lunes, 3 de octubre de 2016

ADULTOS Y ADULTAS MAYORES

Las categorías sociales van cambiando con el paso del tiempo y dependiendo de varios factores como la coyuntura y el contexto, a lo que se suman los debates y acuerdos internacionales en tema de derechos humanos vinculados a los diferentes sectores de la sociedad. En este caso nos referimos a las y los adultos mayores que, desde un punto de vista demográfico son las personas mayores a los 64 años, y desde lo normativo boliviano corresponde a los mayores de 60 años. En este sentido, a partir de las políticas sociales en nuestro país, se ha establecido el pago de la Renta Dignidad con un monto de 250 bolivianos mensuales para personas no rentistas y de 200 bolivianos para rentistas; con lo que se pretende generar una “vejez” digna para hombres y mujeres que aportaron desde diferentes posiciones al desarrollo nacional. Es justamente en este punto donde se han planteado una serie de cuestionamientos a esta política al considerarse que solo los rentistas tienen derecho a recibir un monto de dinero a manera de jubilación, principalmente. No obstante, la visión es más amplia y compleja al considerar situaciones como la informalidad del trabajo y el subempleo, como solo dos ejemplos, que muestran una realidad donde gran parte de las personas no logran “formalizar” sus trabajo y por tanto cuando ingresan a la edad de jubilación ésta es simplemente una retórica para las y los pocos, mientras que la mayoría debería quedarse en condiciones deplorables respecto de un sustento económico a posterioridad.

Desde otra perspectiva, es cierto que pese a ingresar dentro del grupo de la Población en Edad de No Trabajar (PENT), más de los 64 años, las personas adultas mayores continúan realizando algún tipo de actividad que les permita contar con ingresos económicos y no considerarse una carga familiar o social. Por tanto, el tiempo para el retiro es todavía un privilegio de pocos y pocas para tener un alejamiento del mercado laboral. Aquí, ingresamos a analizar una situación sugerente respecto de la relación familiar que se conserva en parte importante del país donde todavía permanece una lógica de familia extendida en la cual los abuelos y abuelas son incluidas en este círculo, de una u otra manera, o desde el otro punto de vista no son marginados de este espacio, como se hace en otras sociedades de forma normal y naturalizada. En este sentido, retomando las categorías más afectivas, nuestros abuelos y abuelas son parte importante de la sociedad, siendo una reserva moral y una fuente de conocimientos, experiencias y sabiduría acumulada dentro de un proceso vivencial previo y determinante en el relacionamiento intergeneracional.

Los y las adultas mayores, permanecen presentes dentro de nuestras estructuras como un legado que no hay que olvidar, lo cual permite además brindarles una “vejez” digna mediante el reconocimiento de todo el aporte realizado en todas las etapas previas, habiendo sido responsables de nuestra crianza y formación. Es bien sabido que el ciclo de la vida cuenta con varias etapas, como un devenir obligatorio, que deberemos seguir teniendo también a la adultez mayor como la etapa de mayor acumulación de saberes y conocimientos como producto de varios factores y vivencias, así como las condiciones generadas por toda una estructura de un confluente de instituciones de las que formamos parte durante nuestra vida. En la actualidad, se continúa trabajando para ampliar y promover el respeto de estos derechos humanos que logren cubrir a todos los grupos poblacionales a partir de las necesidades particulares y el contexto en el que se desarrollan. En nuestro país existen avances importantes como la mencionada Renta Dignidad o el seguro de salud, pero lo que ahora corresponde es brindar servicios y atención de calidad, además de garantizar un acceso efectivo a estos servicios y beneficios con la cualidad y calidez de la inclusión.

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