además de toda la tradición cultural demuestra su presencia real en el ámbito plurinacional. Al respecto se debe entender que la necesidad de contar con un dato estadístico oficial, en cuanto a la pertenencia a la Nación Chichas, se presenta como una exigencia dentro de la normativa para que, gestiones mediante, se logre un reconocimiento constitucional de los Chichas. Entonces luego de contar con este dato y otros requerimientos formales y normativos se debe avanzar hacia la inclusión de la Nación Chichas entre las Naciones y Pueblos Indígena Originario Campesinos (NPIOCs) de Bolivia. Más adelante, se deberá lograr la autonomía, alcanzando, por fin, la tan anhelada autodeterminación de los pueblos chicheños. Para ello es importante la participación de los gobiernos municipales chicheños y las organizaciones que se encuentran en este territorio. Lamentablemente, pese a estos logros, luego del censo 2012, las instancias indicadas no continuaron en la profundización del proceso de reconstitución mencionado por lo que aún están latentes varios mandatos de autodeterminación.

Este 2024, Bolivia nuevamente se acerca a la realización del Censo Nacional de Población y Vivienda, por lo que se ha reactivado una campaña por la autoidentificación como perteneciente a la Nación Chichas, que en esta ocasión responde a la pregunta 32 de la boleta censal que establece: ¿Se autoidentifica con alguna nación pueblo indígena originario campesino o afroboliviano? Inmediatamente después de la respuesta afirmativa (SI) abre un espacio para responder NACIÓN CHICHAS. En este sentido, la proyección es que esta gestión se supere las 59.480 personas que se autoidentificaron el 2012 y mantenernos entre las primeras cuatro naciones existentes en Bolivia a nivel poblacional. Lo contrario sería una reducción del dato logrado el pasado censo o peor aún, pasar nuevamente a la invisibilización e inexistencia dentro del acontecer social y político plurinacional. Por otra parte, debemos tomar en cuenta que dentro del escenario de representatividad en la Asamblea Legislativa Plurinacional se cuenta con los escaños especiales correspondientes a las NPIOCs minoritarias, una por departamento; pero que en el caso de Potosí no existe, ante lo cual este escaño de representación debería ser cubierto por la Nación Chichas luego de su reconocimiento pleno.

Lamentablemente, los esfuerzos por la Reconstitución de la Nación Chichas tienen resistencia en algunos sectores minoritarios de nuestra propia población. Posiblemente porque no comprenden aun la importancia de la autoidentificación dentro del censo o el desconocimiento de los elementos aquí planteados. Por otra parte, estas voces contrarias parecen mantener la lógica señorial y elitista de la identidad chicheña, mediante ínfulas españolas e incluso ibéricas, apelando a la negación de nuestros orígenes indígenas con trasfondos discriminatorios y hasta racistas. A partir de este desconocimiento u desorientación, asocian la autoidentificación y el idioma materno con objetivos político electorales que irían a beneficiar a actual partido de gobierno. Sin embargo, no comprenden que el resultado de la autoidentifcación va más allá de los meramente político coyuntural porque la Nación Chichas ha trascendido a diferentes periodos y regímenes desde antes de la colonia, y esta no debe ser la diferencia, mucho menos por argumentos sin sentido y basados en la ignorancia de unos pocos que pretenden mantenernos en el letargo de ilusiones del pasado engañoso o la folklorización superflua que devalúa aspectos determinantes de la identidad.

El paso de la historia demanda que seamos actoras y actores de consolidar mejores días para nuestros pueblos chicheños. Todo ello será posible proyectando senderos de desarrollo en base a lo establecido dentro de las posibilidades reales enmarcadas en la norma y la constitución. El tiempo de la desinformación y especulación debe terminar, debemos emprender un serio y complejo proceso de reflexión sobre la identidad de la Nación Chichas, entendiendo que no solo se trata de disfrazarnos de indígenas para bailar diciendo con perogrullo que somos chicheñas/os, con un total desconocimiento de los trasfondos de ello; solo así podremos despojarnos de la superficialidad de la fiesta y de la nostalgia de nuestra historia para proyectar el futuro de las nuevas generaciones de chicheñas y chicheños. Ha llegado el censo del Bicentenario y la Nación Chichas debe estar a la altura, en miras de seguir haciendo historia con el compromiso y trabajo de su propia gente que vaya construyendo el desarrollo de los pueblos del sur en su ancestral Nación chicheña autodeterminada y reconstituida.


domingo, 17 de marzo de 2024

LOS CENSOS Y LA CONDICIÓN INDÍGENA

 

El territorio del, actual, Estado Plurinacional de Bolivia, históricamente tuvo una población mayoritariamente indígena (con sus variantes conceptuales de india, campesina y originaria, entre otras). Así, durante los diferentes periodos históricos fueron considerados como una amenaza a las estructuras de poder que con la llegada e imposición del régimen colonial se fue sometiendo y excluyendo cada vez más. Dentro de la historia de los censos en Bolivia, podemos remontarnos al realizado el año 1900 bajo la definición de “Censo general de la población de la república de Bolivia”. En este documento encontramos elementos importantes que muestran el panorama de constitución de la población de aquel tiempo. En este sentido se puede identificar a la población indígena que mediante mecanismos de identificación se plasman dentro de los resultados de dicho censo.

Resulta sugerente que el capítulo III se titula como “Razas”, donde se identifica a 4: indígena, blanca, mestiza y negra. Pese a que este documento no realiza un análisis conceptual sobre la categoría indígena, si nos permite tener una aproximación a la presencia de pueblos indígenas que en la actualidad han desaparecido a poco mas de un siglo. Entre estos se encuentran los pampeanos, muchojoenes, chapacuras o quitemocas, cusiquias, mococas, curaves, laips, corabecas, curiminacas, caracanecas, paiconacas, mataguayos, noctenes, dejoses, ocales, malbales, chunupis, chorotis, entre otros que según se conoce llegaban al centenar de pueblos existentes al momento de la fundación de la República. Asimismo, se reporta la existencia de 920.000 indígenas de los cuales el 9% se encuentran en estado de barbarie. Otro aspecto destacable es la advertencia que se hace sobre la desaparición lenta y gradual de la raza indígena, motivada, entre otras causas, por la sequía, el hambre, la peste y el alcoholismo.

Este era el panorama dentro de un régimen caracterizado por el colonialismo interno donde los grupos de elite pretendían, luego de la independencia, seguir minimizando y anulando a la población indígena pese a que esta, históricamente, fue mayoría. Así se reportaba en el primer documento que levantó información estadística en Bolivia, a decir del Informe sobre Bolivia de Joseph B. Pentland en 1826. En dicho documento se refiere: “La gran masa de los habitantes de Bolivia se compone por indios aborígenes que forman tres cuartas partes de la población total o sea cerca de 800.000 almas [de un total aproximado entre 1.100.000 y 1.200.000 registrados en ese momento]”. Aunque Pentland no tomaba en cuenta, dentro de esta cifra, a la población, categorizada entonces como, negra.

Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente. El año 2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia a pueblos originarios e indígenas, que dio como resultado el 66,2% autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a la consolidación de un proyecto en las elecciones de 2005 y la constitución de un Estado Plurinacional.

El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41%, lo cual también generó varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480 pertenecientes a dicha nación, ubicándose como la cuarta con mayor población perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.

En 2024, mas de una década después como establecen los criterios técnicos, nos aprestamos a un nuevo censo nacional de población y vivienda. Para llegar a este tiempo nuevamente surgieron cuestionamientos y debates desde los categoriales, como la del recurrente mestizo, hasta los político partidarios que apuntan a otros intereses y objetivos como la redistribución de escaños o el pacto fiscal. Mas allá de estos debates macro, se pone en cuestión aspectos determinantes como la autoidentificación de nuestra población que a partir de estos procesos de relevamiento de información demográfica que lleva consigo una serie de aspectos más complejos en un contexto donde se vive un vaciamiento ante un panorama de globalización y transculturización que atentan, también, a nuestras identidades originarias.


lunes, 22 de enero de 2024

JUEVES DE AHIJADAS/OS


Desde una crítica a la cultura y la identidad en los Chichas se presenta la cuestión del cómo lograr la transmisión a las nuevas generaciones que con el devenir de las tecnologías en procesos de globalización son cada vez más influenciadas, con la consecuente amenaza de la enajenación o aculturación total. En este sentido, nos vamos acercando a una de las fiestas más importantes en la región, que lleva consigo manifestaciones propias y recrea expresiones como las danzas de carnaval a partir de comparsas que bailan al son de las anatas, principalmente. Sin embargo, este aspecto y forma, también, han sido cuestionadas en un careo de lo que sería más auténtico y que confronta a las anatas frente a la caja y el erke como lo mayormente representativo de los Chichas.

En este sentido, siempre podemos acercarnos a lecturas bibliográficas que nos remontan a tiempos pasados que, desde miradas diversas, exponen las formas de celebrar la fiesta del carnaval en Tupiza y que demarcan espacios rurales y urbanos. Cuando leemos a Mario García, observamos una perspectiva citadina del carnaval donde nos muestra la presencia de instrumentos como el piano, armonio, violín, violoncelo, guitarra, mandolina, pandero, bandurria, arpa y concertina; estos eran los instrumentos que acompañaban a comparsas de jóvenes conformadas en estudiantinas y pandillas, donde, según indica, destacaban lo Oray-Kanteños y los Wichay-Kanteños. Asimismo, de menciona bebidas típicas de la festividad donde se encontraban el singani, anisete, vino, oporto, mistela, agua de anchi, cola de mono y la chicha, que acompañaban a los bailes que ocurrían de día y noche en las calles, esquinas y casas de la urbe. En contraparte, el autor describe al carnaval campesino que utilizaba instrumentos propios como ser la anata, quena, caja y sicus, entre otros, citado como el carnaval propio de la campiña. Avanzando en el tiempo, nos encontramos con Aguas Abajo de Eduardo Wilde, constituido en uno de los principales insumos bibliográficos de tinte etnográfico. Aquí, el autor menciona el inicio del carnaval con el ingreso al pueblo de un individuo estrafalariamente vestido que vivía en el campo. Este era el indicador para que toda la población del lugar enloqueciera para comenzar a bailar y cantar en las calles, haciendo ruedas tomados de las manos sin distinción de sexo o clase social. Todo esto se prolongaba por varios días hasta pasado el martes de carnaval, donde al igual que el punto de inicio, con la expulsión del personaje símbolo del carnaval todo parecía volver a lo cotidiano.

Actualmente, en este tiempo de fiesta, se ha demarcado un itinerario recurrente dentro del calendario donde se cuenta con varias actividades preparatorias al carnaval en sí. Así, podemos considerar a dos fechas previas al sábado de carnaval donde se encuentran el jueves de compadres y el jueves de comadres que se han popularizado en casi todo el territorio nacional con algunas variantes en sus formas de manifestarse. Esto mismo ocurre en el denominado Carnaval Chicheño que de manera repetitiva, año tras años, reproduce una dinámica similar que muestra cada vez más una mayor cantidad de anatas en su entrada principal. Entonces, encontramos una fecha sugerente que es celebrada en la parte norte de la Argentina, en lo que se denomina como Jueves de Ahijadas/os y se celebra un jueves antes de compadres, siendo un espacio para festejar a niñas, niños y adolescentes siendo eje principal de la fiesta. En este sentido, resulta interesante esta celebración como un mecanismo que permita incluir a las nuevas generaciones en el carnaval, logrando que conozcan y se apropien de la tradición regional, en todas las expresiones culturales e identitarias de esta fiesta. De manera previa, se deberá recurrir a documentos pasados, como los antes citados, para rastrear los aspectos principales del carnaval en esta parte del país como una estrategia del fortalecimiento identitario de la Nación Chichas dentro de la fiesta del carnaval. Por su parte no debemos olvidar que los espacios del norte argentino fueron parte del territorio ancestral de los Chichas, por lo que un ejercicio de incorporación del jueves de ahijadas/os no representaría una apropiación indebida de lo que se podría considerar costumbres ajenas a nuestra tradición. 

lunes, 11 de diciembre de 2023

SIMULACROS RITUALES

 

Cuando retomamos la lectura de los documentos históricos vamos recordando, o también conociendo, las prácticas culturales religiosas que se fueron posicionando, casi sin un sentido de origen, luego del, ya lejano, proceso de imposición colonial cristiana que para el siglo XXI pasa por ser una verdad incuestionable, más aún si tiene que ver con mandatos divinos incuestionables. De esta manera, diciembre comienza a generar una especie de aura emotiva que para algunas personas representa tiempo de reflexión y amor, dentro de una dinámica ritual festiva anual, donde el calendario parece demarcar tus emociones y sentimientos respecto da la/el prójimo. En medio de este escenario, la religión comienza a confundirse con prácticas meramente culturales, y casi folklóricas, como un pretexto más de darle sentido a la parte final del año, a manera de un mea culpa que permita limpiar nuestros males y ofensas hacia quienes son parte de nuestro entorno.

En medio de estos vericuetos y confusiones cultural-religiosas, ingresamos en una performance de paz y amor donde buscamos perdonar y se perdonados para hacer el aguante al mes de diciembre, donde, según la tradición cristiana, habría nacido Jesús, nada más que en el actual territorio Palestino de Belén y seguro provocaría más de una exacerbación xenófoba muy concordante con la “moral cristiana”. A partir de este antecedente, el contexto cultural de cada espacio fue definiendo formas específicas de celebrar la navidad cristiana, en detrimento y censura de otras formas de fe como las que se tenían en espacios como la actual Bolivia, o más bien de los pueblos del Abya Yala, donde se tuvo otros salvadores y cristos propios, que ahora casi nadie conoce desde la mirada sesgada implantada por todo un sistema proveniente desde la colonia y avalada por el Estado republicano que mantuvo y normalizó hasta la actualidad.

Bajo este marco, hace algunos años se llevó adelante el proceso constituyente que refundó el Estado republicano como Plurinacional y que incidió, justamente, en aspectos religiosos estableciendo la condición laica de la principal estructura que regula la convivencia social de nuestro pueblo. En el proceso de debate constituyente, fue llamativo el argumento que se manejó desde sectores conservadores para defender a ultranza a la relación de dependencia que debería mantenerse entre el poder cristiano, sobre todo católico, y el Estado boliviano. Así, se comenzaron a manejar discursos exacerbados de acusaciones de amenaza a la fe y asociaciones, incluso, al anticristo de los gobernantes de turno. Superando estas contradicciones, se logró concretar, legítimamente, el Estado laico, siendo un mínimo paso en el proceso de descolonización urgente para construir sociedades de respeto común entre todas y todos.

No obstante, la “tradición” cristiana ha quedado permeada en el cotidiano, pese a que sea muy posible que la normalización religiosa esté muy lejos de una capacidad argumentativa de su proceso de posicionamiento en el imaginario colectivo a manera de verdad absoluta omnipresente. Así, pese a vivir en un Estado laico, escuchamos y vemos vulneraciones a la constitución donde se sigue apelando a prácticas cristianas en eventos oficiales o escuchando en discursos que invocan a Dios casi como una muletilla que respalda, incluso, la violación de los Derechos Humanos o masacres a sectores populares con la biblia bajo el brazo. Así, diciembre viene con estos y muchos más aspectos que son sugerentes de analizar para darle un poco más de sentido a festividades tan difundidas como es la navidad cristiana extrañamente entramada en simbolismo “pagano” y “bárbaro”, secuestrada por el mercantilismo encubierto en un simulacro de reconciliación, paz y amor.