lunes, 14 de octubre de 2013

OCTUBRE EN DEMOCRACIA

Durante los días de octubre de 2003, me encontraba en Cochabamba en los azares de la universidad, o más bien tratando de adaptarme a un camino errado. Así, después de haber dado un salto desde el colegio a la educación superior todavía carecía de un sentido crítico de la realidad el cual, seguramente, todos los años de educación regular no lograron incentivar ni otorgarme, lamentablemente. De esta manera, lo que sucedía en La Paz, y sobre todo El Alto, me resultaba muy ajeno ante lo cual solo hacía el seguimiento por los medios de difusión que transmitían de forma permanente, mostrando la historia en vivo. Al observar las imágenes se presentaba ante mí una contradicción que, primero, me hacía cuestionar a la Policía por la subversión realizada, después, alarmarme por las actitudes de los estudiantes del Ayacucho que apedreaban el mayor símbolo del poder nacional (el Palacio de Gobierno). Posteriormente, me inquietó la aparición en una conferencia de prensa de los líderes sindicales y sociales más importantes del país, conformando un bloque sin precedentes democráticos. Por último, la matanza de decenas de personas, niños incluidos, fueron el último factor que influyó en mis percepciones que generaban esa contradicción en todos los imaginarios que tenía construidos sobre la realidad nacional.

Estos elementos, y otros de índole académica y de formación superior, fueron parte fundante de una especie de corte epistemológico que me permitió la deconstrucción de esos factores subjetivos a cerca de los lentes con los que miraba Bolivia. A partir de ese quiebre se fueron madurando las ideas y creencias junto a mi acercamiento hacia la profesionalización, formal, con un sin fin de anécdotas, debates, lecturas, discusiones, proyectos y otras vivencias externas e internas. Este despertar fue determinante para ir planteando lineamientos y afinidades que me acerquen a uno de los procesos sociopolíticos más importantes de Bolivia, en democracia. Con este devenir han pasado diez años y nos encontramos conmemorando lo sucedido en ese octubre negro de la “Guerra del gas”, con muchos pasos avanzados en la nueva lógica democrática donde incluso se puede concebir la categoría de una “Revolución democrática”. Pero, por el otro lado, están los cuestionamientos a este proceso, liderado por el Movimiento Al Socialismo, que se encuentra en el gobierno por dos gestiones consecutivas ganadas con un importante margen que supera el 50 + 1 % de votantes.

Con lo antecedido, hace 31 años, octubre de 1982, se recuperaba la democracia en Bolivia luego de una serie de gobiernos dictatoriales de la más amplia variedad de especímenes en este repertorio. Dentro de esa coyuntura estuvieron inmersos otros actores entre los cuales no formamos parte y ahora solo podemos hacer rememoraciones históricas por medio de los registros escritos o fuentes orales que nos transporten a lo sucedido. Sin embargo, en este caso, es muy difícil generar la empatía real porque situarnos en ese tiempo y espacio puede ser muy ajeno a las experiencias propias. Así, con el paso de los años, nos alejamos aun más de lo acaecido bajo el régimen militar lo cual, posiblemente, amplíe la brecha de estas condiciones con las nuevas generaciones. No obstante, el periodo democrático en Bolivia, con apenas 31 años, ha tenido características muy singulares que requieren el análisis en detalle sobre el modelo de democracia a la boliviana. En toda esta amalgama de prácticas y estilos de los gobiernos constitucionales el que ha resultado el más nefasto fue el del Movimiento Nacionalista Revolucionario iniciado en 2002 ya que convirtió el país en un espacio, nuevamente, gobernado por la fuerza y el uso de violencia como única estrategia de un intento de gobernabilidad, eliminando la diferencia entre, como diría Facundo Cabral, la dictablanda y la democradura. Así, coincidentemente esto sucedió en octubre marcando otro hito sociopolítico dentro del calendario en torno al décimo mes del año. Con todo ello, ahora sí, en octubre de 2003 pudimos estar vinculados, directa o indirectamente, en el acontecer que todavía tuvo muchos años más para ir delineando las consecuencias de la destitución de Sánchez de Lozada y el derrumbe de todo el sistema político. De esta manera, en estos días estaremos girando la atención hacia octubre desde la recuperación de la democracia hasta su nivel de madurez, o legitimidad, en la actualidad; donde entre otras cosas incluso se comienza a delinear la agenda 2025 que traerá consigo otras categorías de análisis retrotrayendonos aún más allá, 200 años atrás, donde se luchaba por la emancipación “final”, la cual todavía seguimos buscando.

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