lunes, 4 de agosto de 2014

DISFRACES DEL COLONIALISMO



En los últimos años, junto al denominado proceso de cambio, se han ido interpelando y modificando diferentes aspectos simbólicos del país a iniciativa principal del Estado y su gobierno nacional. En este sentido, uno de estos hechos fue el cambio de la denominación del 2 de agosto que anteriormente se conocía como día del indio, o campesino, y que pasó a llamarse día de la Reforma Agraria. De esta manera, se pretende impulsar el fortalecimiento de un imaginario contrario al que se ha establecido en el pensamiento de las personas desde la colonia y heredada al colonialismo interno republicano. Asimismo, se pretende trabajar en los espacios sutiles que han profundizado estas desigualdades sociales de forma muy disimulada en la cotidianeidad y, en el peor de los casos, han normalizado las relaciones marcadas por el racismo y la discriminación.

            En el presente año, de manera coincidente se ha llevado adelante la entrada (folklórica) universitaria en la ciudad de La Paz el 2 de agosto, antes mencionado y junto a las connotaciones y cargas sociales e históricas que lleva consigo. Así, una vez más surge esta pugna entre el acerbo de la tradición autóctona de los pueblos y el folklorismo al que se ha llegado bajo el pretexto de cultura que en la mayoría de los casos no supera el hecho de ser un pasatiempo alejado de todo compromiso con el pueblo al que represente tal o cual danza. Sin embargo, cabe aclarar que el folklore no es negativo implícitamente sino que adquiere esta característica al alejar la relación del ejecutante de una manifestación folklórica y el pueblo del cual es originaria la expresión, lo cual se agrava aun más con la ignorancia de la realidad del día a día en estos espacios de convivencia social donde el simbolismo de este folk lore resulta fundamental en la construcción de la identidad integral de estas colectividades donde se introduce aspectos como la productividad y los ciclos agrícolas, entre otros.

            Desde una cualidad, aparentemente, rescatable de las manifestaciones folklóricas podemos encontrar la relación que se establece entre lo rural y lo urbano donde se pasa de lo autóctono a lo folklórico con el simple hecho de ser representada en un espacio “citadino” con otros sujetos y actores. No obstante, en ese mismo paso se produce un sesgo y este complejo simbólico recae en simple culturalismo que no logra superar este aspecto y convertirse en un producto integral junto a los otros elementos como el económico, político y toda la cosmovisión encerrada en un supuesto simple baile o danza. Por tanto, al realizar este tipo de actividades, a más de estar fomentando la cultura nacional mediante la presentación de varias danzas, podemos estar reproduciendo mecanismos coloniales que evitan un compromiso real con los pueblos y comunidades de las cuales también somos parte aunque creamos estar alejados por categorías imaginarias como lo urbano-rural, sin poder procesar conceptos como la otredad. De igual manera, debemos tomar en cuenta que cuando este tipo de expresiones culturales las realizan miembros de la comunidad universitaria pública se encierran en un simplismo muy peligroso por evitar profundizar estas complejas relaciones y solo enfocarse en el hecho de pasar el momento de esparcimiento o un pasatiempo, sin ningún sentido de pertenencia. Con seguridad, en torno a esta temática habrán mucha otras aristas pero la cultura es un gran engrane de la sociedad boliviana que ha permitido articular demandas políticas y sociales y que, contradictoriamente, en otros momentos ha sido instrumento de perpetuación del sistema y por lo tanto no debe ser tomada a la ligera y arrancada de la integralidad de los otros elementos. El simbolismo es mucho complejo y las abarcas o el sombrero no son disfraces ni ornamento, sino que han sido parte vital de los procesos sociopolíticos de nuestro pueblo, además de ser bastiones de la luchas como la descolonización que justamente pretende eliminar esas desigualdades muchas veces subsumidas en los disfraces del folklorismo de nuestra realidad.

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