La historia universal, y
mucho más la Latinoamericana, ha sido marcada y “definida” en algún sentido por
hechos que influenciaron de forma determinante durante ciertas etapas. Así,
todavía seguimos debatiendo entre acuerdos y encontrones respecto de sucesos
como la Revolución Cubana y sus íconos más importantes como Fidel Castro y
Ernesto Guevara. Entonces, es casi ineludible un ambiente de tensión cuando
introduces estos nombres en discusiones de cualquier índole porque comienzan a
emerger los respaldos y disentimientos respectivos, sin que tenga que ver el
ser de izquierda o de derecha, aunque por detrás están siempre presentes estos
percutores “inconscientes”. Así, han pasado muchas décadas desde la victoria
del Movimiento 26 de Octubre que dio fin a la dictadura de Batista y el control
del imperialismo en la isla cubana, lográndose así la verdadera independencia
en este país, para ingresar en un régimen comunista con un carácter real en
este derrotero. Así también, el paso del tiempo fue definiendo el desarrollo de
una serie de problemáticas o virajes en lo que se pretendió con la Revolución
Cubana en un mediano y largo plazo, pese a los constantes embates, injerencia y
ataques de uno de los países más potentes del mundo, sin que sea necesario
explicitar su nombre.
En este sentido, para las
personas que plantemos el socialismo como un horizonte de la sociedad, con
mayor justicia y equidad social, la muerte de Fidel Castro resulta inevitable
para reconsiderar varios aspectos respecto del futuro de nuestros países,
cuando el comandante cubano representa uno de los mayores símbolos del
sentimiento revolucionario del siglo XX. Así, junto a los aciertos y errores,
estará siempre presente en este marco para ir repensando los nuevos socialismos
y las revoluciones que se deberán encarar a lo posterior, luego de la partida
de Fidel con todas las décadas luchando en base a sus ideales. Desde este punto
de vista, es seguro que pocas personas podrán igualar esta cualidad de la lucha
permanente en base a lo que se cree y se siente como proyecto personal y
social, por lo que es poco probable la emergencia de otro personaje con estas
características.
Hace casi cinco décadas, justo
en territorio boliviano, Ernesto Guevara fue “derrotado” fundándose así un
símbolo de lucha que, por temas territoriales, cobró cercanía con los ideales
en nuestro país. Ya ingresado el siglo XXI, muere Fidel Castro, posiblemente
más lejano que el Che, pero que no se puede omitir de cualquier reflexión en el
acontecer político e ideológico de las sociedades que pretenden lograr nuevos
caminos y horizontes. Junto a los intentos de eliminación hacia Fidel, parece
que la historia absolvió, finalmente, al revolucionario que se encontró con la
muerte a raíz del paso de los años dentro una nueva coyuntura internacional,
donde Cuba es casi el único país que mantiene un régimen abiertamente
socialista con miras al comunismo. No obstante, en varias naciones sudamericanas
se generó la ola de gobiernos progresistas enmarcados en el Socialismo de Siglo
XXI, pero que poco a poco tuvieron un retroceso. En este contexto, queda Raúl
Castro con la gran responsabilidad de mantener vigente a Cuba como el país
emblema de la revolución, ahora sin su principal líder, pero no caudillo. Por
más de medio siglo ha estado vigente la revolución cubana, desde los tiempos en
que las revoluciones estaban en “boga”, pero en Cuba el régimen no se doblegó a
diferencia de las otras que fracasaron en el intento de cambiar las estructuras
nacionales lejos del utópico comunismo, y siempre sonrientes al capitalismo.
Habrá mucho por seguir conversando y, hasta, discutiendo para recuperar o
plantear nuestras nuevas utopías donde Fidel Castro será ángel o demonio en la
mesa de debate, pero estará ahí siempre presente.