En los últimos años se ha comenzado y profundizado un
debate sobre categorías vinculadas a la Sociología y otras ciencias sociales en
este sentido se fueron configurando nuevas formas de concebir a los actores y
actoras sociales como sujetos históricos y políticos vinculados a los procesos
impulsados para cuestionar al sistema y el modelo. En este sentido, podemos
realizar un paseo por las formas de categorizar en varios momentos de la
historia boliviana para lograr distinguir principalmente a los que, en un
principio, se denominaron indios. Así, una de las primeras maneras de
identificar a esta población fue con el denominativo de indio en tiempos de la
colonia, categoría manifestada hasta nuestros días como una herencia del
colonialismo interno y como una expresión de racismo y discriminación.
Posteriormente, luego de mucho tiempo, llegamos hasta 1952 donde se posiciona
desde el Estado la categoría de campesino vinculado al modo de producción y la
propiedad privada, con lo cual se busca homogeneizar a toda esta población como
campesina, en la pretensión de desterrar a las organizaciones originarias como
el ayllu que fue reemplazado por los sindicatos en pugnas complejas que
conflictuaban varios aspectos como la identidad, la cultura y la misma forma de
organización.
Ya en los años ’90 se comienzan a visibilizar los
pueblos de tierras bajas categorizados como pueblos originarios que
embanderaban las demandas de tierra y territorio además de exigir la necesaria
realización de una constituyente para replantear la estructura del Estado y las
relaciones de poder. Así en este tiempo se logra un encuentro entre pueblos de
tierras altas y tierras bajas generándose un movimiento indígena originario
campesino conjunto de nivel nacional que fue fundamental para el proceso
constituyente. Como se observa, a lo largo de la historia de Bolivia una misma
población fue pasando por ser categorizada de diferentes maneras según se
presentaban las condiciones y relaciones internas junto a temas de dominio y
poder dentro de una estructura vertical y jerárquica del Estado colonial
vigente. De esta manera, y con lo mencionado, actualmente se va a concatenar
una categoría articulada que involucra a los pueblos indígena originario
campesinos conocidos como PIOC, a partir de los que desarrollan otros conceptos
como las AIOC (autonomías indígena originario campesinas) o NIOC para las
naciones. Entonces es sabido que dentro de esta triada se presentan algunas
incongruencias que pueden generar problemas de categorías.
Con lo mencionado, cuando se habla de naciones
indígenas originarias, debemos enlazar a actores y actoras que representan a su
población donde lo originario se vincula a cualidades como la identidad de un
determinado pueblo, a decir de ser originario de la Nación Chichas, como un
ejemplo. Así, el originario no necesariamente está vinculado a una condición
indígena y todas las connotaciones que esto conlleva, por lo cual podríamos
hablar incluso de originarios urbanos. En este cometido, el vínculo establecido
entre el espacio en el que se habita no debe ser contrapuesto a la identidad
adscrita a lo originario. De esta manera, encontramos procesos como la
emigración hacia las ciudades o urbes, desde el área rural, lo que implica un
replanteamiento de la identidad y cultura que mantiene la característica
originaria en un contexto urbano sin que esto represente un conflicto entre
espacio y personas. Así, el escenario actual muestra que Bolivia sigue un
proceso de urbanización dentro de lo cual se abren una serie de problemáticas
sociales que involucran a todos los factores desde el económico, social,
identitario y otros. Pero por otra parte, esta situación debe abrirnos a la
reflexión para entender las categorías sociales más allá de prejuicios
discriminatorios o racistas sino como un autocuestionamiento para vislumbrar
nuestras identidades, complementarias y contradictorias a la vez, dentro de
estas realidades actuales con raigambres históricos y ancestrales. Por tanto,
es posible hablar de originarios urbanos dentro de una realidad compleja
cargada y motivada de una serie de elementos con influencia de la globalización
pero con resistencia desde de lo endógeno y lo local en este devenir permanente
para entender quiénes somos.
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