En estos últimos días,
se dieron algunos eventos interesantes, los cuales tienen que ver con lo que
corresponde a lo académico. El primero, fue el nombramiento del Presidente de
la República Evo Morales con el grado de Doctor Honoris Causa, efectuado por la
Universidad Pública de El Alto (UPEA), el 19 del presente. El otro
acontecimiento, sin duda es sui generi para
nuestro país, y es el que más resalta por la importancia y peso para nuestra
historia; y es precisamente la declaración de Bolivia como país Libre de
Analfabetismo, realizado el 20 del presente. Estos dos sucesos son los que van
a motivar estas líneas como una reflexión que debemos hacer cada uno de
nosotros, para ir avanzando hacia un territorio libre de mapas mentales
fundamentados en imaginarios falsos que a la vez generan discriminación.
La Academia tuvo su origen en la
época de Platón cuando éste estableció su escuela en el Jardín de Akademos (Academo), Atenas; era ahí donde
junto a sus discípulos solía pasear por el parque enseñando y discutiendo
filosofía, de la misma manera se iba generando el conocimiento al compartir la
sabiduría de unos y otros, para así realizar una interesante retroalimentación
en complementariedad. Lamentablemente este tipo de academia se fue desvirtuando
para convertirse, en nuestros días, en un espacio de elitización y
discriminación donde parte fundamental es el control del poder y el manejo de
la economía, todo ello junto al proceso de racionalización y globalización. Es
de esta manera que actualmente lo que se denomina academia, no se parece en lo
más mínimo a la original.
Lamentablemente, en nuestro país
como en la gran mayoría, se ha implantado (precisamente mediante la educación)
un imaginario que hace ver a la formación educativa como sinónimo de status
social, es decir que el ser profesional es una de las máximas aspiraciones de
las personas. Pero por otra parte este tipo de pensamiento, genera
discriminación hacia las personas que no cuentan con una formación “académica”,
viéndolos como inferiores. De igual manera este proceso ha llevado a que solo
se considere digno el conocimiento de escuela, dejando de lado, u oculta, a
toda la sabiduría con que cuentan los pueblos indígenas, y en sí cada una de
las personas de la cotidianeidad, solo por no contar con cartones
universitarios. Es más, resulta totalmente alarmante que precisamente los
sectores universitarios y profesionales, con “mucha formación académica”, han
ido generando escenarios de violencia y discriminación, mostrando así toda la
ignorancia hacia la cosmovisión del otro, y por tanto de la realidad de un país
tan diverso como el nuestro, donde se hace urgente cambiar a la tolerancia por
el respeto. Además, por ahora, no analizaremos la situación de una Universidad boliviana,
que se ha convertido en un espacio que sirve solo para generar cúpulas de
corrupción y de prebenda, quedando totalmente en último plano el sacar
profesionales dignos y bien capacitados para servir y trabajar por la sociedad
a la que se deben.
En fin hay muchos temas para
reflexionar a cerca de lo académico y lo educativo, pero también hay que
reconocer la necesidad de que el Estado ponga como prioridad máxima a la
educación y la igualdad de condiciones para todos los sectores de la población.
Pero sobre todo hay que empezar a cambiar esta forma de pensamiento de ver a
algunos conocimientos como superiores a otros, y así dejar de generar
discriminación académica y social. Hay que reconocernos como diferentes pero complementarios,
para así enriquecernos mucho más como país, articulando los conocimientos de la
mundialización a los conocimientos endógenos (enriquecidos por toda la
sabiduría que llevan intrínsecos), para ir generando un conocimiento
aglutinador donde se considere a unos y otros y enriquecer, aun más, la
sabiduría de nuestro pueblo.
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