sábado, 11 de enero de 2020

11 DE ENERO Y LAS DOS BOLIVIAS


Foto: Los Tiempos

El 11 de enero de 2007 ocurrió un hecho lamentable en la ciudad de Cochabamba donde se generó un enfrentamiento entre la población del lugar bajo ciertas características. Tras una serie de sucesos políticos, principalmente, se comenzó a gestar sentimientos de confrontación por parte de sectores y grupos con afinidades hacia el Movimiento Al Socialismo (MAS) y, otros, los cercanos al entonces Prefecto de Cochabamba. En ese tiempo el país estaba inmerso en una tensión permanente, todo ello siendo la primera gestión del gobierno del MAS y en un periodo del proceso y Asamblea Constituyente. En este marco Santa Cruz, Beni y Pando, encabezadas por sus Prefectos y organizaciones cívicas, impulsaban la, denominada, media luna sugiriendo incluso ideas independentistas y/o separatistas; fue esta coyuntura que llevó a que Cochabamba sea un espacio geográfico fundamental en esta pugna. Así, con varios días de tensión, el 11 de enero se dio el más grande enfrentamiento entre zonas de la ciudad cochabambina, con argumentos como defender a la ciudad de los campesinos/indios/cocaleros que amenazaba  a dicho espacio. Por el otro lado, se generó una demanda de que la autoridad departamental renuncie por ser afín a las ideas separatistas de la media luna. Todo ello tuvo como consecuencia la muerte de tres personas en enfrentamientos y un gran número de heridos.

Paradójicamente, por mucho tiempo, Cochabamba había sido sinónimo de integración, encuentro y “mestizaje”, así como indica el denominativo del “corazón de Bolivia”. A esto se sumaban los hechos de la Guerra del Agua donde se logró una articulación de clases y sectores en torno a la defensa de un derecho vital para la subsistencia, como es el agua. Sin embargo, en enero de 2007 el tejido social se vio severamente afectado, o más bien mostró el rostro encubierto de las identidades y problemáticas subterráneas con discursos y eufemismos, como ser el racismo y la discriminación. Así el hecho de mostrar la otredad con el peor de sus enfoques significó una serie de reacciones por parte de habitantes de la zona norte de Cochabamba mediante exclusión y verticalismo hacia el foráneo, campesino-cocalero, con expresiones como “nos están invadiendo” o “vamos a defender nuestra ciudad”, entre muchas otras; las cuales encierran una percepción altamente discrimatoria y patronal. De esta manera, la ciudad quedó divida imaginariamente en dos: el sur y el norte como territorios ajenos y opuestos; al norte sectores de elite y familias tradicionales y al sur inmigrantes y sectores populares. El puente de Cala Cala y el Prado parecían demarcar el límite territorial. Así ocurrieron estos hechos reprochables donde, otra vez, comprobamos que las lógicas coloniales siguen vigentes en el país, pese a los intentos de reducirlos, principalmente desde el Estado, las leyes y políticas públicas. Así, en 2019, estas diferencias parecen no haberse superado todavía y siguen presente en la cotidianidad, a la espera de que se percute por algún suceso que de rienda suelta al miramiento y sentimientos de superioridad, racismo y discriminación, desde las percepciones y sentimientos reaccionarios y viscerales.

En los años ’60 surgía con fuerza la idea de “las dos bolivias” por parte de pensadores indianistas como Fausto Reinaga quienes consideraban los procesos históricos y sociales de nuestro país, vinculados a la colonia y el colonialismo interno, para argumentar respecto de la existencia de la Bolivia blancoide (criolla-mestiza) y la Bolivia india que no lograron el encuentro dentro de la vida republicana. Así, el trabajo conceptual teórico se desarrolló de manera sugerente, ante lo cual otros pensadores cuestionaron dichos postulados, diciendo que las dos bolivias habían sido superadas. No obstante, los hechos demuestran, de forma recurrente, incluido el 11 de enero cochabambino, que las dos bolivias siguen encuadradas en el pensamiento de sectores conservadores de Bolivia, muchas veces mimetizado en el mestizaje como discurso cómplice de las desigualdades. Sin duda el papel del Estado es fundamental en el desmontaje de los lastres históricos de nuestros pueblos, pero queda pendiente la corresponsabilidad de la población en su conjunto, que no necesariamente deberá conceptualizar estas situaciones sino generar un mínimo pensamiento crítico sustentado en la lectura histórica que complejice la capacidad de análisis, más allá de sus privilegios y su poder. Bolivia, como sociedad tiene grandes tareas pendientes por mejorar su convivencia entre todas y todos, lo cual llegue al trato cotidiano y normalice las relaciones horizontales en el marco de la interculturalidad como base de la interrelación y la lógica de comunidad sea recuperada hacia la consolidación del vivir bien.

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