lunes, 17 de septiembre de 2018

COCHABAMBA EN MÍ



Cochabamba es más que una “capital gastronómica” y encierra una historia, una población, una vivencia cotidiana que se construye a cada instante en medio de significados y significantes. Haciendo gala de un género de relato cuasi existencial, aprovecho este pretexto cívico del 14 de septiembre para recapitular algunos momentos de gran relevancia en mi proceso de formación como profesional y como persona. Así, primero debo reconocer que con el paso del tiempo voy perdiendo la memoria por lo cual puede ser prudente plasmar estas palabras provenientes del recuerdo, no como nostalgia sino como aprendizaje. De esta manera, tengo un primer encuentro con el valle cochabambino el año 1998, donde se encontraban estudiando mis hermanos y yo estaba de paso rumbo a Santa Cruz, así por algunas horas estuve fluctuante en este lugar sin mayor objetivo que encontrar a mis familiares de primer grado, lo cual no tuvo un resultado positivo. Así, solo pude llevarme sobresaltos aventureros y las percepciones de gentileza de algunas personas cochabambinas y un Cristo en lontananza; a este fugaz paso por el valle le siguieron visitas similares, teniendo a mi hermana como anfitriona principal, ahora sí, con visitas a esos lugares del horizonte lejano, algo más empapado del aire y vivencia q‘ochala.

Volví años después, 2002, en medio de confusiones y grandes dilemas de vida (en este caso reales y no seudo existenciales) ahora como residente permanente (emigrante-inmigrante) siendo mi nuevo hogar por varios años en búsqueda de lograr la “profesionalización”, como un Sansimoniano más, dentro de esta casa de estudios superiores. Tuvieron que pasar, casi, dos años para sentirme plenamente confortado por este espacio con su clima, su gente, su comida y todos los elementos que lo caracterizan fluctuante entre amistades del mismo lugar de origen y, los más, de diferentes latitudes. En ese tiempo tuve que transitar de las ciencias tecnológicas a las Ciencias Sociales encontrando una comunidad que se fue constituyendo como una familia, que al final de cuentas tienen la misma matriz. Así, entre lecturas, cafés, tertulias y más fuimos cultivando un grupo heterogéneo, constituido por mujeres y hombres, muchxs inmigrantes como yo, con una gran cercanía, fraternidad y complicidad. En medio de estas convivencias estaban diferentes facetas de la vida como ser lo académico, ideológico y político entre otras que nos obligaban a pasar mucho tiempo en los pasillos y gradas de aquel edificio republicano que nos albergaba tan cálidamente (ahora este lugar tiene otras misiones y lxs estudiantes de las Ciencias Sociales han sido relocalizados a otros espacios, mucho menos acordes a nuestra proyección).

Lo momentos de ágape y distracción, que por cierto eran muchos, los pasábamos en gran parte albergados por la universidad. Sin embargo también estábamos presentes en otros lugares y no-lugares tratando de darle alguna explicación al orden de las cosas o caso contrario motivar las revoluciones inexcusables para cambiar el statu quo de ser necesario. Así, andábamos de cuando en cuando relatando en torno al elixir del valle, que algunxs llaman chicha, junto a sus cercanos como la garapiña y el guarapo, con interludios de la tradicional y centenaria cerveza cochabambina y, cómo no, las comidas de la cocina valluna inigualable, seguramente por la energía presente en este lugar. Pasaron los años y nos dirigimos por caminos bifurcados y diferentes; nos hemos direccionado, en muchos de los casos, por diferentes luchas y causas que vislumbren algo más que el tedio de la cotidianeidad. En un contexto en el que las revoluciones se fueron concretando, siendo testigo de sucesos como el 11 de enero de 2007 que afectó, duramente, el tejido social de la otrora integración gestada durante la “Guerra del Agua”. De esta manera pasaron casi 10 años de vivencias en este valle acogido por el Apu Tunari, reencontrándome con un idioma vivo de nuestros pueblos originarios, el quechua, junto con toda la cosmovisión implícita. Así, fue pasando en tiempo y Cochabamba fue percutor de mis cortes epistemológicos, fundamental hoy en día, con vínculos permanentes con la academia (Sociología, Ciencias Sociales, el Centro de Investigaciones Sociales, el Centro de Estudios Superiores Universitarios, Cachín Antezana, Fernando Mayorga), la lectura y la escritura; pincelando la bohemia y el arte; incluido el fútbol con el Aurora (equipo del pueblo).

Hoy en día, Cochabamba demarca toda esa carga objetiva y subjetiva en mí, permitiendo habitar otros espacios siempre fluctuante y a la espera del retorno, como un ser valluno innato (valle chicheño, valle de Kanata). Para este tiempo, Cochabamba se ha resignificado por hechos más contemporáneos y experiencias de un migrante eterno, pero mantiene consigo el aporte que pudo brindar durante mi residencia en este lugar que, con todos sus elementos, materializa el Sumak Kawsay entre la urbe, las provincias y sus comunidades. A kilómetros de distancia, también brilla el sol de septiembre y escribo este homenaje a un territorio, un pueblo, una historia y mucho más; sintiendo el riesgo de que estas palabras no logren plasmar, en plenitud, a Cochabamba en mí. Por eso y más, un kaj por Cochabamba

lunes, 3 de septiembre de 2018

Y EL ANILLO PA’ CUÁNDO


“Paradójicamente al momento de enviar este texto, me encuentro en una fiesta infantil donde los animadores promueven el baile de niñas y niños al ritmo de esta canción junto a otros del, polémico, ritmo reggaetón”.

Las formas en que se construye los imaginarios sociales van variando en el tiempo, en este sentido hasta hace algún tiempo, por ejemplo, se tenía a las producciones de Disney donde se comenzaba a estructurar los tipos y formas de llevar adelante una relación de pareja, con fuerte énfasis en el amor romántico. En este caso estamos considerando a población infantil, donde se construye y crea a príncipes azules valientes y, casi, todo poderosos capaces de vencer a monstruos, ejércitos y dragones en el objetivo de rescatar a las princesas desvalidas y débiles ante el mundo, por tanto inferiores, en varios de los sentidos, a los hombres. Desde esta perspectiva, se observa que desde que nos encontramos en la infancia las instituciones sociales comienzan a construir los roles de género, demarcados por las desigualdades entre sexos, mostrando y consolidando, una supuesta superioridad de los hombres ante las mujeres. Por su parte, las otras instituciones sociales, como la familia, la escuela, la iglesia y demás, tienen su cuota para reforzar esta lógica que se constituyen en patrones sociales y culturales con algunas variantes, dependiendo del contexto, pero al final están enmarcadas en una estructura patriarcal.

En grupos adolescentes y jóvenes, frente al vaciamiento en todos los ámbitos, se presentan con fuerza los grupos de amigos, los cuales de por si responden a un proceso de formación colectivo en base a sexismo, machismo, discriminación y misoginia, entre otras. En este marco, la música es uno de los principales ámbitos en los cuales se desarrollan estos grupos, como agentes pasivos o célibes, recibiendo información de manera muy poco crítica y sin argumento previo. En este entramado, es fundamental identificar géneros musicales como el reggaetón que contiene toda una carga de las características antes mencionadas, principalmente cosificación. Sin embargo, haciendo un análisis básico, que implica solo escuchar con atención las letras, advertimos que gran parte de las canciones, más allá del género musical, tienen este tipo de contenidos camuflados con amor romántico, en el mejor de los casos. Entonces nos encontramos en medio de una hecatombe de información sexista que sigue ampliando las desigualdades, entre sexos y géneros, sustentadas en gran parte por lo cultural.

Como un caso específico, podemos apelar a una canción en boga de este tiempo y solo referencialmente, titulado “El anillo”, donde se presentan una serie de mensajes sobre amor romántico y violencia contra las mujeres que terminan con la interrogante de ¿y el anillo para cuándo? Donde, implícitamente, se hace mención al compromiso y el matrimonio, todo ello en medio de cosificación de la mujer que es reducida casi a un objeto en medio de versos que logran confundir a quien recibe la información. Asimismo vamos construyendo estereotipos del ser mujer y ser hombre, basados en este tipo de construcciones que son recibidas con muy pocos criterios y sentido crítico. Entonces, haciendo una lectura global de dicha canción, identificamos las relaciones que se establecen para formar una pareja y las etapas de dicha relación. Entonces, las fantasías creadas desde los cuentos de Disney son reforzados por otro tipo de información, pero que es concordante a los roles de género tradicionales en medio de hadas, príncipes y princesas totalmente alejados de nuestra realidad y que solemos replicar, casi, automáticamente en lo cotidiano y en momentos emblemáticos de la vida pero de manera diferenciada para mujeres y hombres.