Tupiza, como una de las principales localidades de la
región chicheña, lleva consigo una serie de denominativos que pasan por lo
épico, lo pintoresco y otros donde se introduce uno de los mayores artistas
oriundos del lugar y que fue reconocido a nivel nacional, refiriéndonos a
Alfredo Domínguez Romero. Fue este prolífico maestro de la guitarra que dentro
de su canción titulada “Tupiza” justamente tiene una estrofa que dice: Y el silvo del wichico / ha colaborau / pa’
llamarle Tupiza / pueblito encantau. Esta frase ha tenido muchos abordajes
para su análisis e interpretación desde diversas visiones y perspectivas,
sirviendo, incluso, como argumento para dar fin a la polémica fundación
española del 4 de junio de 1574 develando un origen más antiguo y milenario. Sin
embargo, todavía queda pendiente un análisis semiótico de las motivaciones,
seguramente, artísticas que llevaron a Domínguez a otorgar este calificativo de
pueblito encantado que muy posiblemente tiene una carga perceptiva y sensorial profunda
de la visión de un gran creador y artista chicheño para mostrar todas las
cualidades de un espacio geográfico boliviano.
Con
este tipo de calificativos los oriundos de este lugar seguimos sintiendo ese
arraigo con la tierra que cuenta con este tipo de aspectos fundantes de la
identidad colectiva de sus habitantes. Asimismo, gracias a estas
particularidades Tupiza ha trascendido sus límites locales haciéndose conocer a
nivel nacional e internacional por la mística del lugar que, como dicen,
encanta a propios y extraños. No obstante, desde el otro lado de la moneda (que
puede apelar a un verso del Himno a Tupiza que dice: es la tierra soberbia la nuestra) se tiene una carga social que
trajo consigo secuelas negativas que en otros tiempos se manifestaban en
expresiones como el regionalismo reaccionario que despertaba, entre otras
cosas, sentimientos de exclusión y discriminación hacia pobladores de otros
lugares y hasta de su propia gente por argumentos clasistas que dividieron una
misma colectividad. Igualmente encuentran los miramientos existentes entre los
pobladores que llevan consigo una carga de sentimientos disimulados y encubiertos,
los cuales no han encontrado, todavía, mecanismos de canalización y
convergencia para poder transformar los mismos hacia un sentido positivo.
A lo descrito anteriormente,
esta vez se suman una serie de denuncias y contradenuncias que fluctúan entre
realidades, afirmaciones y especulaciones que opacan a Tupiza bajo una nube
gris que reprime los sentimientos reafirmantes de nuestra identidad. De igual
manera se aplica un sesgo ideológico, político y electoral que puede ser el
impulso de un activismo necesario para regularizar hechos y acciones que
atentan contra los intereses de la comunidad chicheña en su conjunto. Así, de
manera contraproducente, se va generando un sentimiento de lejanía hacia
importantes proyecciones realizadas en este último tiempo donde la integración
es el paso principal en este fortalecimiento pero que ha provocado el recelo y
antipatía en algunos sectores ante las denuncias de ida y vuelta. Sin duda el
proceso de reconstitución de la Nación Chichas amerita un punto de quiebre
entre las formas tradicionales de entendernos en todos los sentidos para, desde
ahí, comenzar a profundizar el proceso con la introducción de nuevas visiones y
perspectivas de desarrollo enmarcadas en los lineamientos legales y
constitucionales que puede llegar a ser conflictivo y tortuoso. No ubicamos en
un momento complejo de contradicciones que ponen en entredicho a todos los
sectores involucrados en la actual problemática, pero este deberá ser un
momento a ser superado para evitar males mayores posteriormente y que este gran
proyecto histórico no lleve consigo ningún riesgo de cuestionamiento y más bien
sea legitimado por una mayoría de la población y sus organizaciones e
instituciones para contar con un propósito fortalecido y sostenible. Han pasado más de cien años desde el último intento de lograr la departamentalización de los pueblos
del sur y al parecer las problemáticas internas no han sido superadas. Ahora
simplemente resta esperar que este momento de amargura pase y podamos seguir
avanzando con las lecciones aprendidas, mucho más al aprestarnos a conmemorar
un aniversario más de la Batalla de Suipacha donde el sentimiento de
emancipación y verdad sean las únicas banderas considerando que “la patria debe
vivir, aunque nosotros tengamos que morir”.
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