La emergencia del proyecto de reconstitución de la
Nación Chichas trajo consigo una serie de retos y objetivos para avanzar en ese
sentido de forma prudente y seria. En ese marco, se presentaron preguntas y
vacíos fundantes para el entendimiento de una nación y su población, ahí
aparece la cultura y más aún la identidad como eje principal para profundizar
el debate. Entonces, debemos diferenciar lo chicheño de lo tupiceño, que desde
el punto de vista de un colega Antropólogo si uno se identifica como tupiceño
está respondiendo a la lógica colonial, mientras que lo chicheño es
emancipatorio y corresponde a los pueblos originarios e indígenas de nuestro
territorio ancestral. Por tanto, comenzamos a encontrarnos con las
problemáticas en los derroteros de la identidad de nuestro pueblo y cuáles
fueron sus vertientes. La tupiceñidad ha sido construida a partir de lógicas
señoriales y coloniales, las cuales parecen estar divorciadas de otros
elementos básicos de la identidad como la vestimenta típica reducida a la
folklorización, resumida en el disfrazarse de indio y luego renegar de esa
condición. En el mismo sentido, se suele reducir, culturalmente hablando, la
construcción identitaria que se encierra en algunos personajes populares como
ser Víctor Agustín Ugarte y Alfredo Domínguez Romero, principalmente, que se
constituyen en emblemas de Tupiza.
28 de enero, dentro de tediosa costumbre y tradición
que reproduce mecánicamente y sin sentido año tras año las fechas del
calendario, recordamos a Alfredo Domínguez Romero en su aniversario y lo
hacemos de diferentes maneras. No obstante, en lo que corresponde al
inmediatismo y superficialidad de las cosas, se ha reducido su obra musical al
simple gusto y admiración por sus acordes de guitarra, igual que otrxs podrían
escuchar reggaeton o cualquier género enmarcados en simples gustos y
admiraciones sin mayor capacidad de profundización en el análisis respecto de
estas propuestas. En ese sentido, la obra musical de Alfredo llega a
convertirse en parte del ornamento de las ocasiones y encuentros quitándole
toda la profundidad y pertinencia que amerita el denominado Genio Salvaje.
Recurrimos de nuevo a las letras escritas por Alfredo
para hacer el ejercicio de profundizar y aplicar un mínimo de sentido crítico a
los que escuchamos; mucho más si llevamos a este artista como emblema e ícono
de la identidad tupiceña o, peor aun, chicheña. Quedamos con la tarea de,
aplicando algunos criterios hermenéuticos y de análisis del discurso, tratar de
reconstruir al personaje en su entorno lo cual nos permita un acercamiento a
las realidades y percepciones que tuvo de aquella realidad social y de su
pueblo o su gente. Entonces a partir de sus canciones podemos hacer este armado
sobre quién fue el tal Alfredo. Si señora
soy un indio, es una primera canción, entre otras, muy conocida que podría
denotarnos que Domínguez se consideraba un indio, amparado por toda la
experiencia de discriminación y racismo que sufrió como local y migrante. Sus
entornos de amistas y vínculos ideológicos, como Liber Forty y Nuevos
Horizontes, podrían mostrarnos el lado libertario e interpelador de Alfredo,
que cuestiona en varias canciones al poder, al sistema y a la propia patria.
Queda mucho por decir y analizar de la obra de Domínguez, pero esta ha sido
reducida de tal manera que la gente piensa que solo debemos limitarnos a
“escuchar y disfrutar de su música” dejando de lado el esfuerzo por profundizar
en su pensamiento y en su propia identidad, para que teniéndola más clara
podamos entender con mayor cabalidad quién fue este tal Alfredo que lo llevamos
de aquí a allá como nuestra bandera, habiéndolo instrumentalizado de la manera
más grosera, superficial y vacía. Así, es posible que cuando alguien pretenda
profundizar solo un poco más en lo que Domínguez realmente era y proponía, no
faltará alguien que refunfuñe diciendo “vos
seguí nomas tocando tu charango sin molestar a la gente decente”.