El 19 de
noviembre se conmemoró el denominado “día del hombre”, que al igual que otras
fechas del calendario no representan una celebración en sí, sino que buscan
generar pretextos en la comunidad para interpelar problemáticas sociales que
afectan de forma recurrente a la convivencia. Así, cuando nos referimos a estos
problemas debemos considerar que el 95% de los homicidios en el mundo son
cometidos por hombres y el 80% de los mismo tienen como víctimas, también a los
hombres (de ahí el origen de la palabra homicidio). En un contexto más cercano,
la Encuesta de Prevalencia y Características de la Violencia contra las Mujeres
(2016), ha develado que 75 de cada 100 mujeres sufren o han sufrido algún tipo
de violencia durante su vida, casos en los cuales el principal agresor es el
hombre.
No obstante, con
mínimas variaciones, la problemática es análoga en los países de la región y en
gran parte del mundo, lo cual responde a la estructura social patriarcal y
capitalista que se ha encargado de ahondar esta situación en detrimento de más
de la mitad de la población, las mujeres. En este sentido, el día del hombre
fue planteado como una manera de establecer mecanismos de reflexión, y sin duda
interpelación, del accionar de los hombres con seis pilares básicos:
- Promover
modelos masculinos positivos y libres de estereotipos.
- Celebrar
los aportes positivos del hombre a la sociedad.
- Hacer
hincapié en la salud y bienestar de los hombres.
- No
a la discriminación contra ellos.
- Promover
la igualdad de género.
- Crear
un mundo más seguro y mejor.
En base a estos
puntos, se establecen pretextos para, como hombres, vernos frente al espejo con
la capacidad de cuestionar nuestros privilegios y de manera ineludible romper
el pacto patriarcal, paralelamente a los procesos de deconstrucción de las
lógicas tradicionales de ser hombres.
De manera
concurrente, el 25 de noviembre, conmemoramos el Día Internacional Contra la
Violencia de Género que busca visibilizar esta compleja y aguda problemática,
donde, como mencionamos, el hombre se convierte en el eje de su permanencia al
constituirse en el pilar del ciclo de la violencia, en respuesta a todo un
proceso sociocultural de la forma tradicional de masculinidad basada en
machismo con todas sus aristas. Sin duda, estas fechas conmemorativas resultan
fundamentales en la lucha contra la violencia, donde el Estado, como principal
garante de derechos, ha venido trabajando en normativa y políticas públicas
como respuesta a este problema. No obstante, es determinante que los hombres
asuman un compromiso real con estas luchas, con la generación de fisuras en sus
entornos de complicidad machista y violenta más cercanos; fisuras que, a la
larga logren, aportar en el quiebre del propio sistema patriarcal, con la
mirada ante el espejo.
Para un caso
particular de los Chichas, podríamos decir que esta deconstrucción deberá
romper, incluso con aspectos identitarios constituidos bajo una matriz
altamente machista, donde uno de los arquetipos de masculinidad se establece a
partir del macho chicheño (paquete de
misoginia, machismo, homofobia y demás), aspecto muy peligroso porque tiene un
argumento que lo legitima desde la cultura y el folklore. Queda mucho trabajo
hacia adelante, el cual debemos asumir desde los diferentes entornos,
considerando las características propias. El cuestionamiento a la masculinidad
tradicional y el ejercicio de la violencia, comenzando de micromachismos y
apelativos identitarios, empieza en el relacionamiento cotidiano de manera
recurrente entre el ámbito público y privado. Es tiempo de que los hombres
dejen el deplorable papel de ser pilar de la violencia para constituirse en
agentes de cambio para una vida libre de violencia.