lunes, 16 de marzo de 2020

LA PESTE Y LOS EXECRABLES

Foto: Internet.

El pasado diciembre, en China, y el mundo, se inquietaban por un virus que todavía no se sabía de qué trataba. Mientras tanto, en Bolivia todavía nos encontrábamos en el intento de superar el difícil momento de los precedentes meses con la crisis sociopolítica desatada entre octubre y noviembre, principalmente. Así con el estilo y características de nuestra población, vamos moviéndonos al ritmo y mandato de las fechas y calendarios cívico-festivos para, en un momento sentirnos demócratas, chauvinistas, patrioteros o, en otro, dadivosos y hermanados. Asimismo construimos y desmontamos enemigos imaginados o impuestos desde las doctrinas internas y externas, dependiendo de las circunstancias y los intereses que se juegan en un momento determinado por los hilos que manejan marionetas. Así, llegó, como una noticia más, la alerta por el coronavirus (COVID-19) desde Wuhan en uno de los tigres del desarrollo asiático, pero por acá teníamos otros asuntos en que pensar y prestar mayor atención; claro eran las fiestas de fin de año, tiempo para regodearnos de nuestros más profundos sentimientos y actitudes mercantilistas y restregar en la cara del resto las desigualdades que existen en nuestros pueblos.

Entre fiesta y bacanal, pasamos por navidad y año nuevo, donde alzamos la bandera de paz, amor, reconciliación y demás, cumpliendo con el ciclo y tiempo del perdón, como descargo de todo el egoísmo ejercido durante el año, que seguramente nos lava la cara en este tiempo contradictorio con lo establecido por el mercado y el sistema capitalista. Todavía obnubilados por las luces navideñas, que magistralmente se ocuparon de ocultar la pobreza y desigualdades entre paisanos, rápidamente nos aprestamos a las carnestolendas quitándonos la máscara de las natividades para introducirnos en los más básicos instintos, emociones y acciones de la carne (carnaval es carne a Baal, dirían algunas iglesias). Junto a todo este periodo también comenzamos con la etapa del carnaval electorero, con una serie de personajes que comienzan a disfrazarse de los que, sinceramente, odian porque es tiempo de sumar con el maquiavélico mandato de que el fin justifica los medios, que también hicieron lo suyo dedicándose en pleno a la campaña, pero no la de prevención, sino la electoral. En este tiempo, la amenaza, y los datos, del novel virus se acercaba a nuestro territorio hasta, en el sentido estricto de la palabra, rodearnos con su presencia en todos los países vecinos; pero por acá eran tiempos de darle rienda suelta al hedonismo y desmanes, como solemos hacer, no solo en carnaval sino en todo nuestro agosto.

Habiendo reaccionado de las resacas del sistema y del calendario, nos sorprenden con la noticia de que en nuestro país se confirmaron 2 casos del coronavirus (San Carlos y Oruro), después de varios sustos con casos posibles, los que llegaron desde Italia en la fase 2 del ciclo de la epidemia para Bolivia. Con esta novedad y, menuda, sorpresa empezamos a reaccionar muy basados en la ignorancia respecto de los protocolos y procedimientos sobre el recién llegado desde Europa haciendo lo que haríamos, seguramente, en un estado de naturaleza arcaico: matar o morir. La mayoría se lanza hacia los centros de abastecimiento para acopiar todo lo que pueda y en base a sus posibilidades, amén de las y los que tienen menos recursos, para cargar todo lo posible en lo que se pueda, algunos en sus camionetas y que el resto vea lo que hace. Por su parte, en el lugar de residencia de una de las pacientes, adultas mayores ambas, se ocuparon además de hostigar, amenazar y perseguir a dicha persona y su familia, llegando incluso a bloquear y cerrar el paso a los hospitales; sin duda una nueva expresión del amplio y profundo sentimiento democrático que mostraron el pasado año. Este ejercicio fue replicado en varias ciudades donde, ya sin importar posiciones políticas, la gente se fue a cerrar los accesos a hospitales para que no lleguen ahí pacientes con “la peste”, ¿acaso será la lucha de bueno contra malos?

Con todo ello, parece que hemos retrocedido a esos tiempos donde la naturaleza era mayor a la razón, o tal vez a tiempos del oscurantismo religioso que apela a dios facultades que deberíamos, también, responder desde la ciencia. Entre otras peleas se empezaron a dar los cruces entre ciencia y religión, sin quedar exenta la búsqueda de réditos político electorales, porque no podemos olvidar que pronto tendremos elecciones. Con todo ello, nos encontramos en un panorama por demás sugerente digno de un complejo estudio psicosocial que nos explique por qué hemos retrocedido, otra vez, a esos tiempos de supervivencia básica acrecentada, esta vez, por el capitalismo, mercantilismo y demás aberraciones del siglo XXI que van ampliando las brechas de desigualdad. Así, no faltarán quienes sientan algunas contradicciones por encontrase viviendo líneas leídas en sagas novelescas como “Ensayo sobre la ceguera” (Saramago) y “La Peste” (Camus), o tal vez vistas en películas tan absurdas como las de zombies y apocalipsis de los futuros distópicos. Sin duda estamos viviendo, y reafirmando, que la peste se encuentra en nuestros pensamientos e imaginarios, calados por los intereses personales y egoísmos más rancios que se manifiestan de acuerdo a las condiciones y realidades absurdas de existencias execrables y sinsentido en las cuales nos revolcamos cada día.

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