lunes, 12 de diciembre de 2022

EL FUTBOL SUYO DE CADA DÍA

 

Foto: Internet.

En 1993, hace veintinueve años ya, En todos los rincones del país se celebraba la clasificación histórica de la selección nacional al Mundial del Fútbol de Estados Unidos 1994. Con seguridad que fue uno de los eventos que como se calificó en otro momento posterior, unificó a la identidad nacional siendo uno de los principales factores de cohesión en este sentido dejando de lado otras diferencias, desde las más superfluas hasta las más estructurales. Fue un tiempo de regocijo hasta que nos tocó enfrentar a selecciones de Alemania, España y Corea del sur en primera fase del campeonato. Entre medio de esos partidos se iba diluyendo las alegrías pasadas para un retorno a la realidad del futbol masculino boliviano con todos sus dimes y diretes. Así no quedó de otra que el retorno del onceno luego de despedirse de la copa futbolística, quedando muchos álbumes llenados con la satisfacción de tener a la verde entre sus páginas, digno de un enmarcado para el recuerdo.

Luego de aquella saga, han pasado casi tres décadas y la selección boliviana solo ha traído esperanzas truncas en la búsqueda de repetir lo ocurrido a principios de los años ’90 y una necesidad de replegarse a la liga de fútbol que tiene sus propias dinámicas y bemoles. Al respecto, podríamos referirnos a la cultura futbolística inmersa en los partidos locales entre representaciones locales-departamentales, donde el sentimiento y pasión buscan resguardo y amparo ante otros vacíos. Posiblemente a eso se debe el tipo de expresiones que se presentan en los encuentros y desencuentros futboleros donde los más negativos “ismos” son pan del día. Así nos encontramos con racismo, machismo xenofobia, misoginia y demás que seguramente son el aliciente necesario desde la tribuna para respaldar a la victoria de uno u otro equipo. De esta manera, los ampos de futbol son los caldos de cultivo y escuelas de reproducción de este tipo de afirmaciones y prácticas que, con seguridad, recaen, a la larga, en alguien en específico, ya no en palabras sino en hechos.

2022, y nos encontramos en pleno mundial de fútbol, nada más que en un país, algo desconocido, como Qatar. Ya de por sí, se vinieron generando cuestionantes sobre esta sede, principalmente por las violaciones y vulneración de los Derechos Humanos (vaya coincidencia con el 10 de diciembre), sobre todo que atentan contra las mujeres de dicho país. Sin embargo, estas denuncias quedan en el nivel mediático y coyuntural, como es costumbre en los medios, hasta que se presente un nuevo “show mediatico” al cual buscarle el rating. Así, superando el tema espacial y la necesidad de ingresar en un análisis complejo respecto de la realidad qatarí, la hinchada futbolera busca a dónde adscribirse, futbolísticamente hablando, para hacer gala y regodearse en algo tan popular (que según Borges decía “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”) aunque no tengamos a la verde en aquellos confines. Así, la necesidad de una presencia y representación en este evento deportivo nos lleva a buscar afinidades, que podríamos resumir en las selecciones latinoamericanas, de las cuales solo queda Argentina, tal vez, bajo un principio internacionalista sin que tenga mucha relación con ese fantasma o cualquier cosa política. De esta manera, vamos buscando sentidos, ahora desde el fútbol, para animar la jornada, dejando de lado otras problemáticas que en otro tiempo eran atendidas con “pan y circo” a las que los mundiales, según dicen, tuvieron papeles similares, incluso en estos días con la denominada “cortina verde”. Ya pronto termina el certamen futbolístico, para volver al tedio de la realidad, donde buscaremos nuevos sentidos a la vida y, sobre todo, dónde regodear nuestros sentimientos de pertenencia a costa de identificar al otro, y armarlo como el enemigo a derrotar, no en la cancha sino en espacios más complejos y perversos que reflejen nuestras pasiones de dentro de la cancha, para afuera de ella.