Muchas veces hemos
cuestionado y conversado sobre el abismo entre la academia (circunscribiéndonos
esta vez en las Ciencias Sociales) y la realidad o las maneras en que articulamos
y logramos el encuentro entre lo que se plantea desde la universidad y la vida
cotidiana de la gente. Entonces, suele parecer que el, denominado, vox populi es vilipendiado desde
espacios formales enmarcándose en la típica soberbia académica que, muchas
veces, incomprensiblemente no logra engranar en el devenir de lo cotidiano,
entre las prácticas recurrentes muchas veces normalizadas. Así, nos hemos
acostumbrado a hablar, analizar, discutir y escribir sobre los hechos,
supuestamente, resaltantes que demarcan cambios trascendentales en las
estructuras sociales, políticas, económicas y demás, dejando de lado el detalle
de que es en el día a día donde se refuerzan o cuestionan los tejidos sociales
mediante varios mecanismos que superan los “complejos” análisis
teórico-conceptuales de la realidad.
En los Chichas
existe una sugerente tradición bibliográfica que nos invita a seguir pensando
sobre quiénes somos en la diversidad de nuestras ciudades y comunidades con un
largo pasado ancestral que superó varias etapas desde lo originario, las
expansiones imperiales precoloniales, la colonia, el colonialismo interno y la
globalización, entre otras. Con todos esos embates, es relevante la pervivencia
de la identidad regional, todavía con varias características particulares, pero
también con las ineludibles influencias culturales que van modificando, en gran
parte, de manera sutil aspectos subjetivos del imaginario colectivo. En este
sentido, es importante un trabajo recopilatorio, que ya debería haber comenzado,
de lo que conocemos como historia oral que se transmite de generación en
generación y que enaltece, no solo los grandes acontecimientos sino, las vidas
cotidianas que tienen gran relevancia para quien las relate constituyéndose en
un gran aporte a la tradición de los pueblos y sus historias.
Es justo ahí donde
nuestra identidad recibe un aporte relevante mediante la crónica y vivencia
desde los barrios, mostrando la otra parte de lo que somos, donde además se
tiene el nivel necesario de sinceridad en el texto, que muchas veces en la
academia se pretende disimular bajo el velo de objetividad. Nos referimos al
libro “Andares…” de Cristóbal Vargas Choque, donde documenta una serie de
crónicas y relatos sobre esas vivencias que es necesario mantener en la memoria,
y que por varias generaciones hemos transitado de similar manera, pero que en
el último tiempo se va vaciando al ritmo veloz de los avances tecnológicos al
que están expuestas las nuevas generaciones. Así, en la ciudad de La Paz,
similar a lo ocurrido en Tupiza durante la Fiesta de Reyes, se realizó la presentación de dicho libro
bajo los auspicios de Acción Nacional Chicheña y con los comentarios de Edgar
Murillo y Guillermo Cardozo (también encargado del prólogo). Por su parte, el
autor pudo expresar las palabras de circunstancia rememorando el proceso de
construcción de este libro entre recuerdos y anécdotas de antaño, frente a una
asistencia atenta a lo manifestado.
En este marco, el
autor nos invita a un recorrido imaginario por parte importante del territorio
chicheño, donde se encuentran las minas en un sitial central, y cómo no Tupiza
constituido en eje. Asimismo, recordamos el devenir que hemos recorrido muchas
y muchos transformándonos en migrantes (eternos) con destinos más o menos
lejanos de tierras chicheñas. Por su parte, destacó la interpelación a la
identidad que fue construida en base al detrimento de lo rural o lo minero, con
la pretensión de enaltecer la tupiceñidad, lo cual debe ser replanteado,
mediante la revalidación de nuestros pueblos y comunidades que también son
parte fundamental de los chichas. Entonces, Andares
queda abierta para la lectura donde encontraremos las remembranzas que
afiancen nuestra identidad, esta vez desde lo popular y cotidiano, siendo un
gran aporte para cerrar los abismos establecidos desde ciertos sesgos que
deberemos superar con los tejidos de comunidad en el día a día. Con seguridad
el autor, ahora residente en el extranjero, sigue construyendo nuevos andares
que, incluso, más allá del libro compartirá, más pronto que tarde, encontrando
tiempos pasados con la actualidad con planteamientos desde la mirada crítica y
aguda como cuando en “De las noches oscuras” nos manifiesta “eran épocas de balas,
épocas de golpe; algo similar como ocurre ahora mismo”.
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