lunes, 22 de diciembre de 2014

UNA NAVIDAD SIN NIEVE

Nuevamente estamos en las vísperas de la navidad y las personas, en gran parte, se dirigen hacia los centros de comercio para abastecerse de una serie de elementos que supuestamente son parte de esta celebración. Entre estas prácticas se encuentran las muestras de consumismo extremo donde parecería que el nivel de gasto en los regalos y otros objetos son sinónimo de los sentimientos que uno refleja hacia sus familias y el entorno inmediato. Por una parte, tenemos la presencia de los adornos de temporada que han sido asumidos y normalizados para nuestra realidad con tantas contradicciones como un sinsentido en que se cae de forma estructural. Así, como solo un ejemplo tenemos estos objetos que expresan figuras como Papa Noel, pesebres nevados y muñecos de nieve, entre muchos otros. De esta manera nos topamos con que, contrariamente, en nuestro país mayoritariamente no nieva y mucho menos en esta época de transición entre primavera y verano donde se encuentra el solsticio de verano como el paso entre estas estaciones.

Con esta adaptación tenemos uno de los mayores procesos de aculturación en esta parte del mundo donde se aceptó todo un paquete de costumbres que pasaron por un, complicado, sincretismo para tener una navidad a la boliviana con la mezcla de varios elementos, a veces complementarios y también contradictorios. Bajo este mismo lineamiento se han ido estableciendo gran parte de las festividades del ciclo anual, donde de trasfondo el mercado parece ser el determinante de cada una de ellas para su repetición y recurrencia periódica. Sin embargo, este es un efecto de todas las influencias ante las cuales solo somos los reproductores, casi, inocentes y pasivos de estas prácticas donde la economía marca las diferencias dentro de una sociedad, todavía, llena de desigualdades, diferencias y discriminación. Así, se va estableciendo un marco donde se cruzan imágenes como las de personas que caminan indiferentes en la búsqueda de regalos costosos, los cuales se contrastan con familias inmigrantes que se trasladan hasta las principales ciudades con objetivos más modestos como la simple sobrevivencia que es más compleja que la simple mendicidad como la ven gran parte de los habitantes de la urbe.

            En contramano, en algunos lugares (provincias y comunidades) todavía se mantiene una resistencia a las directrices del mercado en la pretensión de conservar tradiciones de austeridad y con otros trasfondos donde se encuentra el origen mismo de esta festividad como fue el nacimiento de Jesús con una carga de valores y objetivos más esotéricos y espirituales. No obstante, se va ampliando la amenaza permanente del sentimiento mercantilista que logra llegar hasta todos los pueblos posibles mediante diferentes mecanismos sutiles y encubiertos en los medios de difusión que se convierten en corresponsables para la expansión de este pensamiento superficial y frívolo marcado por las capacidades económicas para realizar los gastos como si esto fuera un reflejo del cariño hacia las familias. Nuevamente surge una gran necesidad espiritual en medio de todo un sistema superficial para que logremos interpretar los profundos significados de toda la simbología de la navidad muy ligada a la conciencia y el despertar de cada persona en una confrontación y autoconocimiento muy complejo y difícil que es un reto en el día a día y que no se logra responder mediante la superficialidad de la materia que más bien genera un sinsentido en la vida.


“Detrás de las luces y ruidos de la pasajera navidad, pretendemos olvidarnos e   ignorar las sombras y el silencio que siempre están presentes” (EpE).

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