Enmarcado entre una
diversidad de vertientes y líneas históricas se encuentra enmarañado el tema
del mar. Todo ello a raíz de lo acontecido en el siglo XIX cuando el Ejército
chileno invade territorio boliviano arrebatando con una guerra el acceso a las
costas del Océano Pacífico con la fecha crucial del 23 de marzo que se ha
implantado en el imaginario nacional hasta nuestros días en el intento de
recuperar esta puerta hacia el mar. Con lo sucedido, esta temática, entendida
más como problemática, trae consigo una diversidad de abordajes que sirven en
diferentes momentos dependiendo de los actores que emitan criterios al
respecto. En primera instancia ha quedado la idea que relaciona al carnaval y
la irresponsabilidad de los gobernantes para responder a la primera incursión
chilena ya que se describe que el Presidente Daza no quería romper con los
eventos carnavaleros, lo cual tiene varias versiones y contradicciones. A
partir de este elemento, lamentablemente, se ha ido generando un sentimiento
pesimista en cuanto al boliviano que se enfoca en este dato para mostrar a
nuestra población como una especie de chauvinista en cuanto a la dignidad
nacional.
No obstante, el tema del mar tiene
otras aristas más resaltantes cuando se supera este primer aspecto mencionado.
Así llegamos a entender a esta perdida como una necesidad estratégica y de
interés nacional que se encausa a establecer uno de los reducidos puntos de encuentro
de los bolivianos que nos identifique de forma colectiva y genralizada. Es
decir el tema del mar es un importante factor de cohesión en nuestro país, que
suele superar incluso diferencias políticas e ideológicas cuando se trata el
tema. En este sentido en los últimos días, al igual que en otras ocasiones, se
han reunido los ex Presidentes de Bolivia junto al actual Presidente Evo
Morales para discutir y diseñar una estrategia marítima que sobre todo ha
tomado fuerza con las voces que buscan la demanda internacional en la Haya. Con
esta imagen del encuentro, se logra resumir todo el sentimiento que se expande
en los habitantes de Bolivia. Al respecto, lo que le quita la importancia al
hecho es que, como muchas otras cosas en nuestro país, se potencian por la
coyuntura; es decir que toman fuerza cuando se acerca el 23 de marzo para luego
reducir en primicia. Por otro lado, también el mar siempre fue utilizado como
un as bajo la manga que se utiliza cuando existen problemáticas sociales o
políticos en el país como una manera de desviar la atención marcando una nueva
agenda.
Así han pasado más de 130 años en
enclaustramiento marítimo y seguimos desfilando con la confusión de que si
estamos celebrando o conmemorando el día del mar, que ahora se ha denominado,
de forma más acertada, el día para la reivindicación marítima. Con estos
antecedentes, nos ubicamos frente a un tema en común para todos pero muy
específico en su tratamiento que compete a las instancias gubernamentales como
ser la Cancillería y el mismo Presidente, aplicando estrategias bilaterales o
multilaterales donde a nosotros solo nos interesaría el resultado que se pueda
obtener. No obstante, luego del trabajo de negociación con avances y retrocesos
de muchos años entre Chile y Bolivia parece ser que no hay progresos
considerables que tengan algo concreto y más bien solo parece una retórica
diplomática para dar largas al asunto. Pero, más allá de este espacio oficial
resulta sugerente lo que acontece entre los pueblos de ambos países donde se va
deconstruyendo la percepción de enemistad que se mantenía vigente y ahora más
bien hay un acercamiento entre la sociedad civil. Como muestra de ello están
los gritos de ciudadanos chilenos pidiendo mar para Bolivia o lo acontecido en
Viña del Mar 2013 cuando el ex vocalista de los Prisioneros, Jorge Gonzales,
manifestaba algo similar cuando existía un tenso ambiente por la detención de
los tres soldados bolivianos. Pero, más allá de las diferentes situaciones que
se van planteando, resulta más coherente que la solución vaya a fortalecerse
desde una esfera ajena a los Estados y más bien crecerá como una necesidad de
integración de los pueblos dentro de un contexto diferente en el cual se
plantea nuevos paradigmas. Todo esto deberá ser canalizado y formalizado por
los gobiernos que una vez más deberán seguir las direcciones que demarque el
soberano, antes enfrentado y ahora en hermandad.
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