lunes, 19 de marzo de 2018

MASCULINIDADES Y PATERNIDAD


Ya es parte de la “costumbre” que, por ejemplo, al asistir a una fiesta de cumpleaño de niñas y niños vamos reproduciendo nuestras lógicas de género con ese gran sesgo machista, donde comenzamos a incrementar el círculo de asignación de espacios o roles a mujeres y hombres. De esta manera asociamos desde “simples” colores, como el celeste o rosado, dependiendo el sexo de la persona a la cual vamos a hacer el presente; donde el tipo de juguetes, si es el caso, como ser autos, pelotas, armas, soldaditos y otros frente a las muñecas, cocinas, ollitas entre varios otros siguen reforzando los patrones socioculturales enmarcados en los roles de género cuasi naturalizados. Así, vamos replicando estas subjetividades e imaginarios aprendidos desde muy temprano, siendo afectados también por lógicas machistas de las y los adultos cuando éramos aún muy pequeños, denotando esta reproducción constante de lo que concierne a la problemática del género y las desigualdades entre mujeres y hombres.

Con este simple ejemplo, dentro de la institución familiar, comienza un ciclo de complicidad donde se encuentran la escuela, la iglesia, el Estado y todo el sistema institucional encasillado dentro del patriarcado que favorece a los hombres en, casi, todos los sentidos. Producto de estas situaciones emergen las masculinidades que explican uno de los factores más importantes para que existan, actualmente, un tipo de hombres marcados por la violencia y, por tanto, que ejercen esa violencia contra las mujeres, niñas, niños y adolescentes, principalmente; constituyendo al hombre adulto como centro de la sociedad y todas sus implicancias. Por tanto, se presentan una serie de factores con los cuales se va estructurando el ser hombres y los roles que se les asigna junto a espacios y subjetividades. Dentro de esta situación, desde muy temprana edad quedamos absueltos del espacio doméstico y las labores del hogar, reducidos a la condición de proveedores y generadores de los ingresos familiares que nos liberan de otro tipo de responsabilidades (domésticas) a la espera de ser servidos por las mujeres. Asimismo, encontramos al ejercicio de la violencia contra las mujeres que es asumido como otra característica del ser hombre, asumido, incluso, como una virtud y generador de estatus en el mundo machista.

Junto a las maneras en que vamos construyendo las masculinidades, se presenta el ejercicio de la paternidad que, nuevamente, se reduce a la capacidad de proveer los ingresos económicos familiares que garanticen las condiciones de sus miembros. Sin embargo, este tipo de aspectos generan a su vez dependencias económicas que devienen en violencia económica y patrimonial sumada a las otras, incrementando la complejidad de la problemática de violencia dentro de la familia. En este sentido, como una respuesta se viene  planteando las nuevas masculinidades y la paternidad activa que permita dar un giro a las condiciones en las cuales vamos interactuando los hombres en los diferentes roles que debemos cumplir. Entonces, nuevamente debemos pasar a niveles de reflexión que nos permitan comprender y deconstruir las formas tradicionales del ser hombre y la manera en que ejercemos la paternidad recuperando los sentimientos que nos enseñaron a reprimir u ocultar, siendo incapaces de demostrar lo que sentimos para evitar ser “débiles” (como las mujeres) ante la sociedad. En fin queda mucho por trabajar y seguir deconstruyendo o replanteando para que todas estas problemáticas sociales vinculadas al género y las desigualdades sean erradicadas mediante un trabajo permanente de autoobservación e introspección. Asimismo, se busca un cambio progresivo en la sociedad cada vez más igualitaria y libre de violencia en un mediano y largo plazo, donde las nuevas generaciones sean factores fundantes de estos cambios, paralelamente a nuestras acciones en el día a día de lucha contra la violencia hacia las mujeres.

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