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Imagen: Internet |
El año 2003, se llegaba al momento político partidario
más crítico de la historia boliviana, luego de la recuperación de la democracia,
ya que luego de varios años, desde los ’90, los conflictos sociales iban en
constante crecimiento ante la incapacidad de respuesta desde la esfera
gubernamental y una devaluación del sistema político y de partidos. Así,
habíamos superado momentos como la privatización de las principales empresas
estatales, viendo poco a poco, los efectos de dicha medida en la economía de la
población. Todo ello habiendo visto a los políticos (todos hombres) moverse a
conveniencia a partir de la democracia pactada, el cuoteo, la prebenda y, cómo
no, “cruzando ríos de sangre”; con lo cual el ejercicio de la política quedaba
cada vez más en niveles altamente cuestionables y carentes de respuestas a la
crisis generalizada.
En este escenario, a partir de la movilización
indígena-popular en todo el territorio nacional, fueron cobrando fuerza una
diversidad de dirigentes que aparecían de forma más recurrente en la palestra
generando corriente de opinión, en medio de una sumatoria de víctimas de este
periodo neoliberal. Entre estos nombres, indígenas y populares, uno (¿outsider quiza?) había destacado,
logrando canalizar el apoyo, histórico, y mayoritario en las elecciones del
2005, luego de un complejo periodo de transición. Sin embargo, en este proceso
fue fundamental la capacidad de estructurar una propuesta de país de tintes
nacionalistas, que avanzaron aún más, consolidando la plurinacionalidad como
una reivindicación de los pueblos y naciones indígenas originarias bajo la
figura de Instrumento Político, de quienes fueron el sujeto social histórico
que mantuvo la resistencia ante cualquier amenaza de sometimiento. De esta
manera, se dio un viraje determinante en el Estado boliviano, incluida una
nueva Constitución Política con amplios márgenes de legitimidad.
Pasaron más de 15 años de esos sucesos, con una ruptura constitucional entre medio, y actualmente, en la dinámica que tiene la política, se vienen generando quiebres internos en la organización política más importante de los últimos tiempos lo cual otorga cierto chance de oportunidad en las filas opositoras, también divididas en varias corrientes. En este panorama, y como algunos dirían, casi como señal divina en la Argentina, Javier Milei logró ganar las elecciones nacionales constituyéndose en el próximo Presidente del vecino país y que lleva consigo lo más rancio del conservadurismo reaccionario y antiderechos, como una amenaza latente para la estabilidad sudamericana. Milei vino con la ilusoria bandera de la renovación desde la poltrona en medio de la casta de la Cámara de Diputados. Como reacción, en la oposición boliviana, como es su característica, incapaz de plantear propuestas propias e innovadoras en contexto boliviano, no faltan quienes andan buscan al outsider que encarne al Milei boliviano, como si fuera una receta mundial apelando al azaroso “a ver si funciona” para derrotar al masismo.
De esta manera, sigue siendo llamativa la incapacidad
de los partidos opositores para estructurar una propuesta de país, más allá del
eslogan rabiosa y reaccionaria. Sin embargo, Bolivia tiene sus propias
características sociopolíticas, con una fuerte carga histórica, que hace
complicada la réplica directa de lograr la victoria de un Milei boliviano por
nada más, un nuevo caudillo. Es por ello que solo con outsiders no les alcanza, sino que tienen el reto planteado para
lograr leer la realidad boliviana sin aplicar recetas internacionales de
manual, que sería más responsable para con el pueblo boliviano. De esta manera,
hace rato nos hemos sumido en una etapa electoral precoz que parece
desenvolverse a manera de tragicomedia, que para unos viene con el reto de
esbozar, por lo menos, una propuesta seria de país y para otros replantear las
propuestas en base a las condiciones actuales que ya no son las mismas de los
inicios de siglo XXI, con la presencia de nuevas/os actores políticos incluidos
quienes no dudarán en gritar “viva la libertad…” para ver si el show visceral
les alcanza.
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