lunes, 21 de marzo de 2016

PATERNIDADES

En la actualidad los roles, tradicionalmente, establecidos y heredados por varias generaciones comienzan a ser desmontados  a partir de una serie de avances, reflexiones y, hasta, políticas que pretenden cambiar estas formas de pensar y entender el mundo. Así estos roles de género establecidos como presupuestos respecto de lo que se entiende por ser mujer o ser hombre parecen encontrarse en una historia contradictoria de un imaginario social frente a una realidad de desigualdades entre sexos y géneros construidos e impuestos dentro de estructuras patriarcales. En este sentido, se abren al debate, nuevamente, lo concerniente al espacio público y privado o doméstico, los cuales se han adscrito a hombres y mujeres respectivamente en una perspectiva totalmente arcaica y retrograda que parece tan incongruente con los tiempos en los cuales vivimos hoy en día. Así se sigue asociando a lo público y la productividad con los hombres lo cual los aleja y vuelve tan ajenos de lo doméstico, llegándose a extremos como la naturalización de esta condición y estructuración social de roles.

Así, las paternidades se encuentran en una relación compleja y contradictoria en cuanto a las maneras de entender el ser padre en la sociedad boliviana, esto a raíz de la influencia y hasta determinación de esa estructura patriarcal junto a otras peculiaridades históricas. Bajo esta perspectiva nos enfrentamos a una forma, siempre, inconclusa de ser padre y que más bien está marcada por el ejercicio de violencia (psicológica, física, económica y simbólica entre muchas otras) como una de las características de este rol de la paternidad. De igual manera está el abandono la falta de cariño y amor hacia hijos e hijas como ejes sobre los que gira la paternidad. Con estas y otras características se ha establecido, y hasta normalizado, esta concepción de paternidad en nuestro país donde la carga, casi completa, del cuidado se lo deja a las mujeres en la mayoría de los casos. Por otra parte, si bien existen avances significativos todavía se mantienen vigentes aspectos tan sutiles que siguen reproduciendo estas relaciones dentro de lo que conocemos como los micromachismos en prácticas tan simples como la asignación de colores diferenciados para hombres y mujeres, llegando al extremo ridículo de la censura y discriminación por este hecho.


Bajo estos lineamientos, queda mucho por deconstruir y desmontar a nivel social e individual para ir superando estas taras mentales que afectan en varios sentidos a la estructura social de forma recurrente y cotidiana. De por medio está erradicar la violencia, el sexismo, machismo, homofobia, gorilismo y hasta el chauvinismo, entre otros, que asociados pueden tener consecuencias complejas al generar una reproducción tanto en los hijos e hijas, estructurando nuevamente futuros hombres violentos y padres solo de nombre, pero sin ninguna práctica real respecto de una paternidad activa y comprometida. Necesitamos padres que puedan cocinar, lavar, jugar y expresar algo de cariño, aunque con seguridad esto implica un desmontaje de toda la carga subjetiva que quedó de los ascendientes, pero estos son quiebres necesarios y urgentes para continuar en el camino de la equidad, la complementariedad y una convivencia más armónica, en este caso desde el rol de padre, teniendo como objetivo mayor e ineludible el interés superior de niños y niñas, hijos e hijas, y a partir de la relación intrafamiliar poder incidir en las relaciones sociales.

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