Foto: Los Tiempos
El 11 de enero de 2007 ocurrió un
hecho lamentable en la ciudad de Cochabamba donde se generó un enfrentamiento
entre la población del lugar bajo ciertas características. Tras una serie de
sucesos políticos, principalmente, se comenzó a gestar sentimientos de
confrontación por parte de sectores y grupos con afinidades hacia el Movimiento
Al Socialismo (MAS) y, otros, los cercanos al entonces Prefecto de Cochabamba.
En ese tiempo el país estaba inmerso en una tensión permanente, todo ello
siendo la primera gestión del gobierno del MAS y en un periodo del proceso y
Asamblea Constituyente. En este marco Santa Cruz, Beni y Pando, encabezadas por
sus Prefectos y organizaciones cívicas, impulsaban la, denominada, media luna
sugiriendo incluso ideas independentistas y/o separatistas; fue esta coyuntura
que llevó a que Cochabamba sea un espacio geográfico fundamental en esta pugna.
Así, con varios días de tensión, el 11 de enero se dio el más grande
enfrentamiento entre zonas de la ciudad cochabambina, con argumentos como
defender a la ciudad de los campesinos/indios/cocaleros que amenazaba a dicho espacio. Por el otro lado, se generó
una demanda de que la autoridad departamental renuncie por ser afín a las ideas
separatistas de la media luna. Todo ello tuvo como consecuencia la muerte de
tres personas en enfrentamientos y un gran número de heridos.
Paradójicamente, por mucho tiempo,
Cochabamba había sido sinónimo de integración, encuentro y “mestizaje”, así
como indica el denominativo del “corazón de Bolivia”. A esto se sumaban los
hechos de la Guerra del Agua donde se logró una articulación de clases y
sectores en torno a la defensa de un derecho vital para la subsistencia, como
es el agua. Sin embargo, en enero de 2007 el tejido social se vio severamente
afectado, o más bien mostró el rostro encubierto de las identidades y
problemáticas subterráneas con discursos y eufemismos, como ser el racismo y la
discriminación. Así el hecho de mostrar la otredad con el peor de sus enfoques
significó una serie de reacciones por parte de habitantes de la zona norte de
Cochabamba mediante exclusión y verticalismo hacia el foráneo, campesino-cocalero,
con expresiones como “nos están invadiendo” o “vamos a defender nuestra
ciudad”, entre muchas otras; las cuales encierran una percepción altamente
discrimatoria y patronal. De esta manera, la ciudad quedó divida
imaginariamente en dos: el sur y el norte como territorios ajenos y opuestos;
al norte sectores de elite y familias tradicionales y al sur inmigrantes y
sectores populares. El puente de Cala Cala y el Prado parecían demarcar el
límite territorial. Así ocurrieron estos hechos reprochables donde, otra vez,
comprobamos que las lógicas coloniales siguen vigentes en el país, pese a los
intentos de reducirlos, principalmente desde el Estado, las leyes y políticas
públicas. Así, en 2019, estas diferencias parecen no haberse superado todavía y
siguen presente en la cotidianidad, a la espera de que se percute por algún
suceso que de rienda suelta al miramiento y sentimientos de superioridad,
racismo y discriminación, desde las percepciones y sentimientos reaccionarios y
viscerales.
En los años ’60 surgía con fuerza la
idea de “las dos bolivias” por parte de pensadores indianistas como Fausto
Reinaga quienes consideraban los procesos históricos y sociales de nuestro
país, vinculados a la colonia y el colonialismo interno, para argumentar
respecto de la existencia de la Bolivia blancoide (criolla-mestiza) y la
Bolivia india que no lograron el encuentro dentro de la vida republicana. Así,
el trabajo conceptual teórico se desarrolló de manera sugerente, ante lo cual
otros pensadores cuestionaron dichos postulados, diciendo que las dos bolivias
habían sido superadas. No obstante, los hechos demuestran, de forma recurrente,
incluido el 11 de enero cochabambino, que las dos bolivias siguen encuadradas
en el pensamiento de sectores conservadores de Bolivia, muchas veces mimetizado
en el mestizaje como discurso cómplice de las desigualdades. Sin duda el papel
del Estado es fundamental en el desmontaje de los lastres históricos de
nuestros pueblos, pero queda pendiente la corresponsabilidad de la población en
su conjunto, que no necesariamente deberá conceptualizar estas situaciones sino
generar un mínimo pensamiento crítico sustentado en la lectura histórica que
complejice la capacidad de análisis, más allá de sus privilegios y su poder.
Bolivia, como sociedad tiene grandes tareas pendientes por mejorar su
convivencia entre todas y todos, lo cual llegue al trato cotidiano y normalice
las relaciones horizontales en el marco de la interculturalidad como base de la
interrelación y la lógica de comunidad sea recuperada hacia la consolidación
del vivir bien.
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