La primavera no es
un hecho casual de la vida, sino que viene relacionada a fenómenos cósmicos y
energéticos que la vinculan con el equinoccio, el cual ocurre en el hemisferio
sur entre el 21 y 23 de septiembre marcando un cambio de estación junto a todas
sus características. Sin embargo, las sociedades se han encargado de llenar a
este significante con significados de todo tipo, algunos sugerentes y otros
triviales. Esta dinámica es parte del calendario anual festivo donde a falta de
un derrotero definido solemos movernos bajo la lógica inmediatista y
coyuntural, así un momento podemos estar celebrando (enmarcados en el 21 de
septiembre) el día del amor y al rato siguiente o, peor aún, el resto del año
ejercer violencia contra las mujeres. Podemos luchar por la defensa de la
democracia agrediendo públicamente en las calles, motivados por diferencias
políticas o ideológicas, pero que están encubriendo el simple odio, racismo y
discriminación históricamente construida en una particular, e incomprensible,
desprecio hacia los propios antepasados reflejado en el odio al espejo. Pese a
estas complejas problemáticas junto otro sinfín, el sistema y el calendario se
encargan de adormecernos el sentido crítico dejándonos en el letargo de la
ignorancia que termina fluctuando entre las fiestas y los quehaceres de moda,
justamente ahora nos encontramos “celebrando” el amor, la juventud, la
primavera y más.
En este mismo
marco, en Bolivia se ha desatado un gran problema ambiental relacionado con el
incendio en la Chiquitanía que sin duda es una gran tragedia para esa región y
para nuestro territorio en general. Esta situación ha llevado al gobierno a que
se realicen una serie de medidas en defensa del medio ambiente, y sobre todo
para combatir el incendio desatado en esta parte de Bolivia. En este marco,
como no era de faltar, la coyuntura política preelectoral ha aprovechado esta
situación para buscar reprochables réditos políticos el próximo 20 de octubre.
En este sentido, se utilizaron argumentos de distinto matiz para generar una
reacción, ya peculiar en el ejercicio de la política visceral. Entonces,
amparados en el desconocimiento y la ignorancia se van generando una serie de
reacciones vinculadas a esta problemática que deberíamos discutir con algo más
de argumentos. Por tanto, es prudente saber que, la situación por la que
estamos atravesando no involucra solo a la Chiquitanía, sino que también
existen focos de calor en el norte paceño y Tarija, dentro de nuestro país;
hacia afuera sabemos que el problema es compartido con Brasil, Paraguay y
Argentina; aún más allá esta gestión se tuvo situaciones similares en África,
las más complejas, incluso en El Ártico. Todo esto se explica por el
ahondamiento en la crisis ambiental mundial vinculada al calentamiento global,
entre otros. Bajo este panorama estos incendios forestales se han ido
incrementando en los últimos años y lo seguirán haciendo progresivamente;
adicionalmente a otras catástrofes naturales como sequías, inundaciones y
demás.
Con este sombrío
panorama, debemos entender que gran parte del problema ambiental y climático
que estamos viviendo ha sido motivado por el modelo capitalista que exige la
explotación de los recursos de manera salvaje y donde la economía está basada
en la explotación, transformación, consumo y desecho de recursos naturales
limitados. Ante este panorama, desde la población debemos hacer un mea culpa para entender que las
prácticas cotidianas tienen una gran aporte, en las soluciones o, las
consecuencias de las diferentes crisis globales, entre ellas la ambiental. Así,
desde el solo hecho de botar una basura sin ninguna culpa es la punta del
ovillo en problemáticas más grandes. En este punto nos encontramos ante complejas
disyuntivas sobre las lógicas de desarrollo, el extractivismo y hasta la
metáfora del buen salvaje que fue
discutido en otro tiempo. Así, nos encontramos ante el nivel macro que es
asumido desde las políticas estatales, en sus distintos niveles, y las
prácticas cotidianas en la convivencia. Quedan pendientes una serie de
variantes, como el consumismo en todos sus sentidos que son parte del sistema
capitalista en el nivel personal y que deberá ir en coherencia con las críticas
que podemos hacer hacia la, supuesta, otredad. Las crisis mundiales, incluida
la ambiental, deben ser atendidas de forma global y mientras no se tenga una
linealidad lógica entre gobiernos (sobre de las denominadas potencias) y el devenir
individual no podremos tener avances significativos de manera global, sino que
el imperialismo seguirá avanzando bajo la lógica de la explotación de unos
sobre los otros, teniendo como telón discursivo la defensa de la naturaleza y
otros menesteres.