lunes, 12 de noviembre de 2012

EL SER CHICHEÑO



Dentro de los procesos sociales se presentan diferentes etapas donde los individuos van adscribiéndose a grupos sociales o a identidades colectivas que sobre todo están basadas en el territorio donde se encuentran y el legado que éste tiene en la línea histórica. De esta forma, dentro de la conformación de una personalidad ingresan tres elementos; el genotipo (vinculado a la herencia genética), el fenotipo (la educación recibida en diferentes ámbitos) y el paratipo (el contexto y las condiciones en el cual uno se desarrolla y la formas de interrelación existentes). Entonces de esta manera se va asimilando y construyendo un primer aspecto que tiene que ver con la posterior autoidentificación con un determinado grupo social. A partir de esta forma de personalidad las personas van adaptándose y asociándose con los afines a sus creencias y subjetividades; con lo que se van agrupando los individuos en una pluralidad de vertientes con objetivos diferenciados pero siempre manteniendo una gran bandera común.

            No obstante, en medio de esta diversidad emerge una formación social colectiva que representa a todo un territorio como pertenencia generalizada demarcando una identidad común como en nuestro caso el “ser chicheño” fundamentado por antecedentes de gran relevancia en la historia de la región que datan de tiempos precolombinos y perviven hasta la actualidad. De esta manera se va delineando esta forma de autoidentificación con mucha particularidad en el relacionamiento con otras culturas del escenario nacional, o más bien plurinacional. Así, los elementos que conforman la cultura de los Chichas cobran gran relevancia por la proyección que tuvieron; pero no obstante, nuevamente recaemos en una paradoja que juega en contra actualmente, refiriéndonos a la remembranza simplemente hacia el pasado donde la construcción del “ser chicheño” tuvo sus mejores momentos; primero de forma autónoma y después destacándose en el periodo independentista y republicano. Por tanto, una lectura para el replanteamiento coherente en la actualidad ha quedado latente y a la espera de ser potenciado para dar continuidad al legado conocido de los habitantes de los Chichas.

            Entonces, asumiendo las fortalezas y debilidades de la región y sus pobladores, el ser chicheño puede ser considerado como un potencial que en los oriundos del lugar mantiene viva la identidad regional. Sin embargo, esta exclusividad se circunscribe a quedar dentro de los límites locales con poca capacidad de proyección a nivel nacional y así lograr un reconocimiento en otros contextos. Así la autoidentificación individual es un valor atenuado que cobra relevancia en algunos momentos concretos del calendario sin que se permee a otras latitudes y que esto sea un hecho permanente. Entonces, en el relacionamiento intercultural se hace necesario un proceso de intraculturalidad que permita ahondar en lo que representa el “ser chicheño” y que esta situación quede clara en el imaginario social de los habitantes para que después se tenga la capacidad de romper las limitaciones territoriales y esta cultura pueda proyectarse a otros espacios. Por tanto, una estrategia desde los aspectos formales está planteada en el marco del Censo próximo donde esta intraculturalidad quedará manifiesta en datos estadísticos y sociodemográficos que permitirán a posteriori otros beneficios para la región con el pretexto cultural pero que se amplíen a lo económico y el mejoramiento de las condiciones de vida. El “ser chicheño” debe superar muchas limitantes desde el regionalismo malentendido hasta un autoaislamiento basado en la particularidad; por lo que en la actualidad tenemos tareas programadas para concretarse en la realidad y la proyección, con la historia como un simple percutor o antecedente.

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