lunes, 31 de julio de 2023

NO SE BAILA ASÍ NOMÁS


El título del presente artículo corresponde a una publicación sugerente, que salió a la luz el año 2012. En los dos tomos que corresponden a “No se baila así no más” la autora, Eveline Sigl, busca profundizar el análisis de las danzas de la parte andina de Bolivia superando una superficialidad que suele venir con la, peligrosa, folklorización de la cultura y que se presenta bajo la superficialidad de la tradición y la costumbre, como slogan. Así, desde la Antropología y etnografía, busca problematizar y también polemizar este análisis para que desde ahí se logre niveles de profundización en este replanteamiento del sentido del bailar, en medio de las dinámicas culturales que nos llevan a la innovación que permite la vigencia de las identidades y sus culturas pasando de generación en generación.

 

Partiendo de estas lecturas, podemos aterrizar este análisis en lo que compete a la cultura y la identidad de la Nación Chichas con el caso de Tupiza, que sin duda proyecta como bandera la importancia y peculiaridad en medio del entramado de las culturas del territorio boliviano. Así, entre las principales manifestaciones colectivas está lo que se denomina como carnaval chicheño y es presentado, mayoritariamente, al ritmo de las anatas (variación de la tarka andina), en detrimento de la caja y el erke. No obstante, si consideramos el calendario agrícola y festivo, desde donde se originan las danzas, debemos introducirnos en las épocas del ciclo dividas en: seca y húmeda. En medio de estos contextos, vinculados al tiempo de la naturaleza y los cultivos, vienen las manifestaciones festivas donde las anatas corresponden al tiempo húmedo-fértil mientras que para la época seca se tiene a los sikus como instrumentos de viento que acompañan, también, a fiestas religiosas como ser el Tata Santiago. Entonces, cuando llevamos adelante un tipo de celebración, ahí están vinculados aspectos, incluso, energéticos desde la madre tierra a los cual aportamos con estas fiestas para lograr equilibrios necesarios en el logro de la producción desde las comunidades.

 

Como un segundo elemento, podríamos considerar la vestimenta que utilizamos en estas manifestaciones culturales e identitarias. Primero, compartimos las abarcas que son característicos de la población campesina para el trabajo de la tierra y producir los ineludibles alimentos que llegan desde espacios rurales hasta la comodidad de los mercados urbanos. Por otro lado, tenemos la pollera que directamente es un implemento indígena, con los bemoles coloniales vinculados a su uso, y en los hombres está el poncho que de igual manera proviene del uso cotidiano e histórico de la vida rural. Por último, tendríamos el sombrero chicheño, que es denominado ovejón y se produce hacia el sur de Tupiza en una comunidad perteneciente a Villazón. Entonces, cuando vemos en forma global a todos estos implementos de vestir observamos que ahí está presente la vertiente indígena originaria y campesina del pueblo Chichas. Pero para la población urbana ¿qué representa realmente esta vestimenta?, y es que ¿se trata solo de un disfraz o un traje típico como también se suele denominarlo?

 

Con estos planteamientos, parece existir una contradicción identitaria en cuanto a estos aspectos culturales que parecen haber sido folklorizados y totalmente despolitizados, alejados del contexto de su explicación y sustento histórico. Cuando notamos la construcción que se ha realizado de la identidad de Tupiza, erróneamente planteada como sinónimo de chicheña, esta fue vinculada a un aire de aristocracia y abolengo hispano trascendido en grupos conservadores neocoloniales que buscaron mantener vigente este pensamiento y proyección hasta nuestros días. En este sentido, es fundamental comenzar a derrocar el aspecto folklorizante y superficial de nuestras manifestaciones culturales y afianzar, de manera coherente, los elementos que definen la identidad de la Nación Chichas, donde la danza denominada carnaval chicheño es solo una muestra de todo lo que resta analizar. De manera complementaria, está el reencuentro cultural identitario, real y honesto, con nuestras comunidades, que es donde se mantiene lo más neurálgico del devenir del ser chicheña/ño y que extrañamente pretendemos negar, más allá del instrumental y pragmático disfraz.