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Comunidad de Carmen Soledad-Ixiamas |
El territorio del, actual, Estado Plurinacional de Bolivia,
históricamente tuvo una población mayoritariamente indígena (con sus variantes
conceptuales de india, campesina y originaria, entre otras). No obstante,
durante los diferentes periodos históricos esta fue considerada como una
amenaza a las estructuras de poder que, con la llegada e imposición del régimen
colonial, fue cada vez más sometida y excluida. Sin embargo, la población
indígena se mantuvo siempre en resistencia en los diferentes periodos
históricos, desde la colonia y hasta entrada la república que significó una
reconfiguración de los grupos de poder, que, en muchos casos, lo heredaron bajo
una lógica de patrimonialización, casi, familiar.
Con el advenimiento de la República, dentro de un régimen caracterizado
por el colonialismo interno donde los grupos de elite pretendían, luego de la
independencia, seguir minimizando y anulando a la población indígena pese a que
esta, históricamente, fue mayoría. Así se reportaba en el primer documento
investigativo que levantó información estadística en Bolivia, a decir del Informe
sobre Bolivia de Joseph B. Pentland en 1826. En dicho documento se refiere:
“La gran masa de los habitantes de Bolivia se compone por indios aborígenes que
forman tres cuartas partes de la población total o sea cerca de 800.000 almas [de un total aproximado
entre 1.100.000 y 1.200.000 registrados en ese momento]”. Aunque Pentland no tomaba en
cuenta, dentro de esta cifra, a la población, categorizada entonces como,
negra.
Dentro de la historia de los censos en Bolivia, podemos remontarnos al
realizado el año 1900 bajo la definición de Censo general de la población de
la república de Bolivia. En este documento encontramos elementos importantes
que muestran el panorama de constitución de la población de aquel tiempo. En el
capítulo III titulado como “Razas”, se identifica a 4: indígena, blanca,
mestiza y negra. Pese a que este documento no realiza un análisis conceptual
sobre la categoría indígena, si nos permite tener una aproximación a la
presencia de pueblos indígenas que en la actualidad han desaparecido a poco mas
de un siglo. Asimismo, se reporta la existencia de 920.000 indígenas de los
cuales el 9% se encuentran en estado de barbarie. Otro aspecto destacable es la
advertencia que se hace sobre la desaparición lenta y gradual de la raza
indígena, motivada, entre otras causas, por la sequía,
el hambre, la peste y el alcoholismo.
Resulta llamativo que, en la boleta censal de
1950, se incluye una pregunta respecto de la población indígena planteada con
“Si el entrevistado usa ropa indígena escriba SI. En caso contrario anote un
guion (-)”, así se muestra una superficialidad respecto de la forma de
identificación indígena como algo cosmético y folklorizado, dando como
resultado un 62,9% de indígenas. Durante el censo de 1976 y 1992 se incluyó el
criterio de lengua hablada a partir de la cual se interpretó una
pertenencia indígena, donde se tuvo un 63,5% y 59% de población indígena respectivamente
donde, en 1976, se especificaba castellano, aymara, quechua y otro, que para el
año 1992 se incluyó el guaraní y otro nativo dentro de la boleta censal. El año
2001 se tuvo un hecho fundamental ya que se incluyó una pregunta de pertenencia
a pueblos originarios e indígenas (con opciones quechua, aymara, guaraní,
chiquitano, mojeño, otro nativo), que dio como resultado el 66,2%
autoidentificada como indígena. Este porcentaje tuvo repercusión a nivel
social y político dentro de la población que, en medio de una crisis política
electoral y partidaria, vio fortalecida la identidad étnica que fue articulada
en el discurso y propuesta política que aportó desde el aspecto demográfico a
la consolidación de un proyecto en las elecciones de 2005 y la constitución de
un Estado Plurinacional.
El censo de 2012, estuvo enmarcado en el contexto plurinacional que
contradictoriamente mostró un porcentaje menor con 41%, lo cual también generó
varios debates, incluido el de la categoría de mestizo demandada como necesaria
dentro de la boleta censal, pero que llevaba consigo toda una discusión
sociopolítica, sobre todo desde la vereda partidaria. No obstante, la pregunta
de pertenencia permitió visibilizar a las otras naciones indígena originario
campesinas (NPIOCs) que quedaron al margen de la nueva Constitución Política
del Estado como es el caso de la Nación Chichas, que reportó 59.480
pertenecientes a dicha nación, ubicándose como la cuarta con mayor población
perteneciente, después de la quechua, aymara y guaraní.
En 2024, mas de una década después como establecen los criterios
técnicos, nos aprestamos a un nuevo Censo Nacional de Población y Vivienda
(CNPV). Para llegar a este tiempo nuevamente surgieron cuestionamientos y
debates desde los categoriales, como la del recurrente mestizo, hasta los
político partidarios que apuntan a otros intereses y objetivos como la
redistribución de escaños o el pacto fiscal. Mas allá de estos debates macro,
se pone en cuestión aspectos determinantes como la autoidentificación de
nuestra población que a partir de estos procesos de relevamiento de información
demográfica que lleva consigo una serie de aspectos más complejos en un
contexto donde se vive un vaciamiento ante un panorama de globalización y
transculturización que atentan, también, a nuestras identidades originarias en
pugna con lo que se denomina como conciencia étnica.
Los resultados que vayan a emerger producto de este censo, servirán para
conocer la composición poblacional que se tiene en Bolivia actualmente, y saber
si las/los indígenas y campesinos continúan siendo un importante porcentaje de
la misma. Esto deberá repercutir en políticas públicas que permitan mejores
condiciones de vida es comunidades y sectores rurales que son los que
subvencionan a las ciudades desde el aporte productivo y la provisión de
alimento en las urbes. Este nuevo contexto de la población indígena y campesina
se va conformando en medio de factores adversos como ser la crisis climática
que obliga a buscar estrategias de subsistencia. A raíz de esta situación se
generan otras problemáticas como la emigración hacia las ciudades que, ya en
ese espacio, son parte de asentamientos de periferia con poco o ningún acceso a
servicios básicos que amplía los círculos de pobreza dentro de una clara
vulneración de derechos.
En este sentido, es determinante que los resultados del CNPV permitan
profundizar el Estado Plurinacional de Bolivia, que dentro del proceso
constituyente logró el reconocimiento de la población indígena originario
campesina (IOC) incluyendo el pluralismo como pilar central de la estructura
estatal. No obstante, pese a esta característica, aún falta mucho por avanzar respecto
del reconocimiento pleno de las estructuras IOC porque, al igual que se
advertía en los albores del siglo XX, la pervivencia de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos parece estar amenazada por los factores
históricos de desigualdad sumada por otros factores vinculados a un periodo de
explosión tecnológica que amenaza a las comunidades des un punto de vista
cultural e identitario.
Con este devenir, se desenvuelven una serie de elementos de debate
respecto de las formas en que entendemos a los NPIOCs, y sobre todo cómo nos
identificamos en ese contexto, habitando un tiempo de globalización tecnológica
e informativa. Con los datos que nos brinde el censo podremos conocer nuevas
problemáticas que afectan a la población indígena campesina y que se mantienen
vigentes dentro de las brechas de desigualdad entre lo urbano y lo
rural/comunitario. Como respuesta a esta situación, la población mantiene
estrategias de adaptación demográfica como la doble residencia, accediendo a
oportunidades laborales, no siempre las mejores, en las capitales, pero sin
dejar el arraigo con la comunidad de origen, donde además cuentan con otros
insumos productivos como tierras o ganado que complementan la economía familiar
de acuerdo a tiempos en el calendario agrícola. Sin embargo, el tema de la
residencia también se convierte en un problema ya que se presenta la disyuntiva
de distribución de recursos a partir de la cantidad poblacional que habita
dentro de un espacio determinado, lo cual también será definido a partir de los
resultados del censo, por lo que las comunidades demandan el retorno de su
población como parte de las obligaciones colectivas hacia los lugares de
origen. Esta situación puede mostrar datos errados sobre la configuración
poblacional de Bolivia bajo la premisa de una des-ruralización que en base a la
doble residencia no sería tan cierta y requiere de un análisis e interpretación
más profunda de este fenómeno sociodemográfico.
Dentro de un análisis detallado podemos mencionar las problemáticas que
afectan a las mujeres campesinas e indígenas que, incluso en este ámbito de
ruralidad son aún más afectadas por una serie de aspectos que decantan a
partir, del solo hecho, de ser mujeres apelando a una frase que resume esta
condición en que “la pobreza tiene rostro de mujer (campesina e indígena)”.
Para visibilizar esta condición es necesario realizar estudios mas detallados
que nos visibilicen las desigualdades, violencia, exclusiones y demás que se
mueven como mecanismos de control hacia las mujeres en estos espacios, donde,
incluso, la cultura se encarga de normalizar formas de violencia encubierta y
simbólica, fortaleciendo estructuras machistas y patriarcales. Por su parte, el
tema de la jefatura de hogar también ingresa en los debates de género, sabiendo
que en Bolivia el 35,4% corresponde a mujeres (31,5% en área rural y 37,5% en
área urbana). Mas allá del dato estadístico se debe hacer una lectura en
detalle sobre este tema que involucra roles reproductivos y productivos además
de la invisibilización del trabajo doméstico y la permanencia de lógicas
patriarcales que devalúan el aporte de las mujeres dentro de la familia
asociando la jefatura de hogar con el trabajo productivo o el rol de proveedor
que es parte del arquetipo de la masculinidad tradicional machista.
Bolivia ha seguido un proceso complejo de configuración social y política
donde el factor poblacional es determinante a partir de sus necesidades
individuales y demandas colectivas. Esto nos ha llevado a que en la actualidad
tengamos constituido un Estado Plurinacional, que justamente resume y encierra
todas las complejidades de este proceso donde el sujeto histórico (las NPIOCs)
mantienen vigentes las tareas históricas para la construcción de una sociedad
mas equitativa y con menos desigualdades, con un pleno reconocimiento del
aporte de este grupo poblacional que garantiza la seguridad alimentaria pero
que sigue invisibilizada desde lógicas coloniales del poder. Como parte de
estas reflexiones es importante introducir elementos de análisis que develen a las
poblaciones mas desfavorecidas en este contexto y que se encuentran en mayor
vulnerabilidad, a decir de mujeres, niñas, niños, adolescentes y adultas/os
mayores, entre otras y que con esta evidencia sigamos profundizando el
ejercicio pleno de derechos en medio de entornos respetuosos de la naturaleza,
donde se garantice una calidad de vida para las próximas generaciones.
Con lo antecedido, se debe considerar que dentro del proceso censal que
se viene desarrollando la autoidentificación es, sobre todo, un derecho de las
personas por tener la pertenencia a un grupo o colectividad, como se establece
en la Declaración de los Derechos Humanos y la Constitución Política del Estado
boliviano. Esto también tiene una profunda relación con la construcción del sentido
de comunidad, presente en nuestro contexto más allá de la residencia en área
rural o urbana. A partir de los datos que se obtengan en este censo se deberá
mostrar las condiciones de los grupos poblacionales, que en el caso de la
población rural permita atender necesidades urgentes para generar accesos y
condiciones para este determinante grupo encargado de garantizar la seguridad y
soberanía alimentaria en todos los espacios.
Por otro lado, resulta necesario seguir debatiendo sobre la doble
residencia, que desde una lógica pro urbana pretende ir menoscabando a la
presencia rural que, no obstante, mantiene estrategias de movilización y
residencias temporales por diferentes motivos como ser la generación de
ingresos o el acceso a educación superior, entre otras, pero que no rompe el
lazo con su comunidad de origen. Así, [e]n ellas convendría tener
además mejores indicios sobre su población de derecho en el doble sentido de la
palabra: por pertenecer a tal lugar y territorio y por tener (seguramente)
derechos y obligaciones jurídicos, incluida la propiedad en el mismo, aunque,
por la razón que sea, no esté viviendo siempre allí, sino también en otra
parte, incluso de manera regular (Albó 2021). Como observamos, la realidad
misma de nuestra población muestra las dinámicas poblacionales que articulan al
entorno urbano y rural, pero que desde una mirada urbanista pretende
invisibilizar a la población de las comunidades rurales.
Referencias.
Albó, Xavier. 2021. Tejiendo pistas. La Paz: CIPCA.
Heredia, Luis (coord.). 2016. Desdibujando fronteras Relaciones
urbanas-rurales en Bolivia; Cuadernos de investigación 83. La Paz: CIPCA.
Oficina Nacional de Inmigración, Estadística y Propaganda Geográfica.
1904. Censo general de la población de la República de Bolivia según el
empadronamiento de 1° de septiembre de 1900. La Paz: s/e.
Pentland, J. B. 1975. Informe sobre Bolivia de 1826. Potosí: Editorial
Potosí.
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