De manera llamativa, se han modificado los colores
electorales enmarcados en el proceso que se llevará adelante el próximo domingo
dentro del referéndum modificatorio del Artículo 168 de la Constitución
Política del Estado. Así nos hemos alejado del popular azul, que incluso se
conformó en la ola azul que “arrasaba” en gran parte del mapa electoral en
Bolivia, hasta la pasada elección general. Por otra parte, han desaparecido
también, o por lo menos se han minimizado, otros colores y siglas a las que nos
habíamos acostumbrado cuando se trataba de política electoralista en el siglo
XXI. De esta manera, ahora sí, nos encontramos en un escenario maniqueo donde
se polariza las dos opciones del SI o NO, caracterizadas por los colores verde
y rojo, al parecer, sin espacio para matices o tonos a medias tintas. Dentro de
este marco, como las únicas alternativas solo se tendrá al blanco y el gris,
del voto nulo, que podrán alternar entre estos verdes y colorados que sin
embargo no resultan ser opciones pertinentes porque en un referéndum de este
tipo cada vota será requerido y definitorio.
El 21 de febrero los y las ciudadanas de nuestro país
estarán ejerciendo su derecho, obligatorio, al acudir a las urnas para definir
su voto entre el verde o el colorado, con connotaciones que pueden alargarse
por 5 años o una nueva gestión de gobierno para los actuales Presidente y
Vicepresidente, los mismos puedan ser candidatos a las elecciones del año 2019.
Dentro de este panorama resaltan elementos novedosos y otros reiterativos de
los anteriores procesos electorales vividos en nuestro país. Primero, nos
encontramos con la movilización del aparato humano estatal para realizar las
campañas por el SI y el NO dependiendo de la tuición de cada nivel de gobierno,
ya sea nacional, departamental o municipal para mostrarlos como las bases que
respaldan a cada opción. En este sentido, el partido de gobierno además de esta
movilización cuenta con el apoyo de las organizaciones sociales, ya
tradicionales, que sostienen al proceso de cambio, y que fueron gestores del
mismo, incluso antes de la existencia del MAS-IPSP con lo cual se tiene una
verdadera base social organizada y con presencia nacional. Desde la otra vereda
nos encontramos con las oposiciones que parecen haber encontrado un hito común
para tener esa unificación añorada, desechando coyunturalmente la cabeza
visible que es donde se suelen generar los quiebres para alcanzar, en otro
contexto presidencialista, esa unidad que ahora existe de manera pasajera.
Entonces los dos frentes se encuentran listos para llegar al día del referéndum
ya sea reiterando las victorias, contundentes, que tuvo el partido oficialista
en los últimos años de forma recurrente o más bien hacer el viraje que interpele
los errores y retrocesos que pueden existir dentro del proceso de cambio.
Sin embargo, se presenta una tercera alternativa de
los resultados que se puedan obtener donde el SI pueda ganar con mínimas
diferencias, incluso sin superar el 50 % lo cual debería resultar en un proceso
más complejo y reflexivo para el actual partido de gobierno que significaría
una especie de un SI condicional que motive la autocrítica de la gestión de
gobierno y retomar los lineamientos originales planteados desde el Pacto de
Unidad. Frente a estas condiciones, volvemos a observar a las oposiciones
articuladas en torno al NO pero sin plantear, todavía, una agenda de país que
permita vislumbras alternativas a la propuesta del Movimiento Al Socialismo que
incluso presenta la agenda 2025, origen del actual referéndum con la
continuidad del gobierno rumbo a la celebración del bicentenario de la
independencia de Bolivia. En medio de este complejo y definitivo referéndum
hemos visto emerger a los verdes y los colorados que plantean una alternativa
maniquea la cual deberá desaparecer después del 21 para continuar con las
causas y azares de la política democrática una vez conocidos los resultados sin
que los mismos nos conviertan en el País de los Cocos o alguna rama anexa.
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