lunes, 3 de noviembre de 2014

PUEBLITO DESENCANTADO

Tupiza, como una de las principales localidades de la región chicheña, lleva consigo una serie de denominativos que pasan por lo épico, lo pintoresco y otros donde se introduce uno de los mayores artistas oriundos del lugar y que fue reconocido a nivel nacional, refiriéndonos a Alfredo Domínguez Romero. Fue este prolífico maestro de la guitarra que dentro de su canción titulada “Tupiza” justamente tiene una estrofa que dice: Y el silvo del wichico / ha colaborau / pa’ llamarle Tupiza / pueblito encantau. Esta frase ha tenido muchos abordajes para su análisis e interpretación desde diversas visiones y perspectivas, sirviendo, incluso, como argumento para dar fin a la polémica fundación española del 4 de junio de 1574 develando un origen más antiguo y milenario. Sin embargo, todavía queda pendiente un análisis semiótico de las motivaciones, seguramente, artísticas que llevaron a Domínguez a otorgar este calificativo de pueblito encantado que muy posiblemente tiene una carga perceptiva y sensorial profunda de la visión de un gran creador y artista chicheño para mostrar todas las cualidades de un espacio geográfico boliviano.
                                              
            Con este tipo de calificativos los oriundos de este lugar seguimos sintiendo ese arraigo con la tierra que cuenta con este tipo de aspectos fundantes de la identidad colectiva de sus habitantes. Asimismo, gracias a estas particularidades Tupiza ha trascendido sus límites locales haciéndose conocer a nivel nacional e internacional por la mística del lugar que, como dicen, encanta a propios y extraños. No obstante, desde el otro lado de la moneda (que puede apelar a un verso del Himno a Tupiza que dice: es la tierra soberbia la nuestra) se tiene una carga social que trajo consigo secuelas negativas que en otros tiempos se manifestaban en expresiones como el regionalismo reaccionario que despertaba, entre otras cosas, sentimientos de exclusión y discriminación hacia pobladores de otros lugares y hasta de su propia gente por argumentos clasistas que dividieron una misma colectividad. Igualmente encuentran los miramientos existentes entre los pobladores que llevan consigo una carga de sentimientos disimulados y encubiertos, los cuales no han encontrado, todavía, mecanismos de canalización y convergencia para poder transformar los mismos hacia un sentido positivo.


A lo descrito anteriormente, esta vez se suman una serie de denuncias y contradenuncias que fluctúan entre realidades, afirmaciones y especulaciones que opacan a Tupiza bajo una nube gris que reprime los sentimientos reafirmantes de nuestra identidad. De igual manera se aplica un sesgo ideológico, político y electoral que puede ser el impulso de un activismo necesario para regularizar hechos y acciones que atentan contra los intereses de la comunidad chicheña en su conjunto. Así, de manera contraproducente, se va generando un sentimiento de lejanía hacia importantes proyecciones realizadas en este último tiempo donde la integración es el paso principal en este fortalecimiento pero que ha provocado el recelo y antipatía en algunos sectores ante las denuncias de ida y vuelta. Sin duda el proceso de reconstitución de la Nación Chichas amerita un punto de quiebre entre las formas tradicionales de entendernos en todos los sentidos para, desde ahí, comenzar a profundizar el proceso con la introducción de nuevas visiones y perspectivas de desarrollo enmarcadas en los lineamientos legales y constitucionales que puede llegar a ser conflictivo y tortuoso. No ubicamos en un momento complejo de contradicciones que ponen en entredicho a todos los sectores involucrados en la actual problemática, pero este deberá ser un momento a ser superado para evitar males mayores posteriormente y que este gran proyecto histórico no lleve consigo ningún riesgo de cuestionamiento y más bien sea legitimado por una mayoría de la población y sus organizaciones e instituciones para contar con un propósito fortalecido y sostenible. Han pasado más de cien años desde el último intento de lograr la departamentalización de los pueblos del sur y al parecer las problemáticas internas no han sido superadas. Ahora simplemente resta esperar que este momento de amargura pase y podamos seguir avanzando con las lecciones aprendidas, mucho más al aprestarnos a conmemorar un aniversario más de la Batalla de Suipacha donde el sentimiento de emancipación y verdad sean las únicas banderas considerando que “la patria debe vivir, aunque nosotros tengamos que morir”.

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