lunes, 29 de diciembre de 2014

BISAGRA CRONOLÓGICA

En estos días nos preparamos para realizar un cierre, posiblemente forzoso, de una gestión que tuvo consigo una serie de aspectos que son pasibles de recordar o dignos de olvidar. Como siempre están las polaridades que suelen dar el sentido a la vida (quitándolo o devolviéndolo) ya sean con éxitos y fracasos en los planes que se buscan direccionar nuestras acciones en el día a día con diferentes dimensiones dependiendo de las personas y sus intereses. Sin embargo, no se puede desestimar ninguna de las experiencias vividas de las cuales se adquiere una serie de conocimientos empíricos que se complementan con lo aprehendido en espacios formales establecidos por el sistema, en nuestro caso, plurinacional. Así, podemos entender lo sucedido desde dos ámbitos: el personal y el social-colectivo.

Desde el primer ámbito debemos entender nuestros propios deseos, trabajos, anhelos y proyecciones que bordean el existencialismo fluctuante por lo profundo y frívolo entre los cuales varía en nuestro devenir. También, en una relación con las construcciones sociales se suele asociar este desarrollo personal con las etapas por las que trascurrimos donde se incluye el estudio, profesionalización, trabajo, familia y patrimonio entre otros. De esta manera, se ingresa en un periodo de construcción compartida que enlaza el sentido individual con lo colectivo en el objetivo de la construcción de una sociedad, o en el mejor de los casos una comunidad, que en el establecimiento de las redes configuran los estilos y tipos de estructuras, que en un momento alguien definió como capitalismo, socialismo y comunismo, pero que al final de cuentas tienen un sinfín de configuraciones que matizan la realidad de las personas y sus entornos, así como sus condiciones de vida y formas de relacionamiento.

            Ya en el ámbito colectivo, nos enfrentamos a formas complejas de relacionamiento donde el poder es uno de los principales motores para que la historia siga su curso. Dentro de este aspecto están la política y la economía que son las principales manifestaciones del poder, sin considerar a los micropoderes que se encuentran en cada individualidad y que cobran mayor potencia cuando son sumadas en acciones colectivas que generalmente se direccionan contra el orden establecido, representando el tan necesario contrapoder. Desde esta perspectiva, la política nos deja una año muy marcado por el proceso electoral donde se tuvo como resultado la reelección del Presidente del Estado Plurinacional, que solo tiene de novedoso los nombres de las y los representantes en la Asamblea Legislativa. Bajo un lineamiento similar y electoralista, el 2015 ya comienza matizado por unos atisbos de campaña que pretenden posicionar nombres y siglas como el preámbulo a las subnacionales. En todo caso, la cotidianeidad de la vida y sus recurrencias solo parece ser interrumpida por sucesos como estos que buscan modificar nuestras concepciones y resultados que en muchos casos terminan con una nueva desilusión frente a que ese orden de las cosas sigue inalterable, por lo menos en un plazo inmediato. El paso del 31 de diciembre y el 1 de enero es simplemente una bisagra cronológica entre dos tiempos imaginarios en el calendario gregoriano, que se mezclan con una serie de creencias religiosas, paganas, endógenas y otras que se entrecruzan para darle sentidos propios y adaptados que inserten algo de magia a este cambio de dígito y que el destino de nuestros caminos se vea algo bendecido con una idea de trasfondo que nos dice que este destino no existe y que más bien es definido a cada instante por las acciones y decisiones que vamos tomando enmarcado en el libre albedrío o el humanismo existencialista.   

lunes, 22 de diciembre de 2014

UNA NAVIDAD SIN NIEVE

Nuevamente estamos en las vísperas de la navidad y las personas, en gran parte, se dirigen hacia los centros de comercio para abastecerse de una serie de elementos que supuestamente son parte de esta celebración. Entre estas prácticas se encuentran las muestras de consumismo extremo donde parecería que el nivel de gasto en los regalos y otros objetos son sinónimo de los sentimientos que uno refleja hacia sus familias y el entorno inmediato. Por una parte, tenemos la presencia de los adornos de temporada que han sido asumidos y normalizados para nuestra realidad con tantas contradicciones como un sinsentido en que se cae de forma estructural. Así, como solo un ejemplo tenemos estos objetos que expresan figuras como Papa Noel, pesebres nevados y muñecos de nieve, entre muchos otros. De esta manera nos topamos con que, contrariamente, en nuestro país mayoritariamente no nieva y mucho menos en esta época de transición entre primavera y verano donde se encuentra el solsticio de verano como el paso entre estas estaciones.

Con esta adaptación tenemos uno de los mayores procesos de aculturación en esta parte del mundo donde se aceptó todo un paquete de costumbres que pasaron por un, complicado, sincretismo para tener una navidad a la boliviana con la mezcla de varios elementos, a veces complementarios y también contradictorios. Bajo este mismo lineamiento se han ido estableciendo gran parte de las festividades del ciclo anual, donde de trasfondo el mercado parece ser el determinante de cada una de ellas para su repetición y recurrencia periódica. Sin embargo, este es un efecto de todas las influencias ante las cuales solo somos los reproductores, casi, inocentes y pasivos de estas prácticas donde la economía marca las diferencias dentro de una sociedad, todavía, llena de desigualdades, diferencias y discriminación. Así, se va estableciendo un marco donde se cruzan imágenes como las de personas que caminan indiferentes en la búsqueda de regalos costosos, los cuales se contrastan con familias inmigrantes que se trasladan hasta las principales ciudades con objetivos más modestos como la simple sobrevivencia que es más compleja que la simple mendicidad como la ven gran parte de los habitantes de la urbe.

            En contramano, en algunos lugares (provincias y comunidades) todavía se mantiene una resistencia a las directrices del mercado en la pretensión de conservar tradiciones de austeridad y con otros trasfondos donde se encuentra el origen mismo de esta festividad como fue el nacimiento de Jesús con una carga de valores y objetivos más esotéricos y espirituales. No obstante, se va ampliando la amenaza permanente del sentimiento mercantilista que logra llegar hasta todos los pueblos posibles mediante diferentes mecanismos sutiles y encubiertos en los medios de difusión que se convierten en corresponsables para la expansión de este pensamiento superficial y frívolo marcado por las capacidades económicas para realizar los gastos como si esto fuera un reflejo del cariño hacia las familias. Nuevamente surge una gran necesidad espiritual en medio de todo un sistema superficial para que logremos interpretar los profundos significados de toda la simbología de la navidad muy ligada a la conciencia y el despertar de cada persona en una confrontación y autoconocimiento muy complejo y difícil que es un reto en el día a día y que no se logra responder mediante la superficialidad de la materia que más bien genera un sinsentido en la vida.


“Detrás de las luces y ruidos de la pasajera navidad, pretendemos olvidarnos e   ignorar las sombras y el silencio que siempre están presentes” (EpE).

lunes, 15 de diciembre de 2014

TAMALES CON LLAJUA

Es bien sabido que los procesos culturales vienen muy asociados a las construcciones sociales, por lo cual también son construidas, deconstruidas y modificadas parcial o completamente en el paso del tiempo. Desde este punto de partida debemos realizar un paseo gastronómico por diferentes latitudes del país donde se ubica un alimento del mismo nombre, pero con características diferentes en mayor o menor proporción. Nos referimos al “tamal”, que se encuentra en lugares como Tupiza, con una masa hecha de maíz pelado y relleno con charque y otros ingredientes; en Tarija lo encontramos similar aunque varía en el cuero de chancho (que según las abuelas en Tupiza era preparada con este mismo elemento en años pasados, siendo este el preparado original) que forma parte sustancial en su preparación que además consta de dos segmentos que cuentan con una parte media, lo que inspiró frases como “linda cholita cintura y tamal”. Por último, llegamos a Santa Cruz donde este mismo platillo más bien es parecido a lo que en este lado conocemos como huminta, pero que de todas formas es nombrado como tamal; todo este bagaje se amplía aún más si nos remontamos hasta México donde la variedad se agranda considerablemente. Así, con esta primera aproximación nos topamos con una dificultad en cuanto a una pretensión de patrimonializar este bocadillo tan peculiar en tierra chicheña.

En la misma línea que busca identificar cualidades y particularidades chicheñas, nos encontramos con la caballería chicheña que no podría tener un sentido ni explicación si eliminamos los encuentros y desencuentros con los colonos españoles que trajeron consigo estos equinos para que ahora sean parte fundante de nuestra identidad. Pero con este tipo de ejemplos solo se busca mostrar la movilidad y dinámica de las culturas que se van transfigurando en base a las realidades y contextos del devenir de la historia, en base a lo cual se construyen las bases identitarias. Aquí jugamos con aspectos como las relaciones de la intra e interculturalidad que demuestran desde una categorización muy actual esta misma condición de los relacionamientos y conflictos entre culturas, e incluso dentro de una misma cultura. Pero este tipo de estrategias son las que permiten mantener vigente a un grupo cultural dentro de un entorno tan complejo y variado como el boliviano donde se considera a este aspecto como uno de los principales baluartes de nuestra riqueza inmaterial.

Con seguridad lo que se conoce actualmente como la cultura chicheña es producto del encuentro de muchas vertientes que influyeron en lo que entendemos en la actualidad como estas subjetividades e identidades colectivas. Así, encontramos aspectos originarios, coloniales, republicanos, transfronterizos y contemporáneos entre muchos otros; los cuales vienen deconstruyendo y replanteando a cada momento la cultura chicheña actual. Asimismo, los actores involucrados en este cometido son los principales responsables de fluctuar entre la estática romántica y lírica de esta línea o más bien convertirla en una actividad permanente unificando lo autóctono y la estilización moderna acorde a las realidades actuales. Así, en un evento propiciado por el Ministerio de Culturas se pudo apreciar a lado de los tamales tupiceños un plato de llajua, lo cual fue cuestionado por una inexactitud de la forma de comerlos; no obstante las costumbres gastronómicas o preferencias y gustos son simplemente eso y no se han constituido en normas rígidas y cerradas que empantanen una cultura en frivolidades como la manera correcta o no de comer un platillo tradicional. El buscar la innovación, ya sea desde el paladar, no significa un sacrilegio a una cultura que de por sí se encuentra lejos de un esencialismo abstracto y más bien puede estar presente de forma tangible en otros espacios que rompen con las limitaciones locales o regionales. El encasillamiento de elementos que pretenden ser impolutos solamente muestra un ensimismamiento innecesario que puede terminar sofocando las prácticas culturales y su relacionamiento con otras poblaciones y culturas. Este hecho, principalmente ha develado un sentimiento negativo de nuestra población que siempre busca el eslabón débil de cualquier cadena propositiva y gestión que se realice para la región lo cual puede devenir en una ruta perversa que nos vaya aislando de nuevas proyecciones, ya sean externas o internas. Así, otra vez debemos prestar atención a una frase muy llamativa del Himno a Tupiza, que dice “es la tierra soberbia la nuestra”; a la espera que transformar la misma en una apertura necesaria para poder ser gestores de esa histórica cultura que continúe produciendo y proponiendo, más que carcomiéndose y anulando lo avanzado. Esa llajua combinada con los tamales deberá ser el llamado de atención para continuar con una gestión cultural activa y dinamizada en espacios que rompan con la miopía a la que posiblemente nos vamos acostumbrando, con serios riesgos de etnocentrismo totalmente desacertado en estos tiempos de glocalización. 

lunes, 1 de diciembre de 2014

CERÁMICA EN LOS CHICHAS


Entre la serie de vertientes culturales existentes en los Chichas la cerámica ha tenido una fuerza dentro del territorio donde destacan localidades como ser Chagua y Berque que han mantenido vigente este arte por varias generaciones logrando captar muchos elementos simbólicos de la población al igual que la cosmovisión propia del lugar. Así, encontramos documentadas dentro de estas producciones muchas etapas de la historia cotidiana de los pueblos del sur. De igual manera, la cerámica encontrada en diferentes sitios arqueológicos quedan con el pendiente de ser estudiados a profundidad por técnicos especialistas en el área, lo cual con seguridad brindará nuevas e importantes luces sobre nuestra cultura, ante este vacío se debe reconocer los aportes de Dante Ángelo que ha trabajado al respecto, pero todavía queda mucho margen por seguir profundizando.

            Como parte de este reconocimiento a la región como creadora de productos cerámicos nos encontramos con eventos de importancia como el sucedido el pasado 2013 con el Tercer Simposio de Cerámica Tradicional y Artística; realizado en Tupiza y con participación de una serie de artistas vinculados a este ramo. Para esta realización se tuvo la participación del Museo Nacional de Arte dependiente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia quienes junto a la Escuela de Bellas Artes Alfredo Domínguez y otros apoyos lograron ejecutar este importante encuentro de artistas. Desde esta perspectiva nuevamente llegamos hasta los dos lugares citados, Chagua y Berque, hacia donde se dirigieron los participantes para conocer los procesos de elaboración y producción que se mantiene por muchos años, encontrándose en Berque con una vasija de siete metros de alto como una muestra de la gran capacidad que tienen los artesanos del lugar y como un icono de la representatividad en este espacio. Así, desde la visión urbana existen varias iniciativas que buscan promover aún más esta práctica como la existencia de la Asociación UCAB que trabaja con la producción de cerámica con identidad propia.


Dentro de la misma temática, como parte de los festejos por la Batalla de Suipacha y matizada por una exposición pictórica de artista tupiceños, el pasado 5 de noviembre se presentó en La Paz el libro “Tierra, Aire, Agua, Fuego y Arte” de la autora Nedda Ramírez Rivas donde se encuentra una serie de elementos para el análisis de la cerámica ya sea a nivel general así como en un espacio más reducido como el caso de Chagua con características propias y singulares. Así se hace una mención de la cerámica en la Nación Chichas donde se describe las distintas formas de entenderse este arte con las diferencias con otros espacios productores de cerámica en el país y el mundo. Desde este abordaje, el libro presentado se abre como una nueva propuesta de análisis y encuentro con los Chichas donde se vincula de forma integral varios aspectos de las vivencias cotidianas, donde se encuentran lo cultural- económico como aspectos complementarios de un mismo proceso productivo y que superan el mismo, por la perspectiva del libro. De esta manera, la cerámica en los Chichas es otro importante factor integrador de nuestros pueblos en ese intento de reconstituir la Nación Chichas donde la capacidad productiva estará muy ligada a la autonomía y la autodeterminación chicheña donde las mujeres brindan un aporte mayor desde este lugar. Este 1 de diciembre el Museo Nacional de Etnografía y Folklore (MUSEF) será el espacio donde nuevamente se presente este libro como un derrotero de arte y cerámica para introducir el conocimiento de la Nación Chichas en la actualidad.