lunes, 18 de marzo de 2019

DE ANDAR PAÍS



Ahora, en camino entre Camargo y Tarija, con música reggaetón de fondo. No obstante, son estas las ocasiones que sirven para, como diría Benjo Cruz, “andar país” y aterrizar las complejas teorías planteadas en la academia y juntarlas a la realidad en busca del tan anhelado pragmatismo de las Ciencias Sociales. Así, utilizo un recurso, muchas veces cuestionado, para explicar Bolivia cuando se la divide en tres espacios geográficos a decir del altiplano, valles y llanos, que muchas veces nos confundió generando sesgos de lo que es realmente el país; mucho peor cuando interfirió el andinocentrismo como categoría de análisis en estudiantes que viven en valles y tierras bajas. Así, es menester complejizar esta explicación para hablar de microregiones en cada departamento y demás, pero por ahora queda como advertencia del simplismo curricular que todavía tenemos en nuestro sistema educativo, conviviendo con interculturalidad y descolonización.

La parte altiplánica es cooptada por La Paz, sede de gobierno, que atrae automáticamente el poder de diferentes categorías y formas a donde las personas suelen llegar de una u otra manera, no obstante a nivel departamental encontramos trópico y valles como los Yungas, Apolo o Sorata, entre muchos otros. Oruro, que obviamente es más que un carnaval pero este sigue repercutiendo por la denominada fastuosa entrada; aquí nos encontraremos con lugares como Curahuara de Carangas y su magnífica “capilla sixtina de los andes”. Potosí, más allá del Cerro Rico, nos presenta calles llenas de historia que reviven tiempos coloniales; por su parte en este departamento encontramos lugares muy atractivos como Toro Toro o Tupiza, de climas más cálidos y diferentes a lo que se cree, al igual que identidades y culturas diversas.

Los valles bolivianos, han sido representados por Cochabamba como parte del eje troncal de las ciudades más grandes del país, donde más allá de la capital gastronómica encontramos una gran diversidad de manifestaciones culturales, ferias semanales en todas sus provincias y cómo no, cada inicio de mes un primer viernes de q’oa para disfrutar del elixir de la chicha (además de la garapiña, guarapo y otros). Sucre no necesita presentación por ser la capital boliviana y el espacio donde se respira aires republicanos en su variedad de museos y en las propias calles, en medio encontraremos diferentes comidas, casi siempre picantes, y para endulzar los chocolates; pero más allá tenemos una serie de lugares por conocer como Tarabuco y su historia libertaria o Camargo con su amplia producción. Al sur, estamos en Tarija, le dicen chura por los modismos del lenguaje, donde nos topamos con la gentileza de las personas y una variedad de alimentos y bebidas; pero también podemos irnos hasta el Chaco (compartido con Santa Cruz  y Chuquisaca) con otras costumbres y en territorios autónomos regionales.

Oriente boliviano, con la previa confesión que siempre lo he notado algo lejano y desconocido, capaz por ese andinocentrismo antecedido e imaginariamente construido. Sin embargo, Santa Cruz como la ciudad más grande del país es un lugar atractivo para visitar e incluso emigrar en su calidad de receptor, con tanta variedad entre valles y amazonía. Beni, desconocida aún pero según dicen un lugar pequeño y comunitario con ciudades y comunidades en crecimiento. Pando, en el extremo norte parece ser lo más lejano, con lugares de encuentro interpaíses como Bolpebra, cerca de los territorios perdidos durante la Guerra del Acre y el auge de la goma.


Así, con algunos sesgos, a partir de la Sociología y las Ciencias Sociales vamos recorriendo y conociendo diferentes lugares del país, rompiendo algunos mitos de los textos escolares y las palabras de profesoras y profesores que trataron de hacernos entender de qué se trataba Bolivia. No obstante, queda la duda de lugares que no llegamos a conocer en nuestro territorio, como las costas y el mar, algo del chaco y oriente por situaciones que la historia y la geopolítica nos podría tratar de comentar. Respecto de nuestra población, queda una gran enseñanza y es que si viajáramos un poco más, libres de prejuicios y preconceptos, veríamos que Bolivia tiene rostro indígena, en altiplano, valles y llanos. Ahí es donde se caen algunas construcciones identitarias falseadas que hemos ido montando desde la colonia y la república viéndonos en un espejo empañado que no nos permitió observar claramente. Pero esos son los recovecos de las ciencias sociales y las complejidades que debemos analizar. De andar país seguro que nos conoceremos mejor y nos reencontraremos, sin necesidad de tiempos bélicos, como la Guerra del Chaco, y seguro seguirán apareciendo nuevos elementos para entender Bolivia con todos sus recovecos, contradicciones y complejidades.


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