lunes, 12 de diciembre de 2022

EL FUTBOL SUYO DE CADA DÍA

 

Foto: Internet.

En 1993, hace veintinueve años ya, En todos los rincones del país se celebraba la clasificación histórica de la selección nacional al Mundial del Fútbol de Estados Unidos 1994. Con seguridad que fue uno de los eventos que como se calificó en otro momento posterior, unificó a la identidad nacional siendo uno de los principales factores de cohesión en este sentido dejando de lado otras diferencias, desde las más superfluas hasta las más estructurales. Fue un tiempo de regocijo hasta que nos tocó enfrentar a selecciones de Alemania, España y Corea del sur en primera fase del campeonato. Entre medio de esos partidos se iba diluyendo las alegrías pasadas para un retorno a la realidad del futbol masculino boliviano con todos sus dimes y diretes. Así no quedó de otra que el retorno del onceno luego de despedirse de la copa futbolística, quedando muchos álbumes llenados con la satisfacción de tener a la verde entre sus páginas, digno de un enmarcado para el recuerdo.

Luego de aquella saga, han pasado casi tres décadas y la selección boliviana solo ha traído esperanzas truncas en la búsqueda de repetir lo ocurrido a principios de los años ’90 y una necesidad de replegarse a la liga de fútbol que tiene sus propias dinámicas y bemoles. Al respecto, podríamos referirnos a la cultura futbolística inmersa en los partidos locales entre representaciones locales-departamentales, donde el sentimiento y pasión buscan resguardo y amparo ante otros vacíos. Posiblemente a eso se debe el tipo de expresiones que se presentan en los encuentros y desencuentros futboleros donde los más negativos “ismos” son pan del día. Así nos encontramos con racismo, machismo xenofobia, misoginia y demás que seguramente son el aliciente necesario desde la tribuna para respaldar a la victoria de uno u otro equipo. De esta manera, los ampos de futbol son los caldos de cultivo y escuelas de reproducción de este tipo de afirmaciones y prácticas que, con seguridad, recaen, a la larga, en alguien en específico, ya no en palabras sino en hechos.

2022, y nos encontramos en pleno mundial de fútbol, nada más que en un país, algo desconocido, como Qatar. Ya de por sí, se vinieron generando cuestionantes sobre esta sede, principalmente por las violaciones y vulneración de los Derechos Humanos (vaya coincidencia con el 10 de diciembre), sobre todo que atentan contra las mujeres de dicho país. Sin embargo, estas denuncias quedan en el nivel mediático y coyuntural, como es costumbre en los medios, hasta que se presente un nuevo “show mediatico” al cual buscarle el rating. Así, superando el tema espacial y la necesidad de ingresar en un análisis complejo respecto de la realidad qatarí, la hinchada futbolera busca a dónde adscribirse, futbolísticamente hablando, para hacer gala y regodearse en algo tan popular (que según Borges decía “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”) aunque no tengamos a la verde en aquellos confines. Así, la necesidad de una presencia y representación en este evento deportivo nos lleva a buscar afinidades, que podríamos resumir en las selecciones latinoamericanas, de las cuales solo queda Argentina, tal vez, bajo un principio internacionalista sin que tenga mucha relación con ese fantasma o cualquier cosa política. De esta manera, vamos buscando sentidos, ahora desde el fútbol, para animar la jornada, dejando de lado otras problemáticas que en otro tiempo eran atendidas con “pan y circo” a las que los mundiales, según dicen, tuvieron papeles similares, incluso en estos días con la denominada “cortina verde”. Ya pronto termina el certamen futbolístico, para volver al tedio de la realidad, donde buscaremos nuevos sentidos a la vida y, sobre todo, dónde regodear nuestros sentimientos de pertenencia a costa de identificar al otro, y armarlo como el enemigo a derrotar, no en la cancha sino en espacios más complejos y perversos que reflejen nuestras pasiones de dentro de la cancha, para afuera de ella.

lunes, 14 de noviembre de 2022

REVISITA NECESARIA

El pueblo de Tupiza suele embanderar su prolífica historia que ha influido en la construcción de la identidad la cual, junto a otros aspectos, sin duda tiene una serie de aspectos y momentos emblemáticos que la pudieran ubicar en un sitial importante a nivel nacional. Sin embargo, todavía quedan asuntos pendientes que generan contradicciones en esta construcción sociohistórica y que causan efectos contrarios a los que se suelen poner como relevantes en el devenir de este lugar. Como eje central, se presenta al pueblo tupiceño (a veces chicheño) como guerrero y valeroso, que no se dejó doblegar por el imperio incaico, primero, y luchó por la libertad y la independencia del Alto Perú, después. Por su parte, este tipo de situaciones genera otras contradicciones, complejas, relacionadas con lo identitario, en relación con lo étnico y la mirada señorial asociada a la tupiceñidad, que se mantiene hasta nuestros días. 

En este sentido, hace algunos días, 7 de noviembre, hemos conmemorado un nuevo aniversario de la Batalla de Suipacha que es presentado en el plano histórico nacional como la primera victoria armada del Alto Perú y el bautizo de fuego para el proceso independentista. Sin duda, este hecho es fundamental para validar esa imagen libertaria que se va a proponer para la guerra de los 15 años donde el territorio chicheño (Suipacha y Tumusla, principalmente) fueron los espacios para la primera y última victoria por la independencia y posterior creación de la República de Bolívar. Al respecto, todavía queda pendiente un estudio a profundidad respecto de los actores y actoras que estuvieron presentes en esta etapa, desde una mirada de su pertenencia a un determinado estrato social y quién fue realmente el sujeto social que dio cuerpo a esta gesta anticolonial, poniendo atención en la población indígena y las mujeres que quedaron al margen de los heroicos relatos históricos que manejamos hasta la actualidad y donde resaltan solo algunos nombres como Arraya, entre los principales. 

Temporalmente hablando, resultó muy cercano un evento que se realizó en la ciudad de Tupiza y que se refiere a otro momento histórico que tiene que ver con la “fundación” colonial de Tupiza. Con seguridad que hasta la anterior oración ya se tendrá un criterio sobre la profunda contradicción existente en la historia, y sobre todo las y los historiadores de Tupiza, cuando por una parte enaltecen la gesta libertaria contra la colonia en la Batalla de Suipacha de 1810 pero por otra no logran el desapego de una falacia histórica que celebra, según dicen, la fundación colonial de este lugar, aceptando una fecha de sometimiento y violencia contra nuestro pueblo con la llegada de esos nefastos personajes a nuestras tierras, ya sea en 1535 o 1574, eso es lo de menos. No obstante, desde una mirada positiva, el encuentro mencionado permitió tener una salida a esta contradicción e incoherencia, donde se cambie el denominativo de fundación por otro que apele a la tradición que fue el mecanismo de aceptación de una falacia y que hasta la actualidad es celebrada sin mayor cuestionamiento más que el de pequeños círculos que dedica un tiempo a reforzar o cuestionar este tipo de aspectos. 

Con estas dos miradas y fechas, totalmente contradictorias, podríamos concluir que, superando este tema histórico, con seguridad encontraremos otras grandes incoherencias en la construcción identitaria que no se logra entender de forma plena e integral manteniendo el espíritu aristocrático como pilar de esta parte del país. Entonces, se hace necesaria una revisita a estos elementos que, en muchos casos, ha sido causante de animadversión con pueblos hermanos, incluso pertenecientes al ancestral territorio chicheño, pero que ha terminado por tener graves fisuras, alejamiento y negación mutua por intereses de propios y extraños, profundizados en tiempos de la república. Estos aspectos, son importantes de revisar, incluso, para la proyección que se vaya haciendo de nuestras provincias, hacia adelante, para plantear agendas de desarrollo común precedida por la integración; no obstante, es urgente esclarecer estas contradicciones que, como en otros espacios, pueden afectar a nuestro tejido social, hacia adentro y afuera.


lunes, 11 de abril de 2022

SOBRE COSTUMBRES Y TRADICIONES

todojujuy.com


La cultura es uno de los ejes centrales que constituyen la identidad en los Chichas, lo cual ha conllevado varias discusiones al respecto, los que fueron planteados desde diferentes puntos de vista, bajo una necesidad recurrente de seguir analizando los derroteros de esta construcción. Entonces vuelve al debate el tema de las costumbres y tradiciones que se han vuelto una especie de facilismo, muchas veces, sustentado en el desconocimiento o ignorancia de las personas ante una determinada situación en la cual se participa, la mayoría de las veces automáticamente. En este sentido, se ha ido generando y fortaleciendo todo un discurso que se ve involucrado con la defensa por estas prácticas, que lamentablemente pueden llegar al sinsentido, con ausencia de argumentos con el paso del tiempo y todas las posibilidades de explicar un, posible, origen, así como la razón de su preservación y reproducción. Bajo esta línea, casi todos los sectores de la población han generado una especie de acuerdo o consenso al respecto, para defender a ultranza todo lo que esté vinculado a esta esfera de la vida cotidiana. Incluso las posiciones políticas se ven atenuadas en este espacio donde se aplican otro tipo de estrategias y mecanismo para hacer uso, utilitario, de la cultura en favor de verdes y colorados.

Por otra parte, al referirnos a la cultura no podemos alejarnos del tema mercantil ya que casi en todo tipo festividades, el mercado es el que regula y hasta define las características de las mismas, para lo cual tenemos una variedad de ejemplos con “innovaciones” culturales y modificaciones que se hacen en las costumbres y tradiciones, supuestamente ancestrales o de antaño. Vamos acercándonos a lo que se conoce como folklorismo o folklorización de las culturas donde el carácter comercial, en pleno, es el mayor percutor y justificativo de todas las expresiones y la frivolidad toma control total de las expresiones culturales, y peor aún de la identidad de los pueblos. De esta forma, el paraguas cultural se va reduciendo, lamentablemente, hacia reproducciones mecánicas que repiten de manera vacía el discurso de las costumbres y tradiciones, dañando en sobremanera aspectos de profundo raigambre que han fundamento tal o cual manifestación o festividad. Junto a esta situación se desenvuelven polémicas y grandes debates sobre el respeto por la “cultura” junto a sus costumbres y tradiciones.

Nuestro país, así como gran parte de vecinos, cuenta con una gran riqueza en lo que corresponde a culturas e identidades por lo cual es fundamental superar estos reduccionismos culturalistas folklorizantes para poder seguir avanzando en la dinámica compleja correspondiente a esta parte de la cotidianeidad. Dentro de las Ciencias Sociales se han ido avanzando los estudios al respecto, donde Bolivia ha tenido aportes fundamentales, así hemos superado categorías como lo monocultural, la multiculturalidad, pluriculturalidad; llegando hasta la interculturalidad como eje de lo Plurinacional, que es un punto fundante y de quiebre en el debate, una vez superado el tedioso y anquilosado culturalismo. Bolivia se constituye como un Estado Plurinacional, donde las Naciones y Pueblos Indígena Originarios sientan presencia reconocidos en lo social, cultural (incluido lo intra e intercultural), político, económico y, hasta, jurídico; de esta forma el avance es muy importante. Al pertenecer a esta realidad, contexto y coyuntura, es tiempo de que vayamos madurando en la capacidad de reflexión respecto de nuestras culturas e identidades, principalmente en espacios donde utilizamos a la identidad como bandera fundante de lo que fuimos y lo que somos. Pero a la vez, estas características culturales e históricas deberán ser pilares para proyectar los derroteros, y no queden en la retórica y discurso para justificar la reproducción y el sinsentido colectivo.

martes, 29 de marzo de 2022

LA NACIÓN CHICHAS ANTE EL BICENTENARIO

 


Luego de haber superado la crisis política del año 2019, que se extendió hasta finales del 2020, y teniendo de por medio a otra crisis sanitaria, ya de alcance mundial con el COVID-19 con la muerte de miles de personas a nivel nacional y millones en todo el planeta. El devenir nacional viene marcando un hito importante en el país que viene hablando y trabajando en torno al, cercano, aniversario de los 200 años de fundación del, actual, Estado Plurinacional de Bolivia. En este cometido, se ha tenido avances dentro de las algunas acciones, como ser la constitución de la Delegación Presidencial para el Bicentenario de Bolivia que junto al Consejo Nacional del Bicentenario deberán consolidar propuestas para el Plan Estratégico Nacional del Bicentenario 2020-2025 (Decreto Supremo N° 4457 del 21 de enero de 2021). De igual manera el Decreto, en su Artículo 7° consigna la participación dentro del Consejo, con derecho a voz, a Representantes de organizaciones sociales, instituciones privadas y de convenio siempre que su intervención esté relacionada a los fines y objetivos del Consejo; entidades e instituciones públicas y otras que el Consejo considere necesarias. Asimismo, el citado Decreto, en su Artículo 4°, menciona que el Ministerio de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización deberá destinar hasta un quince por ciento (15%) de los recursos del “Fondo de Fomento a la Educación Cívico Patriótica”. Como un plus a esta instancia, no podemos dejar de lado el importante aporte de la Biblioteca del Bicentenario, que ya lleva unos años de vigencia.

 

A partir de estas políticas nacionales es importante rescatar y resaltar el determinante aporte de los territorios locales dentro del proceso independentista del Alto Perú, para ver consolidada la nueva República de Bolívar, todavía con muchos bemoles y pendientes. Así, al circunscribirnos en territorio chicheño, nos encontramos con acontecimientos fundantes dentro de la emancipación como ser las Batallas de Cotagaita (1810), Suipacha (1810) y Tumusla (1825). Cuando revisamos la historia oficial de Bolivia, notamos que las batallas citadas no han sido consideradas en su real magnitud e importancia y quedan en un segundo plano, si es que han sido mencionadas. No obstante, al tratarse del Bicentenario de Bolivia, podemos concentrarnos en lo ocurrido el 1 de abril de 1825, con la victoria patriota al último representante de la corona, Pedro de Olañeta, a decir de la Batalla de Tumusla encabezada por Carlos Medinacelli. Este hecho dio lugar a la consideración de que en este lugar debería haberse fundado la República por su importancia histórica, quedando hasta la actualidad con la frase emblema de “Aquí nació la patria”.

 

Sin duda, este tipo de argumentos deben ser puestos sobre la mesa de debate de manera constante en un escenario nacional, lo cual debería haber sido trabajado durante la Asamblea Constituyente y que ahora es determinante en el reconocimiento de la nación Chichas a nivel constitucional. Sin embargo, aprestándonos a la celebración de Bicentenario, es importante ir construyendo propuestas integradoras del territorio ancestral chicheño para que el 2025 sea una oportunidad de visibilizar los aportes, arriba, mencionados. En este sentido, el pasado año, el Profesor Edgar Murillo Huarachi (Divulgador y Escritor de la Historia de los Chichas y Tupiza) publicó un sugerente texto bajo el título de “Propuesta: La Región de los Chichas rumbo al Bicentenario de la independencia de Bolivia” (https://www.facebook.com/tupiza.escribe.16/posts/347353226822328) donde se esbozan algunas sugerencias en aprestos a dicho acontecimiento. Estos planteamientos pueden ser el paso inicial para empezar un proceso de organización dentro de los municipios chicheños, lo cual además sería importante para profundizar en la integración histórica, todavía pendiente. Para ello se requiere de la iniciativa, organización y participación de toda la población chicheña ubicada en todo el país e incluso fuera de él. Con lo manifestado, es más que seguro que quedan varias tareas hacia adelante y que, parafraseando al colega Álvaro Careaga, volveremos sobre el particular…

lunes, 14 de marzo de 2022

BASE PLURINACIONAL CONTINENTAL

Fuente: https://www.facebook.com/gabrielboric

En algunos textos históricos y sociales, existe un dato muy sugerente que nos puede provocar más de una inquietud; a decir que en el actual territorio boliviano se hablaba más de 100 idiomas originarios, de los que hasta la actualidad han sobrevivido solo 36 según datos oficiales y constitucionalizados; aunque quedan otros pendientes por formalizar como, por ejemplo, los correspondientes a la Nación Chichas y Nación Yampara. Justamente, la plataforma idiomática es uno de los ejes alrededor de los cuales se centra el planteamiento de la existencia de varias naciones dentro de un territorio correspondiente a un Estado, denominado Bolivia. Por su parte, entendemos que el registro y vigencia de estos idiomas originarios dan paso a cosmovisiones y culturas que, junto a todas sus complejidades, han pervivido en el tiempo, superando etapas difíciles de persecución e intento de abolición por parte de diferentes coyunturas como la colonia, la república o el periodo neoliberal, junto a otros proyectos como el nacionalista homogeneizar y monocultural.

 

En la experiencia propia del contexto boliviano, conocemos los diferentes procesos que se tuvieron que superar, principalmente con la lucha y resistencia de los pueblos ya las mayorías de la población, teniendo como tarea pendiente la descolonización en todos los sentidos. Con este marco, existió siempre una contradicción entre los intereses de los grupos elite controlando la estructura estatal, esta vez bajo los márgenes del colonialismo interno y la patrimonialización del poder concentrado en pequeños grupos, incluso familias. A partir de estas condiciones, se mantuvo una lucha permanente por la reivindicación donde se vayan ampliando los derechos y la participación en la toma de decisiones y, por qué. no en la propia toma del poder. Fueron todos estos aspectos los que llevaron al avance de la recuperación del Estado para, desde ahí, convertir las reivindicaciones en políticas pública y leyes que vayan profundizando los cambios estructurales consolidando, mediante una, altamente participativa, Asamblea Constituyente para refundar el Estado.

 

La memoria histórica de los pueblos llevó a que, en Bolivia, así como en Ecuador, se impulse procesos sociopolíticos enmarcados en la plurinacionalidad, proveniente de varios elementos y fundamentos históricos y reivindicativos. Así, la propuesta plurinacional ha logrado permear los límites nacionales para avanzar hacia otras latitudes como, en este caso, la República de Chile, que actualmente se encuentra dentro de una Convención Constituyente que debate seriamente sobre la consolidación de, también, un Estado Plurinacional. En este sentido, es importante, además, el ingreso de un ala progresista al gobierno chileno, con sugerentes aires de renovación de la caduca política heredera del pinochetismo y que ahora propone cambios desde las vertientes ambientalistas y feministas, además de la presencia determinante de los pueblos indígenas originarios de ese territorio ancestral. De esta manera, parece ocurrir que dentro del continente se va ampliando un proceso de reencuentro con las identidades originarias que fueron gobernantes de los territorios del Abya Yala y vieron cortados sus propios desarrollos, sobre todo, con la llegada de los colonos ibéricos que pretendieron erradicar con la fuerza en una mano y con la biblia en la otra nuestra herencia endógena ancestral. No obstante, la resistencia de, los, denominados, 500 años ha logrado pervivir en el tiempo y ahora emerge nuevamente no solo en Bolivia sino con muchos ecos continentales.

lunes, 28 de febrero de 2022

CARNAVAL Y LA REIVINDICACIÓN INDÍGENA

 

Foto: Facebook Charly Bernal Fotografía

Las características socioculturales del carnaval en Tupiza, también llamado y proyectado como carnaval chicheño, encierra consigo una serie de representaciones y simbologías, las cuales en la mayoría de las veces son minimizadas y, hasta, banalizadas. En este sentido, es importante que empecemos a observar en un ejercicio, casi, etnográfico todos estos significados y significantes que al final de cuentas reproducen la cultura de los chichas y da cimientos a la identidad regional. Dentro de este ejercicio, podríamos remitirnos a diferentes autoras y autores que hicieron un levantamiento de información, sobre todo, histórica, o desde la crónica, de lo que muestra la fiesta del carnaval en nuestro contexto, a partir de las peculiaridades de esta parte del mapa. En tal cometido, en esta ocasión podemos citar uno de los libros más emblemáticos, entendido como un libro etnográfico que logró capturar imágenes y escenas de la vida cotidiana, como indica su autor, a mediados del siglo XIX y desde la mirada de un niño.

 

“Era en Tupiza, más ó menos como en todas las aldeas i aun ciudades. [Carnaval] [c]omenzaba solo cuando entraba al pueblo un individuo estrafalariamente vestido, que vivía en el campo i al cual los indios amigos obligaban por fuerza á marchar delante de ellos, golpeándolo cuando se resistía ó procuraba huir; por fin, adentro no hacía más oposición é iniciaba los bailes, cantos, saltos i locuras de todas clases. La población, desde ese momento, se enloquecía también, bailaba en las calles, cantaba, hacía ruedas tomándose de las manos, sin distinción de sexos ni de clases; se veía algunas mascaras con trajes ridículos.

 

Estas diversiones se interrumpían para beber chicha, comer ají (plato especial del país) i naturalmente, tras de este entreacto, los bailes continuaban mas i mas animados, hasta la noche, en que la embriaguez de los indios era indescriptible.

 

Lunes i martes de Carnaval, todo continuaba lo mismo, hasta que el indio, símbolo de la fiesta, era expulsado á pesar de oponer la misma resistencia que á su entrada; i todo terminaba dejando como recuerdo algunas alegrías, muchos pesares i no pocas enfermedades i aun muertos, como resultado de los excesos perpetrados” (sic) (Aguas Abajo de Eduardo Wilde).

 

Sin duda el texto de Wilde nos muestra algunas líneas de interés que nos permiten rastrear singularidades del carnaval de aquella época, donde la presencia del “indio” demarcaba el inicio, desarrollo y final de la fiesta, junto a su ingreso y salida, entendemos, de la urbe. No obstante, lo antes mencionado, con seguridad que hoy en día se desconoce estos hechos y la fiesta del carnaval toma otros elementos que lo explican y construyen. Pero, queda presente una participación fundamental que se manifiesta en la fiesta a decir de la presencia indígena campesina que, al son de las anatas o la caja y el erke, se reivindica año tras año sentando presencia a su llegada magistral desde diferentes comunidades y llevando consigo lo más profundo de la identidad chicheña. Por su parte, los conflictos identitarios de la urbe, hacen que se generen contradicciones en la población que acepta, en el marco desorientado de la folklorización y el disfraz, a lo indígena expresado en las abarcas, el poncho, la pollera, el sombrero y demás sin lograr engranar plenamente en los profundos significados implícitos que van más allá de la vestimenta y tienen que verse desde la cosmovisión. Así, cuando va pasando el regodeo de la festividad, se retorna progresivamente al desconocimiento de esta simbología y significancias, para buscar en otras vertientes los sentidos identitarios que fluctúan, confusamente, entre la tupiceñidad y la chicheñidad.

lunes, 24 de enero de 2022

PERSPECTIVA PLURINACIONAL

 

Han pasado 13 años desde la refundación del Estado, en un proceso transitorio entre el republicano y Plurinacional. En este marco, la fundación de la República estuvo marcada por características sugerentes dentro de un periodo liberal que logró permear en las estructuras estatales de aquel tiempo, además de la base patriarcal implícita. Parte de esa influencia en la generación del sentido independentista vino desde Francia que había transcurrido por una revolución (1789) que significó la abolición del Estado monárquico y el advenimiento de un Estado con aires más democráticos y modernos. Estos fueron los vientos que llegaron, con mucha fuerza, sobre todo, hasta espacios académicos como la universidad donde se fue madurando estas ideas junto a procesos propios que se desarrollaban en el territorio altoperuano. De esta manera, entre 1809 y 1810 se fueron desplegando una serie de levantamientos desde el ocurrido en Charcas, La Paz y el de Suipacha, denominado el bautizo de fuego del proceso independentista.

 

No obstante, retrocediendo en el tiempo, 1781, debemos considerar un hecho altamente relevante, donde los pueblos indígenas gestaron un gran levantamiento contra la colonia donde participaron líderes y lideresas como Bartolina Sisa, Tupac Katari, Tupac Amaru, Tomas Katari en una gesta que se extendió por gran parte del Alto y Bajo Perú. Esta insurgencia significó el planteamiento de un proyecto de país, en el marco de la autodeterminación de los pueblos, donde se debería anular el régimen colonial e incluso se planteaba retornar al Tawantinsuyu. Sin embargo, esta empresa fue sometida por el régimen y los anhelos de libertad se mantuvieron en letargo algún tiempo más. Así, confirmamos que las luchas de los pueblos no solo se limitan a los 13 años de Estado Plurinacional y sus antecedentes inmediatos, sino que podemos apelar a esa memoria histórica larga de los, denominados, 500 años de luchas y resistencias permanentes, donde los pueblos y naciones indígenas originarias fueron actores centrales, constituidos en los sujetos sociales siempre presentes.

 

El 22 de enero, se celebra el día del Estado Plurinacional, este es el resultado de las luchas referidas en contra de las desigualdades hacia la población mayoritaria del territorio ancestral de las naciones originarias que fueron sometidas y postergadas desde la llegada y desencuentro con los colonos provenientes de España. Sin duda, vivimos otros tiempos y algunas condiciones han ido cambiando mediante una ampliación de derechos, inclusión y reconocimiento de sectores sociales antes, totalmente, excluidos. La etapa previa al Estado Plurinacional estuvo marcada por una serie de luchas contra el modelo neoliberal, lo cual desencadenó la crisis del sistema político y una crisis estructural que dio paso a la convocatoria a una Asamblea Constituyente donde con alta participación se sectores, organizaciones sociales y representaciones políticas se pudo elaborar una nueva Constitución que significó la refundación estatal.

 

Más de una década después, quedan muchas tareas pendientes para que el Estado Plurinacional retorne a la población en un ejercicio dialéctico de ida y vuelta, ya que este surgió de los sectores y organizaciones. Con lo ocurrido en el último tiempo hemos corroborado que el planteamiento plurinacional responde a las demandas históricas de los pueblos pero aún falta ahondar las transformaciones, donde podríamos destacar el reconocimiento pleno de las naciones indígenas originarias, la profundización de las autonomías indígenas, la lucha contra la violencia hacia las mujeres, la reforma a la justicia, la lucha contra la corrupción, entre otras. Pero más allá de estos pendientes, el modelo del Estado boliviano es una propuesta que surge desde el corazón sudamericano y se proyecta, sugerentemente, a la región continental, donde países como Chile vienen promoviendo dentro de la Convención Constituyente la necesidad de reconocer e incluir a los pueblos indígenas dentro del Estado chileno, por qué no un Estado Plurinacional chileno. En este marco, el peso de la historia llega a un punto de encuentro, donde la presencia del sujeto social histórico tiene que devolver la autodeterminación a los pueblos, rompiendo las lógicas del colonialismo interno, lo cual permita avanzar en el paradigma del vivir bien, desde Bolivia como un foco hacia los vecinos.