Al parecer la fiesta de la
Navidad, al igual que casi todas las demás del calendario anual, ha sido copada
por todas las características y cualidades definidas por el mercado y el
capitalismo. En este sentido, todas las formas en que concebimos este tiempo a
finales de diciembre responde a un modelo que, poco a poco, anula otras formas
de celebración más propias o endógenas en el marco de lo que se denomina tradición.
Como un ejemplo, entre otra gran cantidad, podemos observar la preeminencia de
elementos simbólicos como Santa Claus,
renos, nieve (totalmente fuera de contexto) y los tan mentados regalos
convertidos en, casi, un sinónimo de la navidad y sin los cuales no se puede
entender dicha celebración donde comienza a percibirse de forma explícita y
clara la intervención del mercantilismo y consumismo. Por lo que se ha
disparado el entendimiento de una navidad propia a cambio de lo que nos vende
la sociedad global con gran preeminencia desde las industrias mundiales con toda
su carga ideológica y subjetiva.
En contraparte, detrás de
muchos de los elementos simbólicos navideños existe una importante
significancia esotérica totalmente anulando cualquier esfuerzo por comprender y
conocer el por qué de las cosas más allá del simplismo discursivo de las
costumbres y tradiciones, junto a la repetición mecánica junto al “así siempre ha sido”. Con toda esta
carga de omisiones es fácil que el mercado vaya copando los pocos niveles de
reflexión a los cuales podemos acceder en medio de este entramado de
significados y significantes. De esta manera, en el último tiempo la sociedad
presta mucha atención a aspectos muy vinculados a lo material y a la
superficialidad, que sin duda amplían las brechas de desigualdad entre sectores
poblacionales y sacan a la luz estas diferencias originadas en el dinero y la
falta de igualdad de oportunidades, además con muy pocos niveles de empatía o
solidaridad como dicta el capitalismo.
A partir de estos criterios,
es importante hacer algunas reflexiones y autocríticas para ir cambiando las
formas de entender estas festividades direccionando nuestra atención hacia el
bien común, partiendo de nuestras propias maneras de entender, en este caso, la
navidad desde la doctrina cristiana que se sustenta en el nacimiento de un
personaje llamado Jesús de Nazareth, ampliamente revolucionario en su tiempo y
considerado como el primer socialista, pese a los bemoles generados en torno a
la religión y la iglesia como institución detentadora de poder, pero ese es
otro debate. Asimismo, queda pendiente, dado el caso, de las reproducciones de
los roles de género que realizamos también en estas fechas cuando nos
disponemos a adquirir algunos obsequios para niñas y niños que recaen siempre
en regalos estereotipados a partir de los sesgos de lo femenino y lo masculino.
Sin duda la natividad es una fiesta importante dentro de nuestros contextos
pero deberá ser resignificada en torno a todos los aspectos esotéricos que
están envueltos en este tiempo. La navidad tiene que ver con las energías, con
la solidaridad, el compartir y principalmente con brindarnos algunos momentos
de autoevaluación. Sin embargo en el hemisferio sur todavía tenemos a lo que se
denomina Año Nuevo durante el
solsticio de invierno donde también desde el punto de vista cósmico energético
tenemos una gran oportunidad de vivir tiempos de navidad donde con el retorno
del sol ingresamos en ese tiempo, recurrente, de manera anual.
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