Por lo
general, las publicaciones denominadas memes resultan ser muy inmediatas y
dejan el resto para los conocimientos previos de las personas que interactúan
con los mismos, hecho que repercute en la interpretación y recepción que se
tenga al respecto. No obstante, en las redes sociales se presentó un caso
singular con la leyenda “el mundo es un pañuelo”, el cual nos remite hasta la
dimensión que puede tener nuestra existencia y nos condena a la relatividad
fluctuante, solo matizada por el libre albedrío. Además fue sugerente, y hasta
provocativa, la connotación de esta publicación que llevaba por detrás el
debate sobre el aborto que se estaba realizando en la Argentina y donde se
presentaba el símbolo de la pañoleta verde exigiendo la despenalización del
aborto, legislación que ya había sido aprobada en diputados y ahora se
encontraba en la instancia senatorial.
En
este sentido, la situación política del país vecino, Argentina, motivó una
movilización colectiva en varios países de la región donde destacaron los
colectivos de mujeres que respaldaron este proyecto de ley, el cual se
convertiría en un importante antecedente para continuar en este sentido a nivel
sudamericano. También se identificó la participación, minoritaria, de algunos
hombres, considerados desde el feminismo como aliados pero bajo una misma
bandera. Entonces, el polémico tema del aborto permea en diferentes ámbitos
para ponerse en agenda de discusión, con una gran movilización de población
enmarcada en una causa. Sin duda, dentro de este debate los hombres tenemos la
palabra limitada ya que nos reducimos a simples aliados, en el mejor de los
casos, para las compañeras en la lucha y la decisión sobre sus cuerpos. Caso
contrario, deberíamos guardar un respetuoso y ubicado silencio para no caer en
el permanente discurso de la doble moral que ha sido embanderado por el
discurso “pro vida”, el cual lleva por detrás una serie de prejuicios y sesgos
religiosos con una gran carga de ignorancia.
Contradictoriamente,
lo ocurrido en el Senado argentino se llevó adelante un debate muy parejo, en
cuanto a número, pero con una gran brecha respecto de la capacidad
argumentativa, donde se notaban niveles, casi verborréicos desde el lado de las
pañoletas celestes “pro vida”. Sin embargo, lo ocurrido en este espacio no se
reduce al debate formal-estructural, sino que involucra a la cotidianeidad,
principalmente en la vida de las mujeres donde los hombres tenemos muy poco, o
tal vez nada, de opinión partiendo de la premisa de “mi cuerpo, mi decisión”.
En este sentido, nos encontramos en un complejo marco que se ha desenvuelto a
partir de esta demanda de la despenalización del aborto en cualquier caso, que
busca garantizar el acceso y derecho a la salud y la vida, principalmente, de
mujeres pobres.
Paradójicamente
han sido muchos hombres quienes se han manifestado al respecto, cuestionando
fervientemente esta posición asumida, lo cual se ha reflejado en las
intervenciones de los representantes del senado argentino con criterios muy
fuera de lugar así como en las redes sociales. De esta forma, se aplica un
término cabal, el mansplaining
(hombres explicando) como si nuestras compañeras necesitaran de algún iluminado
para tomar decisiones, incluso sobre sus cuerpos, y explicando sobre la mejor
forma de ser mujeres. Con todo ello, se visibiliza que el machismo y patriarcado
están plenamente vigentes y que negarlo sería como cerrar los ojos siendo
cómplices de la desigualdad, la violencia contra las mujeres y otras
injusticias sociales atrincheradas en los roles de género y los patrones
culturales que mantienen este orden establecido. Con lo mencionado, retomamos
el dicho de que “el mundo es un pañuelo” donde las personas somos transeúntes
de la vida y solemos atrincherarnos en posiciones que juzgan al resto de
personas y, como siempre, son las mujeres quienes resultan más afectadas de
forma permanente sin importar el motivo, bajo la lógica androcéntrica arcaica y
totalmente fuera de lugar en pleno siglo XXI.