lunes, 28 de octubre de 2024

CARNAVAL CHICHEÑO

 

Fraternidad "Carnaval Chicheño de Ingeniería", 2024 (Foto: RRSS).

En el último tiempo, el baile conocido como carnaval chicheño se ha ido popularizando en diferentes espacios del ámbito nacional. Así, el año 2024 significó la presencia de esta danza en gran parte del territorio boliviano, incluso en otros espacios como Puno Perú, que fue presentado por la Compañía Artística FEM Bolivia de La Paz (https://www.facebook.com/share/v/hsLZKfnDXA3S7GnB/?mibextid=QwDbR1). Todo ello se coronó con el primer lugar conseguido por la fraternidad Carnaval Chicheño de Ingeniería, junto al grupo de música autóctona Raíces del Pago Chicheño, en la entrada universitaria de La Paz (https://www.facebook.com/photo/?fbid=1038999348117232&set=pcb.1038999444783889&locale=es_LA). Esto generó un mayor posicionamiento de esta representación cultural e identitaria proveniente de varios municipios y comunidades pertenecientes a la Nación Chichas (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Sin embargo, este fenómeno trajo consigo algunos efectos que juegan en contra de la propia danza tanto en su interpretación por las/los “otras/os” y la propia población chicheña que la interpreta, y más aún se extiende a afectar a la cultura e identidad chicheña.

 

Foto: RRSS.

En primer lugar, podemos analizar los elementos constituyentes del carnaval chicheño, el cual de por si lleva consigo un debate interno en la región respecto de su principal instrumento, a decir de la anata. Este instrumento pertenece a la familia de las tarkas altiplánicas y según algunas versiones provino como efecto de la inmigración desde el norte durante la construcción del ferrocarril, hace poco más de un centenario. Esta situación ha producido que se deje de lado a otros instrumentos y danzas elementales de la identidad como ser la caja y el erke, con los cuales se baila la ronda y tonada, además de cantar la copla, sobre todo en época de carnaval. Por su parte, se ha dejado de lado la interpretación musical de la época seca, donde se interpretan los sicus lo cual está fuertemente vinculada con el equilibrio del calendario agrícola y festivos, que tiene profunda significación en la cosmovisión, simbología y energías (https://yanezapostillas.blogspot.com/2023/07/no-se-baila-asi-nomas.html).

 

Foto: RRSS.

En consecuencia y paradójicamente, se generan dos fenómenos sugerentes: primero, parece haberse generado un debate respecto de la apropiación cultural de un instrumento andino, a decir de la tarka, la que ahora es, casi, un sinónimo del carnaval chicheño. No obstante, existen otras versiones que indicas cierta originalidad de la anata ajena a las tarkas, la cual está presente en esta región sureña y en otras como el norte argentino donde también se la interpreta en tiempos de carnaval, donde destaca el carnaval humahuaqueño; con todo ello se requerirán mayores investigaciones que diluciden este cuestionamiento. Por otra parte, la anata ha generado un proceso de menoscabo de la caja y el erke como instrumentos autóctonos de la Nación Chichas, los cuales vienen posicionándose ampliamente en lugares como Tarija la cual se adjudica una especie de propiedad de los mismos, obviándose que estos pertenecen al territorio de los Chichas, el cual se extendía hasta la actual Tarija, esto decanta en una afectación identitaria de unos instrumentos muy autóctono de nuestra gente y territorio. Sin embargo, si hacemos un análisis histórico del origen de la caja y el erke, debemos señalar que estos instrumentos debieron haber comenzado a utilizarse luego de llagada de los ibéricos españoles ya que sus materiales (cuerno y cuero de vaca/toro) provienen de Europa, y, antes de 1492, no existían en nuestros territorios, hasta donde se conoce. Con estos elementos junto a la dinámica propia de la cultura, podemos cuestionar ¿qué es realmente lo nuestro?

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada externa, se ha visto que son diferentes espacios e instituciones las que vienen interpretando las anatas y bailando el carnaval chicheño; desde unidades educativas, universidades y fraternidades, principalmente. Esto ha conllevado que las características de la danza se vayan alterando ampliamente, en algunos casos, variándose desde la vestimenta hasta la forma del baile. Entre estos casos, el más llamativo ocurrió en una pre-entrada de la ciudad de El Alto (Villa Adela) donde se realizó la danza denominada como carnaval chicheño pero acompañada por una tarkeada, diferente en ritmo y velocidad, lo cual mostraba un cuadro extraño que no concuerda con el baile como lo conocemos generalmente (https://vm.tiktok.com/ZMh9vJy42/). No obstante, se debe advertir que la cultura es dinámica y varía con el tiempo y es justamente la propia población tupiceña la que empezó con las alteraciones de lo autóctono, a partir de una estilización de la danza, para que la misma se adecue al espacio urbano alejándose de las comunidades, donde aún mantiene sus características originarias.

 

Foto: RRSS.

Desde una mirada de forma, el carnaval chicheño tiene como vestimenta elementos centrales de la vida campesina indígena, donde los hombres llevan el sombrero, poncho y abarcas, mientras que las mujeres utilizan el sombrero, blusa, pollera y abarcas. Al haberse trasladado esta danza desde el ámbito rural comunitario indígena hacia la urbe, ha generado un singular fenómeno cultural e identitario donde se identifican contradicciones en este segundo grupo ya que la construcción identitaria de los Chichas, sobre todo en el caso de la ciudad de Tupiza, ha sido desde una ilusión señorial blancoide. Esto nos lleva a la incoherencia y negación de lo indio-indígena que conduce a que la vestimenta típica de la Nación Chichas se convierta en, solo, un disfraz que luego es guardado hasta la próxima fiesta (de disfraces). Peor aún, esta misma población urbana que adopta, ornamentalmente, la vestimenta chicheña en el marco, principalmente, del carnaval, el resto del año asume actitudes racistas y discriminatorias hacia esa población indígena campesina que es de donde surge la cultura e identidad. 

 

Foto: RRSS.

Finalmente, llama la atención que en los últimos años ha ocurrido un fenómeno de apropiación del carnaval chicheño como sinónimo de carnaval tupiceño, ignorándose que esta danza es interpretada en los cinco municipios chicheños, actuales, es decir Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y Villazón, lo cual cobra mayor relevancia en las comunidades que mantienen vigentes elementos más originarios que el interpretado en la ciudad de forma estilizada, siendo también respetuosos de los ciclos del calendario agrícola y su relacionamiento con la tierra y la productividad. Con lo manifestado, las prácticas culturales resultan de mucha importancia para una colectividad, la cual debe ser presentada de forma coherente ya que más allá de los netamente cultural-folklórico se involucra un ejercicio político de posicionamiento de la identidad ancestral que, pese a los cambios sociohistóricos, ha prevalecido en el tiempo, y para el caso de la Nación Chichas, lleva consigo una importante carga y acervo hasta la actualidad que debe ser reflexionada para proyectarse lejos de los riesgos de la folklorización o comercialización en el mundo del show y el sinsentido.

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