Las categorías sociales van cambiando con el paso del
tiempo y dependiendo de varios factores como la coyuntura y el contexto, a lo
que se suman los debates y acuerdos internacionales en tema de derechos humanos
vinculados a los diferentes sectores de la sociedad. En este caso nos referimos
a las y los adultos mayores que, desde un punto de vista demográfico son las
personas mayores a los 64 años, y desde lo normativo boliviano corresponde a
los mayores de 60 años. En este sentido, a partir de las políticas sociales en
nuestro país, se ha establecido el pago de la Renta Dignidad con un monto de
250 bolivianos mensuales para personas no rentistas y de 200 bolivianos para
rentistas; con lo que se pretende generar una “vejez” digna para hombres y
mujeres que aportaron desde diferentes posiciones al desarrollo nacional. Es
justamente en este punto donde se han planteado una serie de cuestionamientos a
esta política al considerarse que solo los rentistas tienen derecho a recibir
un monto de dinero a manera de jubilación, principalmente. No obstante, la
visión es más amplia y compleja al considerar situaciones como la informalidad
del trabajo y el subempleo, como solo dos ejemplos, que muestran una realidad
donde gran parte de las personas no logran “formalizar” sus trabajo y por tanto
cuando ingresan a la edad de jubilación ésta es simplemente una retórica para
las y los pocos, mientras que la mayoría debería quedarse en condiciones
deplorables respecto de un sustento económico a posterioridad.
Desde otra perspectiva, es cierto que pese a ingresar
dentro del grupo de la Población en Edad de No Trabajar (PENT), más de los 64
años, las personas adultas mayores continúan realizando algún tipo de actividad
que les permita contar con ingresos económicos y no considerarse una carga
familiar o social. Por tanto, el tiempo para el retiro es todavía un privilegio
de pocos y pocas para tener un alejamiento del mercado laboral. Aquí,
ingresamos a analizar una situación sugerente respecto de la relación familiar
que se conserva en parte importante del país donde todavía permanece una lógica
de familia extendida en la cual los abuelos y abuelas son incluidas en este
círculo, de una u otra manera, o desde el otro punto de vista no son marginados
de este espacio, como se hace en otras sociedades de forma normal y
naturalizada. En este sentido, retomando las categorías más afectivas, nuestros
abuelos y abuelas son parte importante de la sociedad, siendo una reserva moral
y una fuente de conocimientos, experiencias y sabiduría acumulada dentro de un
proceso vivencial previo y determinante en el relacionamiento
intergeneracional.
Los y las adultas mayores, permanecen presentes
dentro de nuestras estructuras como un legado que no hay que olvidar, lo cual
permite además brindarles una “vejez” digna mediante el reconocimiento de todo
el aporte realizado en todas las etapas previas, habiendo sido responsables de
nuestra crianza y formación. Es bien sabido que el ciclo de la vida cuenta con
varias etapas, como un devenir obligatorio, que deberemos seguir teniendo
también a la adultez mayor como la etapa de mayor acumulación de saberes y
conocimientos como producto de varios factores y vivencias, así como las
condiciones generadas por toda una estructura de un confluente de instituciones
de las que formamos parte durante nuestra vida. En la actualidad, se continúa
trabajando para ampliar y promover el respeto de estos derechos humanos que
logren cubrir a todos los grupos poblacionales a partir de las necesidades
particulares y el contexto en el que se desarrollan. En nuestro país existen
avances importantes como la mencionada Renta Dignidad o el seguro de salud,
pero lo que ahora corresponde es brindar servicios y atención de calidad,
además de garantizar un acceso efectivo a estos servicios y beneficios con la
cualidad y calidez de la inclusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario