Al igual que en gran parte de esta región del continente, con seguridad los guerrilleros que se levantaron en armas para luchar por su independencia hicieron carne de los postulados venidos desde lejos, pero que son universales para todos como una necesidad básica de vida. Entonces, este mismo factor fue el que empujó hacia la búsqueda de mejores días para la población por lo que se fue asumiendo un compromiso con esta lucha que parecía una gesta muy difícil de conseguir después de más de trescientos años de sometimiento colonial. Pese a todo, a partir de esta batalla y pasados 15 años de lucha se concretó la nueva República, que lamentablemente volvió a excluir a los gestores de la nueva condición nacional. Así, más allá de las causales para la independencia se buscó un objetivo en común, el de recuperar la autodeterminación libre de sumisión y condicionamiento colonial impuesto con diferentes mecanismos.
Hoy que se conmemora la Batalla de Suipacha tratamos de hacer memoria de lo significativo de esta fecha como un aporte más de la tierra chicheña hacia la construcción de la patria grande. Pero nuevamente este recordatorio se hace poco fructífero si es que este hecho histórico queda simplemente en una fiesta cívica más para después volver al baúl de los recuerdos hasta el próximo año; o más aún hasta que llegue el tricentenario donde se anuncie la fecha con parafernalias pero que luego quede desapercibido más allá de los límites provinciales o locales. Entonces, Suipacha es la muestra de que la historia se hace con hechos y decisiones que aporten en la actualidad para que esa historia se siga escribiendo desde lo cotidiano potenciado con la voluntad de su pueblo. Es posible que las gestas como la mencionada no se puedan, ni vayan a, repetir pero hay muchas otras que se pueden impulsar en el contexto y coyuntura actual. Hay que dejar de entender este hecho, y muchos otros, como una gran gesta ocurrida en nuestro territorio si el mismo no sirve de nada para influir en nuestra realidad actual. La historia empolvada sirve muy poco, o tal vez nada, cuando se la entiende de manera muerta y pasada; y por el contrario es uno de los mejores pretextos para revalidar esa gran herencia dejada por los que lucharon de manera conjunta en busca de mejores días. Por tanto, vayamos entendiendo las lecciones de nuestro bicentenario, que quedó muy entroncado en el cotidiano y demasiado lejos de ser historia.
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