En tiempos en los que la
tecnología ha comenzado a “invadir” casi todos los espacios, la lectura o el
hecho de leer también han sido víctimas de los procesos tecnológicos actuales
donde se viene pretendiendo el cambio de los libros físicos por simples
archivos que pueden convertirse en ebooks, solo para las personas que cuenten
con un dispositivo en el cual hacer esa conversión. De esta manera, comienza un
proceso complejo de resistencia del libro físico frente al digital que tiene
seguidores en ambos bandos los cuales validan y argumentan cuál es el más
legítimo en pleno siglo XXI. Claro que debemos decir que cada uno cuenta con
ventajas y críticas que mantienen este debate permanente en todos los espacios
donde un libro es un tema de discusión como pretexto de mayor conocimiento
aprehendido o generado.
Pese a esta problemática entre
libros y lecturas, lo que si queda confirmado es la importancia de los libros y
la lectura como una forma de contribuir al cosmocimiento y la pluriversidad los
cuales sean permanentes y sostenibles. Pero cuando hablamos de conocimiento
debemos remontar nuestra mirada hacia el occidente desde donde hemos sido
herederos de gran parte de este trabajo considerado como el básico casi en
todas las ciencias y áreas de estudio. Por tanto, debemos aceptar que las bases
de lo que conocemos en la actualidad están cimentadas en lo que se produjo en países
y realidades lejanas que se aplicaron y homogeneizaron a nivel, casi, mundial
ya sea por la razón o la fuerza. Dentro de esta pugna ingresan temáticas como
el colonialismo o más específicamente la colonialidad del conocimiento que es
planteado en algunos sectores para reflexionar o interpelar a lo que vamos
reproduciendo en varios espacios como ser la escuela y las universidades.
Ya sea
en base a esa colonialidad o no, en nuestro país se ha realizado una serie de
trabajos y publicaciones desde la colonia; pero con un sentido de bolivianidad,
posiblemente, ya en tiempos republicanos. Así, con el paso del tiempo el número
de producciones y libros ha ido creciendo para contar en la actualidad con una cifra
importante en la biblioteca boliviana, desde lo boliviano. Pero no es el
interés de incidir en la bolivianidad sino en el aporte al conocimiento que se
realizó desde nuestro país. De esta manera, al acercarnos a los 200 años de
Bolivia se ha realizado la selección del mismo número de libros que van a
construir lo que se denominó como la Biblioteca del Bicentenario, que terminará
de entregar sus publicaciones el año 2025. En este marco, el pasado 26 de
noviembre fueron presentados los dos primeros libros “Antología de documentos
fundamentales de la historia de Bolivia” y “Antología de literatura infantil y
juvenil de Bolivia” los cuales son una invitación sugerente para realizar un
paseo por tiempos y autores incluidos en dichos trabajos. En este sentido, se
presentan varios aspectos para reflexionar como el importante aporte que
realiza el Estado boliviano a la democratización de la bibliografía nacional
que recorre 200 años en nuestra historia. Por otra parte, se prevé la entrega
de estos libros a bibliotecas en todo el territorio nacional las cuales puedan
beneficiarse con estas publicaciones, muchas veces de difícil acceso, y que
esperemos llegue hasta los lugares más lejanos para nutrir estos espacios que
han sufrido un detrimento considerable por diversos factores, y que además sean
una motivación para ingresar en los derroteros de la lectura. Para finalizar,
dentro de la Antología de literatura presentada, se puede encontrar nombres conocidos
como ser Gastón Suarez y Hugo Molina que fueron considerados dentro de estos
compendios que reúnen a los autores y trabajos más representativos para el
Bicentenario que se acerca por el horizonte. En la antología documental
histórica queda una revisión exhaustiva para identificar los hitos en
territorio chicheño, que seguramente están presentes en medio del enmarañado
que construyó la Bolivia pasada y presente.