Foto: Facebook Charly Bernal Fotografía |
Las características socioculturales del
carnaval en Tupiza, también llamado y proyectado como carnaval chicheño,
encierra consigo una serie de representaciones y simbologías, las cuales en la
mayoría de las veces son minimizadas y, hasta, banalizadas. En este sentido, es
importante que empecemos a observar en un ejercicio, casi, etnográfico todos
estos significados y significantes que al final de cuentas reproducen la
cultura de los chichas y da cimientos a la identidad regional. Dentro de este
ejercicio, podríamos remitirnos a diferentes autoras y autores que hicieron un
levantamiento de información, sobre todo, histórica, o desde la crónica, de lo
que muestra la fiesta del carnaval en nuestro contexto, a partir de las
peculiaridades de esta parte del mapa. En tal cometido, en esta ocasión podemos
citar uno de los libros más emblemáticos, entendido como un libro etnográfico
que logró capturar imágenes y escenas de la vida cotidiana, como indica su
autor, a mediados del siglo XIX y desde la mirada de un niño.
“Era en Tupiza, más ó
menos como en todas las aldeas i aun ciudades. [Carnaval] [c]omenzaba solo
cuando entraba al pueblo un individuo estrafalariamente vestido, que vivía en
el campo i al cual los indios amigos obligaban por fuerza á marchar delante de
ellos, golpeándolo cuando se resistía ó procuraba huir; por fin, adentro no
hacía más oposición é iniciaba los bailes, cantos, saltos i locuras de todas
clases. La población, desde ese momento, se enloquecía también, bailaba en las
calles, cantaba, hacía ruedas tomándose de las manos, sin distinción de sexos
ni de clases; se veía algunas mascaras con trajes ridículos.
Estas diversiones se
interrumpían para beber chicha, comer ají (plato especial del país) i naturalmente,
tras de este entreacto, los bailes continuaban mas i mas animados, hasta la
noche, en que la embriaguez de los indios era indescriptible.
Lunes i martes de
Carnaval, todo continuaba lo mismo, hasta que el indio, símbolo de la fiesta,
era expulsado á pesar de oponer la misma resistencia que á su entrada; i todo
terminaba dejando como recuerdo algunas alegrías, muchos pesares i no pocas
enfermedades i aun muertos, como resultado de los excesos perpetrados” (sic) (Aguas Abajo de Eduardo Wilde).
Sin duda el texto de Wilde nos muestra algunas
líneas de interés que nos permiten rastrear singularidades del carnaval de
aquella época, donde la presencia del “indio” demarcaba el inicio, desarrollo y
final de la fiesta, junto a su ingreso y salida, entendemos, de la urbe. No
obstante, lo antes mencionado, con seguridad que hoy en día se desconoce estos
hechos y la fiesta del carnaval toma otros elementos que lo explican y
construyen. Pero, queda presente una participación fundamental que se
manifiesta en la fiesta a decir de la presencia indígena campesina que, al son
de las anatas o la caja y el erke, se reivindica año tras año sentando
presencia a su llegada magistral desde diferentes comunidades y llevando consigo
lo más profundo de la identidad chicheña. Por su parte, los conflictos
identitarios de la urbe, hacen que se generen contradicciones en la población
que acepta, en el marco desorientado de la folklorización y el disfraz, a lo
indígena expresado en las abarcas, el poncho, la pollera, el sombrero y demás
sin lograr engranar plenamente en los profundos significados implícitos que van
más allá de la vestimenta y tienen que verse desde la cosmovisión. Así, cuando
va pasando el regodeo de la festividad, se retorna progresivamente al
desconocimiento de esta simbología y significancias, para buscar en otras
vertientes los sentidos identitarios que fluctúan, confusamente, entre la
tupiceñidad y la chicheñidad.
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