"Ya llegó la noche buena/cielo y
campo se alegró/por un niño de una india/que Maria se llamó” (Alfredo
Domínguez); así percibía y reflejaba este insigne autodidacta al recordar a la
navidad. Tiempo después, seguramente fue conociendo otras realidades, esta vez
en ciudades más grandes y el Viejo Mundo. Este mismo proceso es el que siguieron
muchos de nuestros padres, abuelos, y
nosotros mismos, al pasar el tiempo hasta nuestros días donde la navidad ha
cambiado sus manifestaciones y fundamentos.
Por
tanto, es menester volver a las raíces e ir en búsqueda de la esencia navideña,
que no es propiedad de ninguna religión ni creencia, sino es una profunda
manifestación simbólica que nos debe guiar en un proceso de revolución
espiritual y de religarnos con Dios. Lamentablemente esta esencia se va
perdiendo poco a poco, sobre todo en ciudades grandes, cuando lo fundamental se
ha vuelto el mercantilismo y la frivolidad. Claro ejemplo que en la mayoría de
los casos, la imagen de Papa Noel y el árbol navideño se han ido convirtiendo
en el principal referente navideño, replegándose así a la imagen de Jesús y su
pesebre hondamente esotérico.
Por
suerte, en algunos lugares, aun tenemos la posibilidad de encontrar
manifestaciones que pudieron mantenerse al margen del predominio del mercado y
del capital, que si bien tratan de subsistir mutuamente, hasta el momento ahí están
como bastión de resistencia. Los lugares pequeños son los escogidos para jugar
este rol dentro de la sociedad, donde la influencia de lo comunitario hace que
esta magia de la navidad se mantenga presente irradiándose poco a poco.
Volviendo al sur se puede percibir, ya desde lejos, la melodía de los
villancicos y el aroma de los buñuelos con el chocolate; estando más cerca se
observa las trenzadas, matizadas con variedad de cintas de colores y niños
alrededor, agarrando cada una de ellas. Estas son algunas de las
manifestaciones de la navidad, que perviven pugnando espacio con las cuestiones
vanas que pretenden encerrar al espíritu navideño y que suelen atrincherarse en
viviendas, como la de doña Jacky en la Aguadita , que me permitieron tener un poco de las
vivencias de antaño.
De
esta manera, volvamos a sentir la calidez de la navidad en todos los corazones,
y de vivirla dentro y fuera de cada uno de nosotros, para así comprenderla en
esencia. La fiesta navideña nos da la oportunidad de vivirla hasta el 6 de
enero, y un poco más, entonces todavía tenemos tiempo para el encuentro y la
reflexión; primero en familia, luego con la comunidad y con el país entero. Que
desde cada corazón se irradie este sentimiento hacia los que nos rodeen, y así
generar un clima de paz como fue siempre el mensaje de Jesús el Cristo plasmado
en cada uno de sus actos. Por último, vivamos cada día del año como una navidad
donde nazca en nosotros el niño de oro, para luego vivir a la luz de su ejemplo
de vida.
“Detrás de las luces y los ruidos de la pasajera
navidad,
pretendemos olvidarnos e ignorar las sombras y el silencio que siempre
están presentes” (EpE).
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