En una
definición, muy general, de lo que se entiende por cultura se trata
prácticamente de todo lo que produce el hombre y la mujer. Sin embargo es
importante ir delimitando esta percepción para que la cultura pueda ser
abordada desde una perspectiva más específica y sea útil en cuanto a gestión
cultural complementaria a las políticas públicas circunscritas a este eje. Así,
en espacios donde la cultura es fundamental para el desarrollo de toda la
población se deberá replantear los mecanismos que logren dar este impulso y que
no solamente se trate de un intento de definición abstracta y de buenas
intenciones. Por tanto, abordar a la cultura debe tratarse de un trabajo
complejo y estructurado como parte sustancial de la planificación de un
territorio, mucho más si este toma esta característica como bandera y carta de
presentación que lo distingue de otros lugares.
Desde este punto
de vista los municipios chicheños (Villazón, Tupiza, Atocha, Vitichi y
Cotagaita) tienen consigo una serie de elementos determinantes circunscritos en
lo que se identificaría como cultura por lo tanto solo hace falta revolucionar
estas cualidades para que las mismas sean ejes de desarrollo más que simple
lírica y rememoración histórica. Así, el hecho de contar con un importante
legado que construye una identidad fuerte no solo involucra un factor de
mención sino que deberá manifestarse en oportunidades de proyectar estas potencialidades
las cuales sean generadoras de mejores condiciones de vida para la población.
En este sentido, se debe superar dos etapas importantes en este proceso,
primero fomentar y retroalimentar las características culturales las cuales
deben convertirse en una fortaleza dentro de la comunidad en la que se
circunscribe, para no caer en mero folklorismo que se reproduce sin mayor
sentido y reflexión. Una vez logrado este proceso de internalización, se deberá
proyectar esta potencialidad hacia otros espacios para que el localismo de la
cultura no se vaya marchitando en su propio espacio y reproducción, más allá
del compromiso interno que pueda existir.
De igual manera, los actores estratégicos dentro
de la gestión cultural involucran a todos y todas los habitantes del territorio
que se vinculan a una identidad específica. Pero, con un mayor nivel de
especificidad la gestión pública es una de las primeras instancias encargadas
de potenciar las manifestaciones culturales ya que el manejo de los recursos
públicos debe atender esta área. Por otra parte, están los gestores culturales,
como tales, que se encuentran en espacios no gubernamentales pero también se
encargan de trabajar dentro de iniciativas culturales en temáticas más
específicas, a diferencia de los gobiernos públicos. No obstantes, un paso más
allá del trabajo del incentivo a las iniciativas culturales se encuentra el
cambio de perspectiva que debe apuntar a una revolución cultural donde estas
manifestaciones sean cuestionadas y, también, replanteadas desde la propia
población vinculada a cada cultura. La revolución cultural también implica
adquirir una mirada más integral de lo es cultura, sin generar desmedro a uno u
otro tipo, principalmente rescatando los aportes de los pueblos indígenas
originarios dentro de los cuales se puede hallar un mayor raigambre más allá de
los procesos por los cuales trascurre la cultura, día a día. Pero el debate
cultural es aún más complejo por lo cual la Revolución Cultural es un trabajo
continuo y permanente que no caiga en el anquilosamiento que se convierte en el
principio de la pérdida de las culturas.
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