Hace unos días atrás, el Presidente
del Estado Plurinacional, Evo Morales, llegó hasta Tupiza para firmar un convenio
para la construcción de la carretera Uyuni-Tupiza además de comprometer la
construcción de un Coliseo Cerrado para 5000 personas; todo esto con la
sugerente frase de “Tupiza merece”. No obstante, paralela a la agenda de
gestión realizada lo que llamó la atención fueron diferentes elementos simbólicos
que distinguieron a esta de visitas anteriores. En este sentido, debemos hablar
de uno de los principales objetivos del presente gobierno que busca eliminar
las diferencias y desigualdades históricas estructuradas a lo largo de los años
a decirse del colonialismo interno, que como contraparte tiene a la
descolonización. Es a partir de este debate que se pretende deconstruir lo que
se creía cimentado en las estructuras sociales, políticas y económicas en
nuestro país pero que a partir de la interpelación a una diversidad de factores
se puede avanzar en este proceso.
Así,
lo sucedido en esta ciudad puede ser considerado un proceso simbólico dentro de
un país que pone en un sitio primordial este tipo de aspecto los cuales, en
muchos casos, definen identidades y tipos de grupos sociales. En este sentido,
debemos considerar una reflexión a cerca de Tupiza que a lo largo del la
historia, hasta nuestros días, en el imaginario colectivo tiene una figura
ajena a la realidad nacional existiendo un conflicto de identidad y una
negación hacia lo indígena. Sin embargo, frente a este escenario complejo de la
autoidentificación hay que tomar en cuenta los elementos que han llevado a que
esta situación subjetiva sea de esta manera. Así, llegamos a entender que la tradición
minera de la zona ha traído consigo este tipo de percepciones además de haber
sido también residencia de grupos aristocráticos donde se destacan las tres
generaciones de Aramayo. Desde esta perspectiva, estos personajes mineros fueron
representantes de los estratos sociales que contaban con ciertos beneficios
frente al resto de la población; que además tenían una serie de elementos
materiales que los diferenciaba de los demás, sobre todo ante la incapacidad de
acceder a estas pertenencias.
Con estos
antecedentes, primero debemos reflejar lo ocurrido con el ingreso del
Presidente Morales a la Plaza Principal lo cual fue realizado en una carroza
republicana movida por caballos. Posteriormente se realizó la revista a las
unidades militares presentes las cuales llevaban como uniforme una indumentaria
típica de la región (sombrero alón, poncho, botas de caballería y lanzas,
principalmente). Asimismo estos soldados y militares ante el saludo
presidencial respondieron la, ahora, tradicional arenga de “Patria o Muerte
Venceremos”; consecutivamente, se desarrolló el programa oficial para la
visita. Con estos hechos se pudo hacer la deconstrucción de los componentes alegóricos
que habían sido una especie de patrimonio de un sector privilegiado pero que
esta vez, a partir de otro tipo de poder, son apropiados para llevar adelante
el proceso descolonizador desde los elementos simbólicos del poder económico y
político del Siglo XX. Con estas señales, la descolonización avanza desde
diferentes espacios incidiendo en las principales causales coloniales de cada
región en la búsqueda de una sociedad más horizontal y sin desigualdades, donde
uno de los procesos más importantes es el subjetivo para cambiar la forma de
pensar de los principales agentes, ya sea, de colonización o descolonización;
los individuos.