Desde hace muchos años atrás, y hasta siglos, en una previsión
fatalista la humanidad ha venido pregonando que nos encontramos a las
postrimeras del fin del mundo. De esta manera, habiendo sido testigos
presenciales, el último acontecimiento de este tipo fue entre 1999 y 2000, con
el cambio de siglo donde se comenzó a expandir el rumor del fin para nuestro
planeta. Pero como sabemos, el día de hoy continuamos existiendo con todos los
defectos y virtudes inmersos en nuestro quehacer cotidiano, claro con un
creciente número de defecto y yoes en detrimento de un aumento de la conciencia
humana. Al parecer, la cercanía de esto eventos son alertas mundiales hacia las
acciones que tiene la humanidad, pero una vez comprobado que el final no ha
llegado las recurrencias vuelven y continuamos con la vida superficial e
inmediatista a la que nos hemos acostumbrado. De esta forma, cada día se ven
incrementados los hechos reprochables, como la violencia en todo nivel, que nos
afectan de manera colectiva y en el peor de los casos han normalizado estas
situaciones sin que se produzca mayor reacción ante estas circunstancias.
Estas mismas actitudes fueron las
que nos han llevado a enfrentar crisis mundiales como la Primera y Segunda
Guerra Mundial que han sido aberrantes para todo el planeta y que han afectado
a las relaciones entre países pasando por las estructuras sociales políticas y
económicas; donde según se comenta todavía queda pendiente la Tercera que
traerá la peor catástrofe nuclear. Para ello se tuvieron motivaciones egoístas
como ser la ambición, codicia, el miedo, odio y muchos más que afectaron no
solo a la población sino también al planeta desde su aspecto físico. Con estos
y muchas otras causas, ahora debemos enfrentar duras consecuencias como ser los
desastres naturales muy ligados al desequilibrio generado por uno de sus peores
inquilinos, los seres humanos. De la misma forma, muchos de los cambios más
drásticos en la naturaleza están causados por la intervención humana que basada
en todo su egoísmo siempre termina causando daño de una u otra manera. Con
estos y un sin fin de antecedentes es casi lógico concluir que poco a poco nos
vamos acercando a una crisis total del planeta que terminará colapsando a lo
que se suma los procesos mecánicos y naturales que se dan cada cierto tiempo
como ser el cuarto movimiento del planeta, el cambio de polos, al cual vamos
ingresando, lo que obviamente es acelerado por la mano del hombre.
Así, otra vez, llegamos al 21 de
diciembre que había sido planteado como una nueva fecha en que llegaría el fin,
esto a raíz del Calendario Maya y el Katún 13 que advierte sobre este tiempo;
el cual en realidad se refiere a la culminación del ciclo para el Quinto Sol. De
igual manera existen muchas profecías que, entre otras cosas, han sugerido un
periodo para el fin; lamentablemente las interpretaciones caen en el error ya
que todos estos mensajes han sido enviados en un código simbólico más complejo
de lo que podría parecer o por lo menos no es pertinente para los códigos de
interpretación que tenemos actualmente. Aunque volviendo a considerar la
proximidad de un final para la existencia humana, sin alejarnos mucho, cada año
vemos en nuestro país un gran número de catástrofes y desgracias causadas por
la naturaleza que expresa de esta manera el desequilibrio que se incrementa
cada vez más. Con ello se muestra que el final no vendrá en una cuestión de
minutos o segundos sino que la manifestación es progresiva y la estamos
viviendo hace muchos años atrás, aproximadamente desde los años ’60, con el
paso hacia la Era de Acuario. De esta manera, se encuentra de forma vigente la
cuestión del final de los tiempos más allá del fanatismo apocalíptico que más bien
pretende generar el detonador de nuestra conciencia para despertar y ser
agentes de cambio dejando de lado el sueño que nos tiene atados y esclavizados
por nuestros defectos porque en última instancia todo cambio inicia desde
adentro.
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