lunes, 11 de diciembre de 2023

SIMULACROS RITUALES

 

Cuando retomamos la lectura de los documentos históricos vamos recordando, o también conociendo, las prácticas culturales religiosas que se fueron posicionando, casi sin un sentido de origen, luego del, ya lejano, proceso de imposición colonial cristiana que para el siglo XXI pasa por ser una verdad incuestionable, más aún si tiene que ver con mandatos divinos incuestionables. De esta manera, diciembre comienza a generar una especie de aura emotiva que para algunas personas representa tiempo de reflexión y amor, dentro de una dinámica ritual festiva anual, donde el calendario parece demarcar tus emociones y sentimientos respecto da la/el prójimo. En medio de este escenario, la religión comienza a confundirse con prácticas meramente culturales, y casi folklóricas, como un pretexto más de darle sentido a la parte final del año, a manera de un mea culpa que permita limpiar nuestros males y ofensas hacia quienes son parte de nuestro entorno.

En medio de estos vericuetos y confusiones cultural-religiosas, ingresamos en una performance de paz y amor donde buscamos perdonar y se perdonados para hacer el aguante al mes de diciembre, donde, según la tradición cristiana, habría nacido Jesús, nada más que en el actual territorio Palestino de Belén y seguro provocaría más de una exacerbación xenófoba muy concordante con la “moral cristiana”. A partir de este antecedente, el contexto cultural de cada espacio fue definiendo formas específicas de celebrar la navidad cristiana, en detrimento y censura de otras formas de fe como las que se tenían en espacios como la actual Bolivia, o más bien de los pueblos del Abya Yala, donde se tuvo otros salvadores y cristos propios, que ahora casi nadie conoce desde la mirada sesgada implantada por todo un sistema proveniente desde la colonia y avalada por el Estado republicano que mantuvo y normalizó hasta la actualidad.

Bajo este marco, hace algunos años se llevó adelante el proceso constituyente que refundó el Estado republicano como Plurinacional y que incidió, justamente, en aspectos religiosos estableciendo la condición laica de la principal estructura que regula la convivencia social de nuestro pueblo. En el proceso de debate constituyente, fue llamativo el argumento que se manejó desde sectores conservadores para defender a ultranza a la relación de dependencia que debería mantenerse entre el poder cristiano, sobre todo católico, y el Estado boliviano. Así, se comenzaron a manejar discursos exacerbados de acusaciones de amenaza a la fe y asociaciones, incluso, al anticristo de los gobernantes de turno. Superando estas contradicciones, se logró concretar, legítimamente, el Estado laico, siendo un mínimo paso en el proceso de descolonización urgente para construir sociedades de respeto común entre todas y todos.

No obstante, la “tradición” cristiana ha quedado permeada en el cotidiano, pese a que sea muy posible que la normalización religiosa esté muy lejos de una capacidad argumentativa de su proceso de posicionamiento en el imaginario colectivo a manera de verdad absoluta omnipresente. Así, pese a vivir en un Estado laico, escuchamos y vemos vulneraciones a la constitución donde se sigue apelando a prácticas cristianas en eventos oficiales o escuchando en discursos que invocan a Dios casi como una muletilla que respalda, incluso, la violación de los Derechos Humanos o masacres a sectores populares con la biblia bajo el brazo. Así, diciembre viene con estos y muchos más aspectos que son sugerentes de analizar para darle un poco más de sentido a festividades tan difundidas como es la navidad cristiana extrañamente entramada en simbolismo “pagano” y “bárbaro”, secuestrada por el mercantilismo encubierto en un simulacro de reconciliación, paz y amor.


lunes, 4 de diciembre de 2023

CON OUTSIDERS NO ALCANZA

Imagen: Internet


El año 2003, se llegaba al momento político partidario más crítico de la historia boliviana, luego de la recuperación de la democracia, ya que luego de varios años, desde los ’90, los conflictos sociales iban en constante crecimiento ante la incapacidad de respuesta desde la esfera gubernamental y una devaluación del sistema político y de partidos. Así, habíamos superado momentos como la privatización de las principales empresas estatales, viendo poco a poco, los efectos de dicha medida en la economía de la población. Todo ello habiendo visto a los políticos (todos hombres) moverse a conveniencia a partir de la democracia pactada, el cuoteo, la prebenda y, cómo no, “cruzando ríos de sangre”; con lo cual el ejercicio de la política quedaba cada vez más en niveles altamente cuestionables y carentes de respuestas a la crisis generalizada.

En este escenario, a partir de la movilización indígena-popular en todo el territorio nacional, fueron cobrando fuerza una diversidad de dirigentes que aparecían de forma más recurrente en la palestra generando corriente de opinión, en medio de una sumatoria de víctimas de este periodo neoliberal. Entre estos nombres, indígenas y populares, uno (¿outsider quiza?) había destacado, logrando canalizar el apoyo, histórico, y mayoritario en las elecciones del 2005, luego de un complejo periodo de transición. Sin embargo, en este proceso fue fundamental la capacidad de estructurar una propuesta de país de tintes nacionalistas, que avanzaron aún más, consolidando la plurinacionalidad como una reivindicación de los pueblos y naciones indígenas originarias bajo la figura de Instrumento Político, de quienes fueron el sujeto social histórico que mantuvo la resistencia ante cualquier amenaza de sometimiento. De esta manera, se dio un viraje determinante en el Estado boliviano, incluida una nueva Constitución Política con amplios márgenes de legitimidad.

Pasaron más de 15 años de esos sucesos, con una ruptura constitucional entre medio, y actualmente, en la dinámica que tiene la política, se vienen generando quiebres internos en la organización política más importante de los últimos tiempos lo cual otorga cierto chance de oportunidad en las filas opositoras, también divididas en varias corrientes. En este panorama, y como algunos dirían, casi como señal divina en la Argentina, Javier Milei logró ganar las elecciones nacionales constituyéndose en el próximo Presidente del vecino país y que lleva consigo lo más rancio del conservadurismo reaccionario y antiderechos, como una amenaza latente para la estabilidad sudamericana. Milei vino con la ilusoria bandera de la renovación desde la poltrona en medio de la casta de la Cámara de Diputados. Como reacción, en la oposición boliviana, como es su característica, incapaz de plantear propuestas propias e innovadoras en contexto boliviano, no faltan quienes andan buscan al outsider que encarne al Milei boliviano, como si fuera una receta mundial apelando al azaroso “a ver si funciona” para derrotar al masismo.

De esta manera, sigue siendo llamativa la incapacidad de los partidos opositores para estructurar una propuesta de país, más allá del eslogan rabiosa y reaccionaria. Sin embargo, Bolivia tiene sus propias características sociopolíticas, con una fuerte carga histórica, que hace complicada la réplica directa de lograr la victoria de un Milei boliviano por nada más, un nuevo caudillo. Es por ello que solo con outsiders no les alcanza, sino que tienen el reto planteado para lograr leer la realidad boliviana sin aplicar recetas internacionales de manual, que sería más responsable para con el pueblo boliviano. De esta manera, hace rato nos hemos sumido en una etapa electoral precoz que parece desenvolverse a manera de tragicomedia, que para unos viene con el reto de esbozar, por lo menos, una propuesta seria de país y para otros replantear las propuestas en base a las condiciones actuales que ya no son las mismas de los inicios de siglo XXI, con la presencia de nuevas/os actores políticos incluidos quienes no dudarán en gritar “viva la libertad…” para ver si el show visceral les alcanza.


lunes, 13 de noviembre de 2023

LA NACIÓN CHICHAS EN LA INDEPENDENCIA

 

El territorio ancestral de la Nación Chichas abarcaba las actuales provincias bolivianas de Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste, además de llegar hasta el Departamento de Tarija, la Provincia de Jujuy (Argentina) y parte de Atacama (Chile). Sin embargo, este territorio fue desmembrándose junto al proceso colonial y, sobre todo, republicano con la fundación de nuevos estados nacionales. No obstante, con el paso del tiempo y con esta sucesión de hechos ocurridos, no se llegó a afectar elementos sustanciales como la historia, identidad y cultura que siguen vigentes hasta la actualidad y que mantienen lazos que articulan todavía a estos territorios, política y administrativamente, separados pero cercanos al mismo tiempo.

Con este marco, es importante destacar uno de los hechos mas importantes dentro de la historia de la Nación Chichas, luego de los levantamientos independentistas iniciados en 1781 con las insurgencias indígenas de Bastidas, Sisa, Amaru y Kataris, entre otros. Entrado el siglo XIX, el 27 de octubre de 1810 sucede en la localidad de Cotagaita un primer enfrentamiento entre realistas y patriotas donde los primeros logran una virtual victoria haciendo que las fuerzas patriotas se replieguen hacia la parte sur de Tupiza. Sin embargo, esta fue una estrategia para obligar a los realistas para avanzar hacia el sur en el objetivo de consolidar su victoria.

Con este antecedente, en Tupiza y comunidades cercanas como Nazareno y Suipacha se encontraban campamentos de tropas salteñas, jujeñas, oranenses, tarijeñas y cinteñas para combatir al ejercito realista. Por su parte, se encontraban los Centauros Chicheños comandados por Pedro Arraya; entre todos ellos se consolidó la tropa patriota que pueda hacer frente al régimen colonial. De esta manera se constituyó la estrategia de guerra de guerrillas en esta parte para lograr una importante victoria contra la colonia.

Así, el 7 de noviembre de 1810, en los campos de Suipacha (a 25 km. de Tupiza) se libró una de las mas importantes batallas de la independencia porque esta significó la primera victoria patriota y el, denominado, bautizo de fuego por la emancipación de los pueblos. Después de poco más a media hora de combate, y con una estrategia de guerrillas aplicada con 600 hombres, los patriotas lograron derrotar al ejército realista superior en número compuesto por 800 soldados. Quedaron como trofeos de guerra dos banderas y se tomó 150 prisioneros.

La victoria de Suipacha fue altamente significativa en diferentes espacios, por ello la Junta de Buenos Aires hizo entrega de un emblema con la leyenda “La patria a los vencedores de Tupiza” que actualmente es el escudo oficial del Municipio de Tupiza. Aunque en este reconocimiento se nombra solo a Tupiza, es importante destacar el espíritu de integración y unidad que prevaleció en todo el territorio chicheño para sumar fuerzas y derrotar al régimen colonial. Por todo ello esta batalla es una de las más representativas de la historia de la Nación Chichas.

Habiendo transcurrido la guerra de los 15 años, fue justamente, en otra localidad chicheña ocurriría el último combate que selló la independencia del Alto Perú, con la victoria de la Batalla de Tumusla donde cayó el último representante realista, Olañeta, el 1 de abril de 1825. De esta manera, el territorio ancestralmente guerrero de la Nación Chichas marcó hitos definitorios en tiempos de la independencia siendo un símbolo de libertad que sigue vigente hasta la actualidad. Lamentablemente, la historia oficial ha pretendido dejar en el olvido estos hechos que se mantienen muy presentes en la memoria de los pueblos del sur y que contrariamente son muy valorados por la historia argentina como parte de un sentimiento de integración de lo que en algún tiempo representaron las Provincias Unidas del Río de la Plata. Con lo antecedido, han pasado más de dos siglos de esta saga histórica y los Chichas van perfilando su devenir hacia el bicentenario de Bolivia, con todo este legado que todavía permanece vigente en otros contextos y condiciones proyectando, principalmente, la Reconstitución de la Nación Chichas.

lunes, 30 de octubre de 2023

COMITÉ CÍVICO POPULAR


Foto: Internet.

La Democracia ha cumplido cuatro décadas en nuestro país, pese al corte constitucional de 2019 y 2020, y en ese lapso ha logrado generar una serie de mecanismos que han buscado que la misma se profundice. En este sentido, actualmente hablamos de democracia intercultural que viene desde un marco plurinacional como pilar central de la construcción del Estado Boliviano. Asimismo, hemos avanzado de lo que se conocía como democracia representativa a la democracia participativa que busca tener una mayor legitimidad respecto de las decisiones que involucren al pueblo, mas allá del solo hecho de emitir un voto, sino que venga acompañada del control social, casi permanente. Asimismo, es importante considerar que se ha pasado de una lógica sectorial reducida a una ampliación en el ejercicio de los derechos ciudadanos y democráticos que fueron apropiados y liderados por las Naciones y Pueblos Indígenas, bajo una lógica indígena y popular de este ejercicio.

En este nuevo contexto, ha quedado en pugna el debate con estructuras elitistas que pretenden mantener el control y la toma de decisiones dentro de grupos colegiados, también llamados de “ciudadanos ilustres”, que responden a realidades y lógicas coloniales. Dentro de estas estructuras citamos a los decadentes Comités Cívicos, que incluso dentro de su denominativo incluye término como lo cívico y manejan sus discursos a nombre de la patria y la bandera, los cuales han sido cuestionados por su trasfondo patriarcal y chauvinista que busca conseguir objetivos políticos, pese a decirse cívicos. Entre estos casos emblemáticos podemos señalar al Comité Pro Santa Cruz y el Comité Cívico Potosinista que emergieron con más fuerza en los últimos años asumiendo posturas fuerte y abiertamente opositoras al gobierno del Movimiento Al Socialismo luego de haber sido relegadas de los espacios de poder nacional desde el 2006. Con este tipo de contradicciones, se pone en entredicho el carácter cívico de dichas instancias que parecen haber quedado aletargadas en el tiempo y que no concuerdan con los avances democráticos del siglo XXI en esta parte del mundo.

De similar manera, en un contexto regional tenemos al Comité Cívico COCIDEPRO CHICHAS que, entre ciertas irregularidades, tuvo una elección hace unos días atrás en el objetivo de renovar su directiva rumbo al bicentenario de Bolivia y, mucho más, rumbo a las elecciones municipales próximas. Así, no es novedad de que ocurrió en varias ocasiones una continuidad entre la dirigencia cívica y la alcaldía de Tupiza donde ex cívicos se convirtieron en Alcaldes, habiendo apelado a la instancia cívica como palestra política posterior. Sin embargo, mas allá de este detalle, no menor, resulta cuestionable el proceso eleccionario que se tiene, pese a la posibilidad de elección popular mediante el voto directo en urnas, ya que se ha visto hace varias elecciones que no existe una legitimidad real del bloque ganador ya que las/los votantes no superan unos cientos, lo cual no es representativo del padrón electoral real del Municipio de Tupiza. Por otro lado, peor aún, debemos observar que este sufragio solo se realiza en el ámbito urbano, ignorando por completo al voto rural, entre otros sesgos y exclusiones presentes en este proceso.

Con estas consideraciones, es necesario tener un replanteamiento de lo concerniente al Comité Cívico en Tupiza que además embandera a los Chichas, siendo que se ubica y representa a, una reducida parte de, un solo municipio. Entonces, es necesaria una actualización desde los estatutos que se enmarquen en el nuevo marco constitucional plurinacional. Por otro lado, se debe trabajar mecanismos que amplíen la representatividad de las mayorías que puedan identificarse con esta instancia bajo una lógica de pertenencia al pueblo, es decir debemos repensar un Comité Cívico Popular, acorde a los tiempos actuales. 


lunes, 28 de agosto de 2023

ESBOZOS PARA EL TERRITORIO Y LA INTEGRACIÓN

 


El Estado Plurinacional de Bolivia se encuentra en un proceso de preparación rumbo a la celebración del Bicentenario, que inicia con la firma de la declaración de independencia en 1825 luego de la guerra de los 15 años donde se habían movilizado una diversidad de grupos independentistas, bajo lógicas y banderas de integración entre pueblos. En ese marco, el pueblo chicheño tuvo una participación determinante en forma permanente habiendo destacado en momentos emblemáticos como noviembre de 1810 y abril de 1825, entre muchos otros. En este sentido, a nivel nacional e internacional, esta participación es reconocida hasta nuestros días, pero recién se viene posicionando de manera formal, por ejemplo, en los libros de la historia, la cual suele ser escrita desde espacios de poder y en base a intereses de grupos determinados.

 

No obstante, si nos retrotraemos a tiempos más antiguos, pre republicanos, resulta importante identificar documentos y mapas donde los Chichas son identificados y descritos con sus diferentes características y potencialidades en diferentes momentos de la historia. Así, podemos encontrar la Guía histórica, geográfica, física, política, civil y legal del gobierno e intendencia de la Provincia de Potosí escrito por Pedro Vicente Cañete y Domínguez en 1791. Aquí encontramos varios aspectos que hacen a la constitución de esta parte de la provincia mencionada y como parte de la estructura colonial, con un fuerte aporte a la minería de aquel tiempo. Pero en esta ocasión nos interesa particularmente el tema territorial donde, en la noticia primera (De la extensión y naturaleza del terreno de Chichas), se describe: “El Partido de Chichas, llamado así desde el tiempo de la gentilidad en el Reino del Perú, tiene de largo, de Norte a Sur, cuarenta y ocho leguas, desde el arroyo de La Quiaca, que lo divide de la Provincia del Tucumán, hasta Quirve que confina con Porco; y de ancho, de Este a Oeste, cuarenta y cinco leguas, que son, desde tres leguas de Esmoraca para adelante que confina con el Partido de Lípez, hasta junto a Livilivi, que está sujeto en lo civil a Chichas, y en lo eclesiástico a Lípez, como anexo del Curato de San Pablo, que es de su distrito”. Con este dato inicial, el documento señalado continúa siendo un importante referente para contar con un detalle del espacio identificado como Chichas, y que, contradictoriamente, llegada la independencia comenzó a ser segregada en base a otros criterios e intereses del denominado colonialismo interno.

 

Ya entrada la estructura republicana, se tuvo un primer documento elaborada con criterios técnicos a decir del Informe sobre Bolivia escrito por Joseph Pentland 1827, donde los Chichas aparecen dentro del Departamento de Potosí y son mencionados en palabras cortas y pasajeras en una breve descripción “en los distritos orientales de las provincias de Chichas y Chayanta, cuyos valles descienden por debajo de los 10.000 pies, el clima se vuelve templado y saludable, y el suelo rico en producciones agrícolas”. Entonces con el advenimiento de la República de Bolivia, empieza el proceso de escisión territorial interna, luego de una primera afectación con la división de estados soberanos, quedando una parte en el norte argentino y la otra en región atacameña de Chile. Así encontramos, primero al 26 de agosto de 1863 como la creación de la Provincia Sud Chichas y luego el 18 de septiembre de 1958 con la creación de la Provincia Modesto Omiste.

 

Con lo mencionado, queda pendiente un trabajo del análisis de definición territorial de los ancestrales y preincaicos Chichas que permita tener un panorama cabal del alcance e influencias del espacio perteneciente a este pueblo de características guerreras. Asimismo, y retomando el derrotero que no acerca al bicentenario, debemos trabajar en base a criterios de reintegración territorial que se basen en los datos antes mencionados y recuperando a lo correspondiente a la Nación Chichas lo cual puede repercutir en los años posteriores en términos de desarrollo sostenible e integral planificado desde el propio territorio y con las y los actores llamados a esta labor. Así, el marco constitucional y normativo actual, plurinacional, nos permite contar con insumos como las autonomías las cuales pueden ser una estrategia de rearticulación en diversos niveles, reconstituyendo la Nación Chichas que se proyecte hacia el siguiente centenario en beneficio de las nuevas generaciones y el propio territorio con todas sus potencialidades, respetando a la madre tierra alejándonos de aspectos explotadores, consumistas y capitalistas.

lunes, 7 de agosto de 2023

NACIONALISMO Y ETNOFAGIA


El 6 de agosto de 1825, luego de 15 años de lucha por la independencia se fundaba la República de Bolívar y con ella el colonialismo interno. Este proceso inicia, según la historia “oficial” un 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca a la cabeza de grupos de elite criollo mestiza, muchos de ellos herederos de sectores privilegiados de la colonia que, mediante un cambio de camiseta, cooptaron el poder dentro de una nueva estructura estatal que dejó de lado a las mayorías poblacionales que involucraban a indígenas y mujeres, entre otros. Así, junto al denominativo de colonialismo interno empezó una nueva etapa de etnofagia contra las naciones indígena originarias que venían resistiendo por tres siglos al régimen español, el cual pretendía la eliminación de las grandes mayorías a las que habían sometido y explotado desde su llegada en un proceso equívocamente llamado colonización, normalizando una lógica vertical para justificar las desigualdades sociales, políticas y económicas.

198 años de Bolivia, resulta prudente realizar una revisita al devenir de nuestro proceso sociopolítico que se mueve en medio de un tiempo complejo lleno de amenazas y pugnas, externas e internas, las que pretenden retomar el poder, incluso más allá del apoyo popular y el respeto a los principios democráticos, amparados por la Constitución Política del Estado. Cerca al bicentenario, cada vez más, es menester cuestionar los periodos históricos y el papel que jugaron, y juegan, las/los miembros del sujeto social que es la base organizativa de este país, acertadamente constituido como Estado Plurinacional con el aval de legitimidad otorgado por las urnas donde se definió el cambio del horizonte para una anquilosada y devaluada república. El inicio del siglo XXI llegó como el momento de quiebre para derrocar el último periodo republicano dominado por una lógica neoliberal que profundizó una crisis estructural, indicador ineludible de la necesidad de un cambio de viraje en la forma de entender al país, transformando el Estado aparente en un Estado integral.

Para llegar a concretar una estructura plurinacional, tuvimos que aprender de los resabios del nacionalismo el cual pretendió una perversa homogenización anulando las identidades, idiomas y, en resumen, todo principio de pluralidad, el cual sigue siendo la base social de nuestro país. Así, no podemos dejar de mencionar el intento revolucionario de 1952 que bajo una bandera campesina, minera y popular plantearon sugerentes cambios en la estructura estatal y social de Bolivia pero que, los sectores políticos tradicionales, terminaron traicionando ante la incapacidad de leer y comprender con mayor profundidad la realidad de nuestros pueblos y naciones originarias, mayoritarias de nuestra población. Cerca de los dos siglos de existencia, han pasado muchos hechos que no podemos dejar de lado para entender el acontecer actual que, con el proceso de cambio y la revolución democrática y cultural, han logrado cambios profundos en el relacionamiento que tenemos entre sectores sociales mediante el respeto de las identidades habiendo superado miradas folklorizantes de la cultura para transitar hacia el entendimiento de las naciones, junto a toda su estructura y componentes, que se interrelacionan y siguen aportando a la descolonización pendiente del Estado Plurinacional vigente hace poco más de una década.


lunes, 31 de julio de 2023

NO SE BAILA ASÍ NOMÁS


El título del presente artículo corresponde a una publicación sugerente, que salió a la luz el año 2012. En los dos tomos que corresponden a “No se baila así no más” la autora, Eveline Sigl, busca profundizar el análisis de las danzas de la parte andina de Bolivia superando una superficialidad que suele venir con la, peligrosa, folklorización de la cultura y que se presenta bajo la superficialidad de la tradición y la costumbre, como slogan. Así, desde la Antropología y etnografía, busca problematizar y también polemizar este análisis para que desde ahí se logre niveles de profundización en este replanteamiento del sentido del bailar, en medio de las dinámicas culturales que nos llevan a la innovación que permite la vigencia de las identidades y sus culturas pasando de generación en generación.

 

Partiendo de estas lecturas, podemos aterrizar este análisis en lo que compete a la cultura y la identidad de la Nación Chichas con el caso de Tupiza, que sin duda proyecta como bandera la importancia y peculiaridad en medio del entramado de las culturas del territorio boliviano. Así, entre las principales manifestaciones colectivas está lo que se denomina como carnaval chicheño y es presentado, mayoritariamente, al ritmo de las anatas (variación de la tarka andina), en detrimento de la caja y el erke. No obstante, si consideramos el calendario agrícola y festivo, desde donde se originan las danzas, debemos introducirnos en las épocas del ciclo dividas en: seca y húmeda. En medio de estos contextos, vinculados al tiempo de la naturaleza y los cultivos, vienen las manifestaciones festivas donde las anatas corresponden al tiempo húmedo-fértil mientras que para la época seca se tiene a los sikus como instrumentos de viento que acompañan, también, a fiestas religiosas como ser el Tata Santiago. Entonces, cuando llevamos adelante un tipo de celebración, ahí están vinculados aspectos, incluso, energéticos desde la madre tierra a los cual aportamos con estas fiestas para lograr equilibrios necesarios en el logro de la producción desde las comunidades.

 

Como un segundo elemento, podríamos considerar la vestimenta que utilizamos en estas manifestaciones culturales e identitarias. Primero, compartimos las abarcas que son característicos de la población campesina para el trabajo de la tierra y producir los ineludibles alimentos que llegan desde espacios rurales hasta la comodidad de los mercados urbanos. Por otro lado, tenemos la pollera que directamente es un implemento indígena, con los bemoles coloniales vinculados a su uso, y en los hombres está el poncho que de igual manera proviene del uso cotidiano e histórico de la vida rural. Por último, tendríamos el sombrero chicheño, que es denominado ovejón y se produce hacia el sur de Tupiza en una comunidad perteneciente a Villazón. Entonces, cuando vemos en forma global a todos estos implementos de vestir observamos que ahí está presente la vertiente indígena originaria y campesina del pueblo Chichas. Pero para la población urbana ¿qué representa realmente esta vestimenta?, y es que ¿se trata solo de un disfraz o un traje típico como también se suele denominarlo?

 

Con estos planteamientos, parece existir una contradicción identitaria en cuanto a estos aspectos culturales que parecen haber sido folklorizados y totalmente despolitizados, alejados del contexto de su explicación y sustento histórico. Cuando notamos la construcción que se ha realizado de la identidad de Tupiza, erróneamente planteada como sinónimo de chicheña, esta fue vinculada a un aire de aristocracia y abolengo hispano trascendido en grupos conservadores neocoloniales que buscaron mantener vigente este pensamiento y proyección hasta nuestros días. En este sentido, es fundamental comenzar a derrocar el aspecto folklorizante y superficial de nuestras manifestaciones culturales y afianzar, de manera coherente, los elementos que definen la identidad de la Nación Chichas, donde la danza denominada carnaval chicheño es solo una muestra de todo lo que resta analizar. De manera complementaria, está el reencuentro cultural identitario, real y honesto, con nuestras comunidades, que es donde se mantiene lo más neurálgico del devenir del ser chicheña/ño y que extrañamente pretendemos negar, más allá del instrumental y pragmático disfraz.


domingo, 4 de junio de 2023

FUNDACIONES TRASNOCHADAS

Hace algunos años, muy cercanos todavía, Bolivia ha sido constituida como un Estado Plurinacional construido sobre las bases de la interculturalidad, descolonización y despatriarcalización, por qué no la cualidad laica, como ejes fundamentales para romper las estructuras arcaicas de los estados coloniales. Estos cambios interpelatorios, han permitido a diferentes pueblos repensarse en este nuevo contexto que ha ampliado el ámbito de análisis en torno a diversos aspectos como ser la propia historia que había sido escrita con sesgos perversos para invisibilizar a las otras historias, de resistencia y lucha contra los opresores que en su momento nos habían sometido, para decirlo en términos simples y no tan siniestros de lo que realmente fue ese oscuro periodo para el desarrollo de los pueblos del Abya Yala. Bajo estas miradas, la República de Bolivia fue establecida con esas características y miradas desde el poder, un poder patronal y sectario, denominado colonialismo interno que fue ampliando las desigualdades en diferentes sentidos.

Luego de varias etapas en la historia de Bolivia, ingresado el siglo XX pasamos por periodos como la búsqueda del federalismo, con una guerra de por medio, superando la revolución de tintes nacionalistas, el ingreso del neoliberalismo y dictaduras; todas ellas en detrimento de las grandes mayorías. Estos dos últimos periodos mencionados fueron los que sirvieron de plataforma para que en Tupiza se comience a establecer un tiempo de oscurantismo histórico, cuando bajo la lógica de un grupo de “ilustrados” se imponga (invente) una fundación que doblega toda la historia de lucha y resistencia con un solo hecho, el de celebrar al opresor. Entonces, para la gente de nuestro lugar, debería ser un dato que llama la atención, de inmediato, que el establecimiento del 4 de junio fue realizado en tiempos de dictadura lo cual ya devalúa por completo esta acción impuesta, incluso, sin fundamentos válidos más que la elucubración de unos pocos, carentes de toda legitimidad en ese tiempo de conculcación de los Derechos Humanos, persecución y censura de las libertades.

Han pasado los años y parecería que la memoria histórica ha preferido alegar, cierta, demencia para seguir avalando una falacia histórica sobre la “fundación” de Tupiza que por ningún motivo debería ser celebrada porque nadie celebra el sometimiento, la opresión y la violación; más al contrario se la denuncia y censura, como debe ser. Así, ya no interesa debatir si fue en 1574 o 1535, sino que de una vez se anule esta afrenta a la dignidad chicheña que, haciendo gala a las incoherencias, luego estarán homenajeando el 7 de noviembre en una paradoja inexplicable para nuestra historia. Entonces, cada año que pasa, el debate es más ocioso, pretendiendo validar una fundación trasnochada que anula el espíritu guerrero del pueblo chicheño, que en otro momento será planteado como indomable, que cada 4 de junio es desmentido ante la sombra de Luis de Fuentes. Las instancias estatales correspondientes deberían ser las responsables de dilucidar este tipo de absurdos, pero al parecer todo va a contra corriente y la fiesta puede más que la verdad histórica que devuelva la dignidad a la ancestral Nación Chichas.