Fraternidad "Carnaval Chicheño de Ingeniería", 2024 (Foto: RRSS). |
En el último tiempo, el baile conocido como carnaval
chicheño se ha ido popularizando en diferentes espacios del ámbito nacional. Así,
el año 2024 significó la presencia de esta danza en gran parte del territorio
boliviano, incluso en otros espacios como Puno Perú, que fue presentado por la
Compañía Artística FEM Bolivia de La Paz (https://www.facebook.com/share/v/hsLZKfnDXA3S7GnB/?mibextid=QwDbR1).
Todo ello se coronó con el primer lugar conseguido por la fraternidad Carnaval
Chicheño de Ingeniería, junto al grupo de música autóctona Raíces del Pago
Chicheño, en la entrada universitaria de La Paz (https://www.facebook.com/photo/?fbid=1038999348117232&set=pcb.1038999444783889&locale=es_LA).
Esto generó un mayor posicionamiento de esta representación cultural e
identitaria proveniente de varios municipios y comunidades pertenecientes a la
Nación Chichas (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Sin embargo, este
fenómeno trajo consigo algunos efectos que juegan en contra de la propia danza
tanto en su interpretación por las/los “otras/os” y la propia población
chicheña que la interpreta, y más aún se extiende a afectar a la cultura e
identidad chicheña.
En primer lugar, podemos analizar los elementos
constituyentes del carnaval chicheño, el cual de por si lleva consigo un debate
interno en la región respecto de su principal instrumento, a decir de la anata.
Este instrumento pertenece a la familia de las tarkas altiplánicas y según
algunas versiones provino como efecto de la inmigración desde el norte durante
la construcción del ferrocarril, hace poco más de un centenario. Esta situación
ha producido que se deje de lado a otros instrumentos y danzas elementales de
la identidad como ser la caja y el erke, con los cuales se baila la ronda y
tonada, además de cantar la copla, sobre todo en época de carnaval. Por su
parte, se ha dejado de lado la interpretación musical de la época seca, donde
se interpretan los sicus lo cual está fuertemente vinculada con el equilibrio
del calendario agrícola y festivos, que tiene profunda significación en la
cosmovisión, simbología y energías (https://yanezapostillas.blogspot.com/2023/07/no-se-baila-asi-nomas.html).
En consecuencia y paradójicamente, se generan dos
fenómenos sugerentes: primero, parece haberse generado un debate respecto de la
apropiación cultural de un instrumento andino, a decir de la tarka, la que
ahora es, casi, un sinónimo del carnaval chicheño. No obstante, existen otras
versiones que indicas cierta originalidad de la anata ajena a las tarkas, la
cual está presente en esta región sureña y en otras como el norte argentino
donde también se la interpreta en tiempos de carnaval, donde destaca el
carnaval humahuaqueño; con todo ello se requerirán mayores investigaciones que
diluciden este cuestionamiento. Por otra parte, la anata ha generado un proceso
de menoscabo de la caja y el erke como instrumentos autóctonos de la Nación
Chichas, los cuales vienen posicionándose ampliamente en lugares como Tarija la
cual se adjudica una especie de propiedad de los mismos, obviándose que estos
pertenecen al territorio de los Chichas, el cual se extendía hasta la actual
Tarija, esto decanta en una afectación identitaria de unos instrumentos muy
autóctono de nuestra gente y territorio. Sin embargo, si hacemos un análisis
histórico del origen de la caja y el erke, debemos señalar que estos
instrumentos debieron haber comenzado a utilizarse luego de llagada de los ibéricos
españoles ya que sus materiales (cuerno y cuero de vaca/toro) provienen de Europa,
y, antes de 1492, no existían en nuestros territorios, hasta donde se conoce. Con
estos elementos junto a la dinámica propia de la cultura, podemos cuestionar ¿qué
es realmente lo nuestro?
Desde una mirada externa, se ha visto que son
diferentes espacios e instituciones las que vienen interpretando las anatas y
bailando el carnaval chicheño; desde unidades educativas, universidades y
fraternidades, principalmente. Esto ha conllevado que las características de la
danza se vayan alterando ampliamente, en algunos casos, variándose desde la
vestimenta hasta la forma del baile. Entre estos casos, el más llamativo ocurrió
en una pre-entrada de la ciudad de El Alto (Villa Adela) donde se realizó la
danza denominada como carnaval chicheño pero acompañada por una tarkeada, diferente
en ritmo y velocidad, lo cual mostraba un cuadro extraño que no concuerda con
el baile como lo conocemos generalmente (https://vm.tiktok.com/ZMh9vJy42/). No
obstante, se debe advertir que la cultura es dinámica y varía con el tiempo y
es justamente la propia población tupiceña la que empezó con las alteraciones
de lo autóctono, a partir de una estilización
de la danza, para que la misma se adecue al espacio urbano alejándose de las
comunidades, donde aún mantiene sus características originarias.
Desde una mirada de forma, el carnaval chicheño tiene
como vestimenta elementos centrales de la vida campesina indígena, donde los
hombres llevan el sombrero, poncho y abarcas, mientras que las mujeres utilizan
el sombrero, blusa, pollera y abarcas. Al haberse trasladado esta danza desde
el ámbito rural comunitario indígena hacia la urbe, ha generado un singular
fenómeno cultural e identitario donde se identifican contradicciones en este
segundo grupo ya que la construcción identitaria de los Chichas, sobre todo en
el caso de la ciudad de Tupiza, ha sido desde una ilusión señorial blancoide. Esto
nos lleva a la incoherencia y negación de lo indio-indígena que conduce a que
la vestimenta típica de la Nación Chichas se convierta en, solo, un disfraz que
luego es guardado hasta la próxima fiesta (de disfraces). Peor aún, esta misma
población urbana que adopta, ornamentalmente, la vestimenta chicheña en el
marco, principalmente, del carnaval, el resto del año asume actitudes racistas
y discriminatorias hacia esa población indígena campesina que es de donde surge
la cultura e identidad.
Finalmente, llama la atención que en los últimos años
ha ocurrido un fenómeno de apropiación del carnaval chicheño como sinónimo de
carnaval tupiceño, ignorándose que esta danza es interpretada en los cinco
municipios chicheños, actuales, es decir Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y
Villazón, lo cual cobra mayor relevancia en las comunidades que mantienen
vigentes elementos más originarios que el interpretado en la ciudad de forma
estilizada, siendo también respetuosos de los ciclos del calendario agrícola y
su relacionamiento con la tierra y la productividad. Con lo manifestado, las
prácticas culturales resultan de mucha importancia para una colectividad, la
cual debe ser presentada de forma coherente ya que más allá de los netamente
cultural-folklórico se involucra un ejercicio político de posicionamiento de la
identidad ancestral que, pese a los cambios sociohistóricos, ha prevalecido en
el tiempo, y para el caso de la Nación Chichas, lleva consigo una importante carga
y acervo hasta la actualidad que debe ser reflexionada para proyectarse lejos
de los riesgos de la folklorización o comercialización en el mundo del show
y el sinsentido.
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