Hace cerca de
15 años atrás, existía un procedimiento casi obligatorio para todos y todas las
estudiantes que se topaban con el momento de salir bachilleres, era tiempo de
partir para, en el mejor de los casos, seguir con los estudios superiores en
capitales de departamento donde se podía tener la carrera elegida, lo cual venía
precedido por la posibilidad de cubrir los gastos pertinentes. Ese fue el
destino de muchos y muchas que salimos hacia otras tierras para convertirnos en
inmigrantes alejados de todo el imaginario, subjetividad e idiosincracia
construida por casi de 20 de vivencia y convivencia. Abriendo esta nueva etapa,
de los que consiguieron ingresar a las casas de estudios superiores otro tanto
se quedó en el camino, por una serie de factores e influencias, nuevamente
bifurcando los caminos con una amplitud de derroteros del día a día. Todos estos
procesos traen consigo nuevos elementos que pueden reforzar o debilitar
aspectos como la identidad, por lo cual fueron muchas y muchos los
desarraigados de la tierra chicheña que se quedó muy lejos de la vista o que
por lo menos no era coherente con las nuevas obligaciones y el horizonte de
vida proyectado. El resto de la historia es más particular y dentro de esa
particularidad tendríamos muchas posiciones y visiones casi existenciales de
cada quien.
Pero esta vez,
requerimos hablar de los y las que fortalecimos nuestros lazos con los Chichas
mediante procesos que se manifiestan de diferentes formas como ser las
pretensiones de reproducir el espacio propio dentro de uno ajeno o los que,
casi, pecando hasta de chauvinismo se ven identificados en circunstancias muy
concretas pero que en fin muy dentro llevan consigo este arraigo y añoranza.
Así, hasta existieron propuestas en la pretensión de que nuestra gente retorne
para poder trabajar y contribuir en mejores días para todos y todas;
contrariamente para algunos el volver a la tierra es calificado,
sacrílegamente, como un retroceso. Pero en fin, estas son las causas y azares
que tienen los caminos complejos del ser chicheño y chicheña, con una identidad
muy fuerte que se construye por algo más de 20 años y que después toma otros
caminos para mantenerse o ser desterrada de cada quien por el resto de la vida.
Así,
es muy seguro que las mismas experiencias cotidianas van cimentando los caminos
que se van a seguir junto a las condiciones de vida en la actualidad que casi
obligan a continuar con la mirada hacia adelante en una pugna delicada con las responsabilidades
hacia lo nuestro. Solo el sentimiento de compromiso con nuestro pueblo hace que
de una forma u otra nos mantengamos, aunque de reojo, con la atención puesta
hacia el lugar de donde venimos. Son muchas las maneras en que pretendemos
seguir arraigados con la magia de nuestra tierra colorada, esperando el momento
de retornar en pleno para cumplir con lo antecedido cuando estuvimos obligados
al destierro en búsqueda de mejores días, no solo para cada quien sino para nuestras
mujeres y hombres que todavía viven ahí a la espera de tener mejores días
fortaleciendo la comunidad de los Chichas que ha resistido el paso de los
siglos y que ahora se encuentra confiada en lo que nosotros y nosotras podamos
hacer, y lo seguiremos haciendo por ahora a la distancia...
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