martes, 28 de enero de 2020

UN TAL ALFREDO



La emergencia del proyecto de reconstitución de la Nación Chichas trajo consigo una serie de retos y objetivos para avanzar en ese sentido de forma prudente y seria. En ese marco, se presentaron preguntas y vacíos fundantes para el entendimiento de una nación y su población, ahí aparece la cultura y más aún la identidad como eje principal para profundizar el debate. Entonces, debemos diferenciar lo chicheño de lo tupiceño, que desde el punto de vista de un colega Antropólogo si uno se identifica como tupiceño está respondiendo a la lógica colonial, mientras que lo chicheño es emancipatorio y corresponde a los pueblos originarios e indígenas de nuestro territorio ancestral. Por tanto, comenzamos a encontrarnos con las problemáticas en los derroteros de la identidad de nuestro pueblo y cuáles fueron sus vertientes. La tupiceñidad ha sido construida a partir de lógicas señoriales y coloniales, las cuales parecen estar divorciadas de otros elementos básicos de la identidad como la vestimenta típica reducida a la folklorización, resumida en el disfrazarse de indio y luego renegar de esa condición. En el mismo sentido, se suele reducir, culturalmente hablando, la construcción identitaria que se encierra en algunos personajes populares como ser Víctor Agustín Ugarte y Alfredo Domínguez Romero, principalmente, que se constituyen en emblemas de Tupiza.

28 de enero, dentro de tediosa costumbre y tradición que reproduce mecánicamente y sin sentido año tras año las fechas del calendario, recordamos a Alfredo Domínguez Romero en su aniversario y lo hacemos de diferentes maneras. No obstante, en lo que corresponde al inmediatismo y superficialidad de las cosas, se ha reducido su obra musical al simple gusto y admiración por sus acordes de guitarra, igual que otrxs podrían escuchar reggaeton o cualquier género enmarcados en simples gustos y admiraciones sin mayor capacidad de profundización en el análisis respecto de estas propuestas. En ese sentido, la obra musical de Alfredo llega a convertirse en parte del ornamento de las ocasiones y encuentros quitándole toda la profundidad y pertinencia que amerita el denominado Genio Salvaje.

Recurrimos de nuevo a las letras escritas por Alfredo para hacer el ejercicio de profundizar y aplicar un mínimo de sentido crítico a los que escuchamos; mucho más si llevamos a este artista como emblema e ícono de la identidad tupiceña o, peor aun, chicheña. Quedamos con la tarea de, aplicando algunos criterios hermenéuticos y de análisis del discurso, tratar de reconstruir al personaje en su entorno lo cual nos permita un acercamiento a las realidades y percepciones que tuvo de aquella realidad social y de su pueblo o su gente. Entonces a partir de sus canciones podemos hacer este armado sobre quién fue el tal Alfredo. Si señora soy un indio, es una primera canción, entre otras, muy conocida que podría denotarnos que Domínguez se consideraba un indio, amparado por toda la experiencia de discriminación y racismo que sufrió como local y migrante. Sus entornos de amistas y vínculos ideológicos, como Liber Forty y Nuevos Horizontes, podrían mostrarnos el lado libertario e interpelador de Alfredo, que cuestiona en varias canciones al poder, al sistema y a la propia patria. Queda mucho por decir y analizar de la obra de Domínguez, pero esta ha sido reducida de tal manera que la gente piensa que solo debemos limitarnos a “escuchar y disfrutar de su música” dejando de lado el esfuerzo por profundizar en su pensamiento y en su propia identidad, para que teniéndola más clara podamos entender con mayor cabalidad quién fue este tal Alfredo que lo llevamos de aquí a allá como nuestra bandera, habiéndolo instrumentalizado de la manera más grosera, superficial y vacía. Así, es posible que cuando alguien pretenda profundizar solo un poco más en lo que Domínguez realmente era y proponía, no faltará alguien que refunfuñe diciendo “vos seguí nomas tocando tu charango sin molestar a la gente decente”.

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