Ahora, en camino entre
Camargo y Tarija, con música reggaetón de fondo. No obstante, son estas las
ocasiones que sirven para, como diría Benjo Cruz, “andar país” y aterrizar las
complejas teorías planteadas en la academia y juntarlas a la realidad en busca
del tan anhelado pragmatismo de las Ciencias Sociales. Así, utilizo un recurso,
muchas veces cuestionado, para explicar Bolivia cuando se la divide en tres
espacios geográficos a decir del altiplano, valles y llanos, que muchas veces
nos confundió generando sesgos de lo que es realmente el país; mucho peor
cuando interfirió el andinocentrismo como categoría de análisis en estudiantes
que viven en valles y tierras bajas. Así, es menester complejizar esta
explicación para hablar de microregiones en cada departamento y demás, pero por
ahora queda como advertencia del simplismo curricular que todavía tenemos en
nuestro sistema educativo, conviviendo con interculturalidad y descolonización.
La parte altiplánica es
cooptada por La Paz, sede de gobierno, que atrae automáticamente el poder de
diferentes categorías y formas a donde las personas suelen llegar de una u otra
manera, no obstante a nivel departamental encontramos trópico y valles como los
Yungas, Apolo o Sorata, entre muchos otros. Oruro, que obviamente es más que un
carnaval pero este sigue repercutiendo por la denominada fastuosa entrada; aquí
nos encontraremos con lugares como Curahuara de Carangas y su magnífica “capilla
sixtina de los andes”. Potosí, más allá del Cerro Rico, nos presenta calles
llenas de historia que reviven tiempos coloniales; por su parte en este
departamento encontramos lugares muy atractivos como Toro Toro o Tupiza, de
climas más cálidos y diferentes a lo que se cree, al igual que identidades y
culturas diversas.
Los valles bolivianos, han
sido representados por Cochabamba como parte del eje troncal de las ciudades
más grandes del país, donde más allá de la capital gastronómica encontramos una
gran diversidad de manifestaciones culturales, ferias semanales en todas sus
provincias y cómo no, cada inicio de mes un primer viernes de q’oa para
disfrutar del elixir de la chicha (además de la garapiña, guarapo y otros). Sucre
no necesita presentación por ser la capital boliviana y el espacio donde se
respira aires republicanos en su variedad de museos y en las propias calles, en
medio encontraremos diferentes comidas, casi siempre picantes, y para endulzar
los chocolates; pero más allá tenemos una serie de lugares por conocer como
Tarabuco y su historia libertaria o Camargo con su amplia producción. Al sur,
estamos en Tarija, le dicen chura por los modismos del lenguaje, donde nos
topamos con la gentileza de las personas y una variedad de alimentos y bebidas;
pero también podemos irnos hasta el Chaco (compartido con Santa Cruz y Chuquisaca) con otras costumbres y en
territorios autónomos regionales.
Oriente boliviano, con la
previa confesión que siempre lo he notado algo lejano y desconocido, capaz por
ese andinocentrismo antecedido e imaginariamente construido. Sin embargo, Santa
Cruz como la ciudad más grande del país es un lugar atractivo para visitar e
incluso emigrar en su calidad de receptor, con tanta variedad entre valles y
amazonía. Beni, desconocida aún pero según dicen un lugar pequeño y comunitario
con ciudades y comunidades en crecimiento. Pando, en el extremo norte parece
ser lo más lejano, con lugares de encuentro interpaíses como Bolpebra, cerca de
los territorios perdidos durante la Guerra del Acre y el auge de la goma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario