lunes, 25 de febrero de 2013

VIOLENCIA



Después de haberse conocido el asesinato de la periodista Analí Huaycho en manos de su esposo Jorge Clavijo, un ex miembro de la policía, se fueron manifestando diferentes locuciones desde espacios diversos ocupando así un sitial importante dentro de las principales noticias, análisis y opiniones. Sin embargo, esta situación llama la atención porque al parecer hasta este tipo de noticias y hechos suelen ser utilizados de forma mediática porque son muchos más los casos que acontecen de forma permanente en el país y esto ha cobrado relevancia al tratarse de una mujer periodista, el cual claro que tampoco puede quedar en impunidad. Así, luego de este acontecimiento fueron muchas las personalidades que comenzaron a manifestarse en torno al tema y en el espacio político se llegó al tratamiento de una nueva Ley contra la violencia que partió de la protección específica de las mujeres y que en el debate se amplió a cualquier forma de violencia. Con esta medida hay que esperar todavía los logros y avances que se pueda tener en esta problemática, ya que como en anteriores legislaciones las letras plasmadas en estos documentos fueron insuficientes para luchar contra un tema complejo.

            En este sentido, son sugestivas los usos y costumbres de la población en general que viene reproduciendo de forma normalizada ciertas prácticas que no dejan de lado aspectos como la generación de imaginarios machistas en un orden social otorgando además a los varones el control de la fuerza como innato a su condición genérica. Es por ello que uno de los puntos de origen para tener este tipo de problemáticas de violencia y sometimiento se encuentra en lo cotidiano donde el sistema y las familias vienen implantando estas estructuras de pensamiento en los niños y niñas encasillándolos en ciertos roles y perfiles sociales que a la larga, y con otras influencias, tienen consecuencias desastrosas. Así encontramos la muy común expresión de “macho macho” cuando un niño tiene alguna caída o similar, donde además se dice que “los hombres no lloran”; o para las niñas el siempre riesgoso “te pego, o castigo, porque te quiero” que a la larga puede provocar la asociación del uso de la violencia como una expresión de cariño, ya en una relación de pareja. De igual forma, se encuentran las preferencias lúdicas que se suelen direccionar diferenciando a varones y mujeres, dando a los primeros los juguetes de acción y violencia y a las segundas se les otorga muñecas y juguetes de índole doméstico. De esta manera, posiblemente sin saberlo, en esta esfera familiar se dan los primeros atisbos de la reproducción de un sistema machista en detrimento de las relaciones de pareja que posteriormente se generan en condiciones de desigualdad y dependencia.

            Posteriormente, nos encontramos dentro del sistema educativo donde al parecer existen sectores que todavía mantienen vigente esta visión que conserva las condiciones de superioridad de unos sobre otros y con otras categorías se ahonda las diferencias entre varones y mujeres, pero diferencias en desigualdad y no en complementariedad. Con seguridad que nos encontramos con un tema muy complejo que tiene doble filo al tratar de establecer las mejores relaciones sociales donde se vaya eliminando progresivamente este tipo de taras sociales como ser el machismo, pero tampoco se quiere caer en el riesgo de la equidad confrontacional entre varones y mujeres. Desde este sentido, posiblemente tendríamos como la mejor opción la búsqueda de la complementariedad aplicable en la realidad y no solo de discurso. Así, la violencia tiene diferentes mecanismos subjetivos que potencian formas de interacción que en el peor de los casos se ha normalizado en nuestra sociedad como otra manera opcional de llevar adelante una relación, o peor aun una familia. Por tanto, la violencia se va originando desde un espacio individual interno que tiene como percutor a defectos como la ira, el rencor, el miedo y muchos más que de forma subconciente trabajan en nuestras reacciones desde el nivel más sutil hasta un total adormecimiento que termina en hechos como el asesinato de forma siempre creciente, ahí también está el argumento de que una persona violenta no cambia, o por lo menos no sin un trabajo interno de eliminación de esos defectos inmersos en la psicología que se van potenciando, también, con las vivencias e impresiones del entorno.

lunes, 18 de febrero de 2013

PAPA JUBILADO



Como siempre, cuando las costumbres son alteradas nos llama la atención del por qué ocurrió tal situación; así ocurrió cuando en el mundo escuchamos la noticia de la dimisión de la cabeza de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger. Con esta sorpresiva referencia se pone en cuestión diferentes aspectos que parten de la persona como tal pero que no se pueden quedar al margen de su representatividad hacia una de las instituciones que tiene, ¿o que tuvo?, mucha influencia a nivel mundial. Asimismo esta institución ha logrado constituirse en un Estado vislumbrando así, lo que antes ya estaba muy cantado, el anhelo de ejercer el poder bajo el pretexto de la fe. Junto a esta dimisión se vienen tejiendo diversas especulaciones, en el mayor de los casos, a cerca de los pros y contras además de las motivaciones para que la cabeza católica haya tomado tan extraña decisión. Por tanto, después de cientos de años se conoce algo así donde el actual Papa quedará en retiro por voluntad propia y no por los designios de la naturaleza, como se acostumbraba.

            Cuando se piensa y recuerda el conclave que eligió a Ratzinger como nuevo Papa, no se puede quedar a un lado la imagen de este mismo personaje que años antes formó parte de la juventud hitleriana lo cual quedó plasmado en una fotografía que se conoció junto a las repercusiones luego de su elección. De la misma manera, se fueron emitiendo diversos criterios respecto de su persona, como su carácter conservador que parecía llegar aun más opacado frente a su antecesor Juan Pablo II. Pero como ocurre con toda noticia, y con los medios de comunicación, tiempo después el polvo levantado se asentó y todo se volvió parte de lo cotidiano sin mirarse mucho hacia el Vaticano. Pero un aspecto complementario para el alejamiento del interés por esta temática es que para todos el acontecer en la Santa Sede nos suele resultar tan ajeno que pierde toda influencia en la vida de los simples mortales de este planeta. Además, la iglesia (y lamentablemente la religión) se van quedando como parte de simples procedimientos que son requeridos como parte de la tradición en hechos basados en el cumplimiento de los sacramentos. Más allá de esta necesidad, casi obligatoria por las normas sociales, la iglesia es más bien la representación de la institucionalidad del poder que en el paso de la historia ha jugado roles determinantes, pero, desde una visión negativa para la convivencia humana. Sin embargo, también existieron y existen algunos sectores más progresistas que hacen el aguante al acontecer de la(s) iglesia(s) que tratan de rescatar el verdadero mensaje del cristianismo.

            Junto al acontecer, desde la iglesia como detentadora del poder, fueron casi bien justificados los fraccionamientos en su interior además de otras voces disonantes que llevaron hacia nuevas alternativas como ser el protestantismo y en el otro lado el socialismo, a la luz del marxismo principalmente. De esta manera se fueron confundiendo los roles que la iglesia debería cumplir, que a veces suele ser la religión y en otras la política, desde la capacidad de influir decisiones determinantes en el devenir de otros Estados, pero con repercusión mundial. Así, junto a esta sombra parece que se va dejando de lado el trabajo interno espiritual y se aboca en lo externo muy ligado a la frivolidad del día a día que se extendió hacia los miles de seguidores de la iglesia católica que con esta guía no quedan exentos de seguir la misma línea. Ahora, la renuncia del Papa Benedicto XVI resulta ser una excusa para poder diferenciar entre la Iglesia (institucionalizada) y la religión que debería plasmarse en el trabajo personal interno y esotérico a partir del cual recién vamos a construir la iglesia simbólica legada por el cristianismo y la doctrina universal que transciende y unifica a todas las instituciones, denominadas, iglesias.

lunes, 11 de febrero de 2013

TREN AL SUR

Hace unos días, al realizar un repaso de las vivencias familiares ocurridas hace algunos años atrás me encontré con unas fotografías tomadas en la zona de Entre Ríos. Pero de entre todas estas imágenes las más llamativas fueron las que nos situaban en contacto inmediato con el puente que daba paso al tren conectando así la ruta entre Tupiza y Villazón. Inmediatamente se fue articulando la trágica sombra de un cuadro, casi surrealista, que nos mostraba a este mismo lugar pero sin la presencia del puente integrador y muy simbólico para nuestra región el cual había sido arrastrado hace algunas semanas por la corriente del río San Juan fortalecido con el afluente del río Tupiza, precisamente en este lugar denominado “Entre Ríos” por esta singular característica hidrográfica. A raíz de este hecho, con seguridad, son muchas las personas que remiten sus vivencias y crónicas asociadas a un testigo silencioso, a decir de este puente ferroviario, que percibió grandes proezas y desventuras en muchos años desde su construcción.

            Con lo sucedido, el recorrido habitual del tren se ha visto perjudicado y suspendido sin contarse con un acceso por vía férrea hasta la frontera con la República Argentina con lo que también se ve perjudicado un icono de desarrollo e integración concretada en los años veinte, del siglo pasado, que logró la vinculación con el vecino país al sur de Bolivia, por este medio. Desde entonces, esta “vía” de transporte ha sido un bien muy relevante por su representatividad dentro del territorio nacional y una especie de exclusividad, ya que en las políticas erróneas de los últimos años lamentablemente se fue cortando este servicio de transporte en vez de promoverlo como otra forma de integración nacional (el cual antes llegaba hasta La Paz). Por tanto incluso se lo asume como parte del patrimonio regional que cuenta con un sin número de anécdotas y reminiscencias, casi existencialistas, como el simple hecho de haber caminado por las rieles como un elemento homogéneo de todo niño de la región que se encuentra con sus pares mediante esta escena infantil. De igual forma, dentro de las vivencias colectivas, hace años atrás se menciona que por gestiones logradas se obtuvo el funcionamiento, exclusivo, del “tren carnavalero” que llevó a los residentes de regreso hacia Tupiza para poder disfrutar del carnaval tradicional que comenzaba, sobre todo, el sábado de carnaval.

Ahora, como la naturaleza va cambiando, el puente ahora inexistente deberá tardar algún tiempo para restablecerse y ser un nuevo participe de las generaciones cambiantes al igual que ese río que cuenta con personalidad propia cambiando sus aguas de forma permanente. De igual manera el tren al sur seguirá transportando a una diversidad de personas, y personajes; siendo estos soldados que se dirigían hacia la Guerra del Chaco o simples pasajeros consuetudinarios o turistas que encuentran en este medio la mejor forma de viajar con un estilo y esencia diferente. Dentro del terreno netamente simbólico el tren también significa una vía de acceso hacia la tierra sureña para los que ahora nos encontramos alejados espacialmente pero no desarraigados. El puente y el tren llevan consigo una variedad de significaciones como la integración, unión y otros con una connotación siempre positiva por lo cual estaremos a la espera de la restitución de un nuevo puente y el servicio del ferrocarril que nos permita abordar ese tren al sur para seguir sumando las crónicas de la existencia individual y colectiva en la Región de los Chichas.

lunes, 4 de febrero de 2013

MÁSCARAS DE CARNAVAL

El consumo del alcohol parece ser una máxima cuando se trata de realizar celebraciones y fiestas colectivas. Sin embargo dentro de la sociedad boliviana este tipo de comportamiento se da de forma más frecuente habiéndose considerado a la misma como parte de la “cultura boliviana” con todos los bemoles que esta apreciación pueda traer consigo. Con esta forma de plantear la fiesta en Bolivia parece un dúo inseparable el festejo y el alcohol aunque también lo podemos encontrar asociado a las desilusiones, pérdidas, tristezas y todo tipo de manifestaciones “humanas” como parte del proceso individuo-grupo. Con este precedente se van configurando diferentes facetas de las personas que terminan por trasfigurar a las mismas para que se vayan asumiendo diferentes actitudes en su mayoría reprochables y negativas dentro de la opinión pública.

Carnaval, sin mucha duda puede resultar como la festividad con mayor índice de consumo de alcohol donde esta condición se ha normalizado hasta el punto en que no llama la atención en ningún momento, más que cuando se transgreden normas muy importantes para la colectividad o se ingresa en el delito. Bajo esta influencia las máscaras se van manifestando, las cuales llevan consigo una carga psicológica interna donde cada quien reacciona a partir de sus formas de concebir el mundo junto a sus impresiones y recurrencias que vienen de toda su vida. Mediante este procedimiento, los yoes inmersos en cada individuo se van expresando y publicando dependiendo de las emociones casuales existentes a cada instante. Es por ello que el alcohol solo se convierte en un percutor de dichas conductas las cuales están atrincheradas en el interior psicológico de las personas dispuestas a presentarse dependiendo del mejor momento y ocasión convirtiéndose en los dominadores de la máquina humana.

Pero, carnaval resulta llamativo y sugerente ya que a partir de esta fiesta se puede realizar una exploración interna y esotérica de las personas donde al igual que las manifestaciones del carnaval se encuentran una diversidad de personajes rondando, los cuales pueden o no llamarnos la atención. Asimismo, estos personajes son representaciones de estos yoes existentes de forma oculta en la personalidad de cada uno con lo que la unidad se convierte en una pluralidad agregada de perfiles personales los cuales se van acomodando a las circunstancias externas de la cotidianeidad. Así, todo el performance del carnaval que podemos apreciar en nuestro entorno es solo un recordatorio de lo que ocurre en nuestro interior como otra manifestación simbólica de la vida, la cual todavía no logramos comprender plenamente. Con la realización de esta fiesta se debe tener una llamada de atención en nuestro devenir para poder abstraernos de esas máscaras que suelen ocultar nuestra verdadera imagen y que se expresan detrás de esa sombra lograda por la máscara de turno que no es siempre física sino es simbólica y parece estar vigente durante todo el tiempo. Carnaval se convierte en solo el pretexto palpable de este tipo de situaciones que buscan enlazarnos con nuestro interior para autoconocernos y explorar en los secretos del universo y la creación.