Con la culminación de la gestión
educativa se presenta una etapa de final e inicio que corta con el devenir
cotidiano en el proceso de formación para los estudiantes. Sin embargo, existen
aspectos que varían entre los diferentes niveles que alcanzan la cúspide de la
etapa de colegio alcanzando el bachillerato y en la búsqueda de nuevos senderos
en la preparación para la vida de responsabilidad e independencia. De esta
manera, cabe realizar algunos análisis correspondientes al sistema educativo
que en cuanto a sus fortalezas y debilidades para formar un perfil del graduado
y que en base a las capacidades y conocimientos adquiridos pueda encaminarse
hacia una educación superior, en el mejor de los casos. Desde esta perspectiva,
parecería que no existe una coherencia entre niveles educativos porque en el
enlace necesario entre colegio y la formación superior se presenta una carencia
que encuentra al estudiante en una disyuntiva para poder tomar una decisión en
cuanto al derrotero que va a seguir posteriormente.
Así,
es común encontrar a los bachilleres en el dilema para poder tener en claro una
elección profesional hacia la cual dirigirse mediante la consecución de sus
estudios superiores o las actividades a las que se va a dedicar en un futuro
inmediato. Entonces, en este punto se hace necesario hacer un análisis respecto
de las decisiones a tomarse que en esta parte pueden ser determinantes para
definir las condiciones que se vaya a tener posteriormente. Entonces, de esta
manera ingresa el tema de la vocación como antecedente imprescindible para la
elección de uno u otro camino a seguir, ya que dependiendo de la vocación real
de cada individuo se tendrán resultados personales y sociales. Por tanto,
debemos entender a la vocación como un factor interno y muy personal donde se
encuentran inmersos los valores y compromisos particulares que nos proyectan a
sentir la autorrealización. Pero más allá de cada perfil vocacional con el que
cuenta cada persona, esta situación se amplía al generar un buen o mal
funcionamiento a nivel de sociedad donde si cada quien se encuentra ubicado en
el espacio adecuado basado en su vocación, el proceso social seguirá un buen
camino. Por el contrario, cuando las personas no se sienten satisfechas con sus
roles que son contrarios a su vocación se generará una sociedad desestructurada
y disfuncional donde cada quien hace lo que puede sin ningún compromiso y solo
respondiendo a las necesidades de subsistencia.
Lamentablemente
en la definición del camino y el rol que se va a seguir intervienen factores de
incoherencia con la vocación como ser las profesiones por tradición o herencia
donde desde los padres y madres se exige continuar con un legado o sino que los
hijos cumplan los deseos insatisfechos de los padres. Con este tipo de
condiciones es seguro que se producirá en las personas un sentimiento de
frustración y una falta de compromiso consigo mismo y con la sociedad en el
desarrollo de su oficio. Por otra parte, se encuentran los intereses egoístas
influyendo en las decisiones motivadas por este factor que a mediano plazo
puede tener un resultado similar al anterior caso. Entonces, la familia y el
sistema educativo son los principales responsables de apoyar en el
descubrimiento de la vocación o el para qué sirve cada quien. La capacidad de
identificar esta vocación puede ser causal de el futuro de una sociedad donde
las personas adecuadas realicen las actividades convenientes y que el sistema
social sea más eficiente de forma integral; por el contrario seguiremos en una
sociedad desorientada donde no existe una coherencia entre vocación y
profesión. Quien conoce su vocación, pasa por un cambio tremendo, ya no busca
el éxito, poco le interesa el dinero, la fama, la gratitud; su placer está
entonces en la dicha que le proporciona el haber respondido a un llamado
íntimo, profundo, ignoto de su propia esencia interior. Hallar nuestra
verdadera vocación es fuera de toda duda, el problema social más grave, el
problema que se encuentra en la base misma de todos los problemas de la
sociedad.
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