Yañez "Apostillas"
viernes, 14 de febrero de 2025
SUIPACHA, TERRITORIO Y BATALLA
miércoles, 25 de diciembre de 2024
NAVIDAD RURAL
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Trenzada navideña en los Chichas |
El título del presente escrito proviene
de una canción de Alfredo Domínguez Romero, el genio salvaje de la Nación
Chichas, que forma parte del álbum “Vida, pasión y muerte de Juan Cutipa” que
para algunas/os estudiosas/os es una autobiografía de sus vivencias,
principalmente, en Tupiza. Así, en Navidad rural, Domínguez logra una
concatenación entre la tradición cristiana católica con el día a día de las
familias rurales de mediados del siglo pasado. Entonces, es valorable la aproximación
que se establece, por ejemplo, cuando indica: Por un niño de una india / Que
María se llamó; de igual manera incluye elementos como la coca diciendo:
Saboreando su akulliku / El indio Tata José. Por otra parte,
podemos resaltar el planteamiento del entorno que realiza mencionando a la chocita
rural, la presencia de los bueyes y de los llameros en actitud de reyes,
con lo cual se reinterpreta uno de los hechos más significativos de la
tradición cristiana establecida en el nacimiento de su salvador y realiza un
ejercicio de convertir a estos personajes en más cercanos y, sobre todo, más
humanos.
Chocita rural |
De esta manera, Domínguez hace un replanteamiento de la escena navideña cristiana en una mirada realizada en los años 70, del siglo XX, justamente cuando el mundo se aprestaba a las revoluciones industriales y tecnológicas, y dentro de una coyuntura sociopolítica compleja y adversa. Aquí es importante, entender la experiencia de vida del autor que, como indicamos, refleja su propia vida en las canciones de este álbum, es decir desde adentro de un pueblo pequeño al sur de Bolivia con gran peso de ruralidad en su cultura, costumbres y tradiciones. De forma similar, encontramos otras canciones que propone Domínguez, inspiradas en la navidad, como ser Navidad en el campo y Navidad Villancico, interpretada junto a Ernesto Cavour y Gilbert Favre, donde se presentan otros elementos de la celebración navideña en estos contextos y se podría destacar la presencia de la población india como protagonista de los mismos y donde la suntuosidad era, casi, inexistente dando paso a otro tipo de prácticas como la trenzada y el baile de adoración bajo una figura de intercambio para recibir chocolate, buñuelos y fruta.
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Chocolate y buñuelos para trenzadoras/es |
Este tipo de fuentes, la música y canciones, pueden ser un importante referente para contar con los antecedentes de las formas de festejar ciertas épocas del año como en la cristiana navidad. Sin embargo, Domínguez solo muestra una pequeña faceta de las incontables experiencias existentes en el territorio boliviano, por lo que se requiere realizar un trabajo de recuperación de las historias orales en diálogos intergeneracionales para que sean documentadas y sistematizadas. Con este rescate, es seguro que encontraremos una diversidad de formas “propias” de las comunidades, que con la influencia del cristianismo asumieron como propias las fiestas religiosas y que ahora son parte del calendario anual, entre matices de cultura y simbolismo esotérico, encubierto en la navidad.
De forma irruptiva, y lejos de la ruralidad, junto a la revolución industrial (en su tercera y cuarta etapa) y, sobre todo, la tecnológica (en la era de la información) se fueron generando una serie de cambios acelerados en el devenir de los pueblos respecto de la cotidianidad, partiendo del más básico relacionamiento de las personas. Así, desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, hemos visto suceder hechos impensables hace dos o tres generaciones, donde estos solo eran una especie de ciencia ficción, que en la actualidad se han convertido en artilugios amenazantes de enajenación e incremento del individualismo. Con lo sucedido, todavía no conocemos, de forma específica y científica, los efectos y consecuencias de estas nuevas formas de interacción social, mediadas, generalmente, por dispositivos tecnológicos que para las generaciones más actuales está representando, más bien, un aislamiento y, peligroso, ensimismamiento, reduciendo las capacidades de socialización presencial. En este contexto, no podemos dejar de lado las festividades religiosas y folklóricas del calendario recurrente anual que también son permeadas por estas dinámicas.
Entonces, retomamos los planteamientos vinculados a la industria y tecnología que irrumpieron con fuerza en las últimas décadas, afectando las formas tradicionales de asumir, también, las fiestas, entre ellas la navidad. Así, cada año que pasa nuestras ideas y creencias se van redireccionando de manera más drástica y nos alejamos de los sentidos espirituales, no solo cristianos, hacia las dinámicas marcadas por el sistema capitalista y, peor aún, el consumismo salvaje que asocia nuestra capacidad de consumos con la felicidad y la alegría, sentimiento que, sin duda, se exacerba en esta época decembrina. Asimismo, las desigualdades se van manifestando abiertamente en el marco de la capacidad, o no, de lograr mayores compras y consumo que supuestamente tiene origen en los presentes de los reyes magos.
De esta manera, la navidad rural o de las naciones y pueblos indígenas cada vez queda relegada en sus formas, en una especie de gentrificación o desplazamiento simbólico y sutil que el sistema hace mediante la intromisión de la tecnología y su influencia en las imaginarias percepciones de la vida y la plenitud, sin ninguna distinción. Así, avanzamos hacia una sociedad globalizada que amenaza a la diversidad y la interculturalidad que había resistido a muchas invasiones y sometimientos, donde podemos incluir a la ibérica con todas sus implicancias, incluida la fe. En medio de esos devaneos, es importante complejizar el análisis cruzando la cultura y religión, con aspectos vitales como la propia superviviencia de la humanidad, donde este consumismo influye en la sobreexplotación de los, denominados, recursos naturales y recursos humanos, dentro de un sistema de convierte a todo en mercancía, incluidas las personas.
Entonces, no podemos analizar, de
forma aislada, ciertos fenómenos sociales, culturales o religiosos como si fueran
ajenos de problemáticas complejas como ser la explotación, consumismo, crisis
ambiental y más, que guardan una estrecha relación originada en los sistemas de
opresión como el capitalismo. La navidad, así como muchas otras festividades,
es el pretexto para el consumismo, el cual requiere de recursos para seguir
creciendo, los cuales provienen de la naturaleza (deforestación, contaminación,
deshechos); todo ello desencadena circuitos de destrucción que siguen
creciendo, así como demanda el capital para su supervivencia y expansión
imperial. Es muy posible que, en la actualidad, la navidad rural, por todas las
influencias del sistema, sea muy similar al de las grandes metrópolis, pero en
cuanto a necesidades inventadas y no así respecto de las oportunidades de poder
cubrirlas. Esta situación viene repercutiendo en una serie de aspectos que
provocan frustración en nuestras sociedades que no se encuadran al modelo
establecido desde occidente y donde, en muchos casos, desde el intento de
réplica, no encontramos un reflejo ni identidad.
Con todo ello, quedan muchos cuestionamientos por seguir resolviendo, esta vez con el pretexto de la navidad cristiana, que sin duda llegó recién hace poco más 500 años y se impuso a las prácticas religiosas propias de nuestros pueblos. Ahí queda otro reto de la descolonización que permita estas reflexiones en todo nivel, donde posiblemente podríamos encontrar soluciones y propuestas efectivas a las grandes crisis que vive el planeta desde miradas más endógenas ancestrales. En la actualidad, estamos inmersos en una crisis multidimensional, ante la cual el calendario suele ser un distractor o, peor aún, un amplificador de las condiciones adversas. Entre medio, es ineludible virar la atención hacia esos espacios rurales y comunitarios, aplicando sus principios y dinámicas también en las ciudades para erradicar de estas al individualismo exacerbado impuesto por el capitalismo en nuestros espacios que siempre fueron comunitarios.
lunes, 28 de octubre de 2024
CARNAVAL CHICHEÑO
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Fraternidad "Carnaval Chicheño de Ingeniería", 2024 (Foto: RRSS). |
En el último tiempo, el baile conocido como carnaval
chicheño se ha ido popularizando en diferentes espacios del ámbito nacional. Así,
el año 2024 significó la presencia de esta danza en gran parte del territorio
boliviano, incluso en otros espacios como Puno Perú, que fue presentado por la
Compañía Artística FEM Bolivia de La Paz (https://www.facebook.com/share/v/hsLZKfnDXA3S7GnB/?mibextid=QwDbR1).
Todo ello se coronó con el primer lugar conseguido por la fraternidad Carnaval
Chicheño de Ingeniería, junto al grupo de música autóctona Raíces del Pago
Chicheño, en la entrada universitaria de La Paz (https://www.facebook.com/photo/?fbid=1038999348117232&set=pcb.1038999444783889&locale=es_LA).
Esto generó un mayor posicionamiento de esta representación cultural e
identitaria proveniente de varios municipios y comunidades pertenecientes a la
Nación Chichas (Nor Chichas, Sud Chichas y Modesto Omiste). Sin embargo, este
fenómeno trajo consigo algunos efectos que juegan en contra de la propia danza
tanto en su interpretación por las/los “otras/os” y la propia población
chicheña que la interpreta, y más aún se extiende a afectar a la cultura e
identidad chicheña.
En primer lugar, podemos analizar los elementos
constituyentes del carnaval chicheño, el cual de por si lleva consigo un debate
interno en la región respecto de su principal instrumento, a decir de la anata.
Este instrumento pertenece a la familia de las tarkas altiplánicas y según
algunas versiones provino como efecto de la inmigración desde el norte durante
la construcción del ferrocarril, hace poco más de un centenario. Esta situación
ha producido que se deje de lado a otros instrumentos y danzas elementales de
la identidad como ser la caja y el erke, con los cuales se baila la ronda y
tonada, además de cantar la copla, sobre todo en época de carnaval. Por su
parte, se ha dejado de lado la interpretación musical de la época seca, donde
se interpretan los sicus lo cual está fuertemente vinculada con el equilibrio
del calendario agrícola y festivos, que tiene profunda significación en la
cosmovisión, simbología y energías (https://yanezapostillas.blogspot.com/2023/07/no-se-baila-asi-nomas.html).
En consecuencia y paradójicamente, se generan dos
fenómenos sugerentes: primero, parece haberse generado un debate respecto de la
apropiación cultural de un instrumento andino, a decir de la tarka, la que
ahora es, casi, un sinónimo del carnaval chicheño. No obstante, existen otras
versiones que indicas cierta originalidad de la anata ajena a las tarkas, la
cual está presente en esta región sureña y en otras como el norte argentino
donde también se la interpreta en tiempos de carnaval, donde destaca el
carnaval humahuaqueño; con todo ello se requerirán mayores investigaciones que
diluciden este cuestionamiento. Por otra parte, la anata ha generado un proceso
de menoscabo de la caja y el erke como instrumentos autóctonos de la Nación
Chichas, los cuales vienen posicionándose ampliamente en lugares como Tarija la
cual se adjudica una especie de propiedad de los mismos, obviándose que estos
pertenecen al territorio de los Chichas, el cual se extendía hasta la actual
Tarija, esto decanta en una afectación identitaria de unos instrumentos muy
autóctono de nuestra gente y territorio. Sin embargo, si hacemos un análisis
histórico del origen de la caja y el erke, debemos señalar que estos
instrumentos debieron haber comenzado a utilizarse luego de llagada de los ibéricos
españoles ya que sus materiales (cuerno y cuero de vaca/toro) provienen de Europa,
y, antes de 1492, no existían en nuestros territorios, hasta donde se conoce. Con
estos elementos junto a la dinámica propia de la cultura, podemos cuestionar ¿qué
es realmente lo nuestro?
Desde una mirada externa, se ha visto que son
diferentes espacios e instituciones las que vienen interpretando las anatas y
bailando el carnaval chicheño; desde unidades educativas, universidades y
fraternidades, principalmente. Esto ha conllevado que las características de la
danza se vayan alterando ampliamente, en algunos casos, variándose desde la
vestimenta hasta la forma del baile. Entre estos casos, el más llamativo ocurrió
en una pre-entrada de la ciudad de El Alto (Villa Adela) donde se realizó la
danza denominada como carnaval chicheño pero acompañada por una tarkeada, diferente
en ritmo y velocidad, lo cual mostraba un cuadro extraño que no concuerda con
el baile como lo conocemos generalmente (https://vm.tiktok.com/ZMh9vJy42/). No
obstante, se debe advertir que la cultura es dinámica y varía con el tiempo y
es justamente la propia población tupiceña la que empezó con las alteraciones
de lo autóctono, a partir de una estilización
de la danza, para que la misma se adecue al espacio urbano alejándose de las
comunidades, donde aún mantiene sus características originarias.
Desde una mirada de forma, el carnaval chicheño tiene
como vestimenta elementos centrales de la vida campesina indígena, donde los
hombres llevan el sombrero, poncho y abarcas, mientras que las mujeres utilizan
el sombrero, blusa, pollera y abarcas. Al haberse trasladado esta danza desde
el ámbito rural comunitario indígena hacia la urbe, ha generado un singular
fenómeno cultural e identitario donde se identifican contradicciones en este
segundo grupo ya que la construcción identitaria de los Chichas, sobre todo en
el caso de la ciudad de Tupiza, ha sido desde una ilusión señorial blancoide. Esto
nos lleva a la incoherencia y negación de lo indio-indígena que conduce a que
la vestimenta típica de la Nación Chichas se convierta en, solo, un disfraz que
luego es guardado hasta la próxima fiesta (de disfraces). Peor aún, esta misma
población urbana que adopta, ornamentalmente, la vestimenta chicheña en el
marco, principalmente, del carnaval, el resto del año asume actitudes racistas
y discriminatorias hacia esa población indígena campesina que es de donde surge
la cultura e identidad.
Finalmente, llama la atención que en los últimos años
ha ocurrido un fenómeno de apropiación del carnaval chicheño como sinónimo de
carnaval tupiceño, ignorándose que esta danza es interpretada en los cinco
municipios chicheños, actuales, es decir Vitichi, Cotagaita, Atocha, Tupiza y
Villazón, lo cual cobra mayor relevancia en las comunidades que mantienen
vigentes elementos más originarios que el interpretado en la ciudad de forma
estilizada, siendo también respetuosos de los ciclos del calendario agrícola y
su relacionamiento con la tierra y la productividad. Con lo manifestado, las
prácticas culturales resultan de mucha importancia para una colectividad, la
cual debe ser presentada de forma coherente ya que más allá de los netamente
cultural-folklórico se involucra un ejercicio político de posicionamiento de la
identidad ancestral que, pese a los cambios sociohistóricos, ha prevalecido en
el tiempo, y para el caso de la Nación Chichas, lleva consigo una importante carga
y acervo hasta la actualidad que debe ser reflexionada para proyectarse lejos
de los riesgos de la folklorización o comercialización en el mundo del show
y el sinsentido.
lunes, 8 de julio de 2024
REVISITA A LA OBRA DE ALFREDO DOMÍNGUEZ
Alfredo Domínguez
Romero ha quedado dentro de la memoria colectiva de gran parte de la población
boliviana que lo recuerda, principalmente, como uno de los mejores exponentes
de la guitarra. Igualmente, es también conocido el aspecto multifacético que
tuvo el “Genio Salvaje” al haberse distinguido en pintura, grabado y fútbol
entre una diversidad de capacidades y destrezas que pudo desarrollar. De esta
manera, ha dejado una herencia que se manifiesta en diferentes espacios del día
a día en nuestro país y en el exterior, ya que el reconocimiento llegó más allá
de las fronteras nacionales destacándose en países como Francia y Suiza. De
forma complementaria, debemos considerar el desarrollo de su obra enmarcada en
un contexto y coyuntura llena de bemoles como ser la Revolución Nacional o los
años de dictadura, que marcaron facetas de su pensamiento y que perviven hasta
nuestros días en las letras de sus canciones.
En 1979, cuando Domínguez estaba presentándose en Suiza se enteró de la masacre de Todos Santos ocurrida en Bolivia; entonces, según se relata, hizo una pausa para componer una canción que fue publicada luego de algún tiempo, en ese mismo espacio. De esta manera surgió la composición “No fabriquen balas”, presentada al público suizo ya que las armas del Ejército boliviano eran fabricadas en dicho país. Así, podemos rescatar fuertes críticas al contexto dictatorial de aquel momento, indicando: No fabriquen balas/ya no por favor/mueren mis hermanos/y causa dolor/en este momento/allá en mi país/hay mucho tormento/también de raíz. Entonces podemos identificar el profundo sentido crítico que tuvo, en aquellos complejos años de crisis democrática enmarcada en problemáticas como las desigualdades sociales, discriminaciones y violencia frontal. Incluso cuestionó al mismo orden establecido, en el marco del chauvinismo patriotero, en su propio país, Bolivia, con frases como: Ese cóndor rey del ande / venerado por poetas / es enemigo mayor / de cualquier niño pastor // Si el civismo lo atesora / en el escudo nacional / me resisto a que un traidor / simbolice liberta (Canción “Los corderos”).
Actualmente, Domínguez es uno de los elementos centrales de la identidad de los Chichas, sobre todo de Tupiza, esto debido a ser su lugar de nacimiento. Es por ello que dentro de su obra se encuentran plasmadas gran parte de las escenas tradicionales que se desarrollan en esta parte del país de lo cual se puede desglosar y entender las formas de expresión de la población chicheña, plasmada en letras como El mundo se reservau / un campito muy sagrau / los genios de la tierra / lo han modelau / con cerros colorados / a cada costau // En la brisa se ha asociau / con su alegre sonrisa / y el silbo del wichico / ha colaborau / pa’ llamarle Tupiza / pueblito encantau. De esta forma, podemos abordar el pensamiento de Alfredo y su forma de entender la realidad de su pueblo que se refleja a la totalidad de Bolivia, por su aspecto de representatividad en los rostros de obreros, indios y migrantes. Entonces, al considerarlo como nuestra proyección identitaria debemos analizar su obra musical haciendo énfasis en las letras que reflejaban sus pensamientos y reflexiones que después se publican mediante canciones, vigentes hasta nuestros días, denunciando la situación actual de la mayoría de la población en el país, con afirmaciones de reivindicación contundente como el “si señora, soy un indio”.
Desde este punto de vista, para todas y todos nosotros, es importante brindar atención especial a las letras, las cuales resultan muy relevantes, complementando la interpretación solo musical, porque aquí están implícitas las formas representativas de lo que debemos recuperar en la construcción de nuestra identidad, significado y significantes. Esta tarea también sigue latente porque dentro de toda su obra, lo que es más conocido son los álbumes “Algo más de Alfredo Domínguez” y “Juan Cutipa”, donde se dio una atención especial a la interpretación de la guitarra con gran capacidad de ejecución. En contraposición, se ha dejado de lado, y en desconocimiento, otros álbumes donde una mayoría de interpretaciones tienen letra que devela y permite adentrarnos en la forma de entender la realidad de aquel tiempo. A esta capacidad analítica del contexto, se suma la opción que tuvo por hacerla pública mediante sus interpretaciones y que estas sirvan como una forma de manifestarse contra los aspectos negativos de una sociedad compleja en uno de sus momentos críticos.
Al recordar un nuevo aniversario del nacimiento de Domínguez (Tupiza, 9 de julio de 1938) recuperamos los profundos mensajes contenidos en las letras que escribió y cantó, fundamentado en toda su vivencia con mensajes de interpelación, mostrándonos que la cultura y la música deben servir para develar la realidad superando la mera folklorización que se presta a manejos instrumentales y vacíos. En una entrevista radial, reencontramos la visión que nos plantea en respuestas como: “Entonces para hacer una pequeña reseña puedo decir que hice la escuela primaria; dos meses y tres días de colegio secundario, gracias a un profesor de inglés que nos trataba de indios, de cholos, mugrientos, sucios. […] Tal vez en este caso el mejor maestro que tuve, era el contacto con el pueblo. […] Tal vez esa tenacidad ha hecho que yo tenga más contacto con gente, con los borrachos, con gente del bajo fondo, con intelectuales, con campesinos, con mineros, etc. entonces ahí he aprendido realmente lo que uno tiene que ser, uno mismo y no otro, para llegar a ser sencillo, amigo; sobre todo amigo” (programa radial La Llajua)*.
Domínguez, el Genio Salvaje, demuestra así que la gente ha olvidado su condición humana, que se pierde entre academicismos y arrogancias que no dicen nada de las personas a lo cual suman miradas raciales que, hasta la actualidad, continúan siendo una compleja problemática en nuestro país y se manifiestan desde prácticas cotidianas hasta hechos estructurales e institucionales. Queda mucho por conocer, dentro del carácter multifacético de nuestro artista, superando incluso su mayor reconocimiento como guitarrista, para ingresar a un análisis del discurso en sus letras y la cosmovisión implícita. Alfredo es más que una biografía, por lo que debemos revisitar, recurrentemente, su obra para superar la simplonería identitaria y culturalista a la que estamos acostumbrados. Con lo mencionado, es posible que cuando alguien pretenda profundizar, solo un poco más, en lo que Domínguez realmente era y proponía, no faltará alguien que refunfuñe diciendo “vos seguí nomás tocando tu charango, sin molestar a la gente decente”.