lunes, 26 de septiembre de 2016

ESENCIAS PRIMAVERALES

El 21 de septiembre ha sido cargado de muchas significantes, en la mayoría de los casos vinculados al mercado y con el objetivo de generar un mayor consumismo en la población. No obstante, nos circunscribimos al relacionado con el equinoccio de primavera como un hecho cósmico y, cuasi, natural que nos involucra a todos y todas (donde además el día y la noche duran igual tiempo). En este sentido, desde perspectivas de la cosmovisión de nuestros pueblos, ubicados en el hemisferio sur, vamos ingresando en la temporada fértil o húmeda de la naturaleza donde la tierra comienza a producir y brindar sus frutos para disfrute y aprovechamiento de las personas, que en muchos de los casos ha devenido en sobreexplotación de estos productos junto a la consecuente crisis alimentaria, entre varios otros problemas ambientales.

En este marco general, recordamos la llegada del tiempo húmedo en los Chichas como un periodo en el cual solíamos redescubrir la gran variedad de regalos que nos entregaba la naturaleza. Un primer anuncio, muy visual, era poder observar el verdor y la diversidad de colores en los diferentes espacios naturales que teníamos para disfrutar como un derecho irrenunciable y muy presente. Así, era testigo de un árbol muy particular donde las flores anunciaban una futura producción de damascos en cuantía que servía como reserva del tiempo seco, hasta un retorno primaveral. Posteriormente, se percibía el aroma a humedad como anuncio de las lluvias que iban cargadas de una fragancia muy particular al juntarse con la tierra en una mezcla inefable. Entonces, el despertar muy temprano, casi junto a la salida del sol, y observar en un día muy específico esos indicadores naturales denotaba la llegada del tiempo cálido en la tierra colorada con una serie de productos de temporada para deleitarse en este ciclo. De esta manera, progresivamente teníamos la diversidad de frutas provenientes desde las comunidades vallunas de la región y de las vecinas; asimismo, el tan esperado choclo comenzaba a asomar en las ferias y mercados, para que en su mejor momento pueda ser procesado y convertido en humita como un manjar de temporada, acompañada de la infaltable chicha.


El tiempo pasa y algunas cosas van cambiando; donde una de las que se percibe casi inmediatamente es el crecimiento urbano y muy poco planificado, lo que implica la pérdida de espacios verdes y de recreación como Chajrahuasi donde íbamos muy temprano a practicar deportes y otros juegos en grupos de amistad o familiares, consolidando el espacio de encuentro ineludible. A raíz de todos los cambios climáticos, inmediatos a nuestro contexto, también se percibe que los productos van mermando poco a poco lo que va cuartando nuestra posibilidad de un disfrute pleno de la gran producción de los Chichas en cuanto a alimentos. No obstante, pese a esta situación, en este tiempo primaveral y de verano se produce un fenómeno social muy particular donde se generan procesos de reencuentro entre familias en varios niveles de la comunidad. Así se observa un considerable movimiento poblacional de retorno hacia las tierras chicheñas, en el sentido del arraigo y la necesidad de poder respirar los aires frescos de la tierra colorada y recargar energías para todo el año venidero. En este sentido, la llegada del tiempo húmedo y la calidez de nuestra tierra ha sido inspiradora de un sinfín de creaciones literarias, románticas y, hasta, líricas en torno a una añoranza permanente hacia la tierra de origen con todas esas particularidades que construyen nuestra identidad y permanecen, siempre, presentes en manifestaciones culturales, íntimamente articuladas a lo gastronómico. Esta vez nos ubicamos desde esa posición romántica que nos permita mantener el vínculo y compromiso con la tierra chicheña, partiendo de mucha subjetividad hasta concretar proyecciones y propuestas tangibles enmarcadas en el desarrollo de nuestra milenaria Nación Chichas.

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