Se dice que
cuando Chile invadió el territorio boliviano, 1879, el Presidente junto a
miembros de su gobierno de su época se encontraba celebrando el carnaval y que
solo hasta después de estas festividades se consideró en serio el problema en
esta parte de Bolivia. Con este antecedente se fue construyendo uno de los
periodos históricos del país que más secuelas han dejado en la población, pese
a que ya pasaron más de cien años desde ese momento. Así, recordamos la pérdida
del acceso al mar con esta carga histórica negativa y que afecta los
imaginarios vinculados a la identidad nacional de la cual no se separa un
reproche de lo que “se pudo evitar”. No obstante, con el paso del tiempo, la
versión del Presidente irresponsable y carnavalero ha sido desechada y se ha
comprobado que los acontecimientos fueron complejos y diferentes ya que la
tardanza de una respuesta ante la invasión fue por la falta de conexión y comunicación
con esa parte del país.
Pero el daño
está hecho y el sentimiento de culpa junto a varios otros permanece en nuestras
y nuestros habitantes, incluyendo niños y niñas en los cuales se reproduce de
manera irresponsable este tipo de hechos históricos equivocados donde se
incluye la construcción de enemigos inexistentes desde hace décadas atrás. El
caso es similar en el país vecino, donde se conoce que existe una educación que
llega a modificar la historia en favor de la permanencia de un tipo de pensamiento
que genera la subsistencia de un enemigo con el cual no hay nada pendiente
desde el tratado de 1904. Al igual que se ha estructurado este pensamiento
derrotista en torno al mar, esta carencia se ha transformado en un objetivo al
cual siempre se quiere volver, adscribiéndole incluso cualquier problema
interno que pueda tener Bolivia, en los casos extremos. Así la falta de una
salida soberana al Pacífico es una especie de muletilla a la cual se recurre en
ciertos momentos ya sea para bien o mal y que ha quedado como una herida
abierta que desangra a nuestro país.
Después de esta pérdida centenaria, el pasado 24
de septiembre, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en La Haya se declaró
competente para proseguir con la demanda que interpuso Bolivia contra Chile lo
cual ha desatado una serie de reacciones dentro ambos países y en diferentes
instancias. Primero, se debe considerar como un importante avance, y hasta
cierta victoria, para Bolivia que por lo menos influye en ese sentimiento
nacional devolviendo un espíritu de victoria en el imaginario colectivo,
alejándonos del complejo de inferioridad muy presente en varios sectores de la
población. El día en el cual la CIJ hizo pública su declaración, después de
haberse analizado los argumentos presentados por ambos países, se dieron las
primeras reacciones precedidas por una vigilia en la Plaza Murillo a la espera
de este resultado. La consideración de procedente a nuestra demanda resultó en
lágrimas y mucha emoción en los y las bolivianas como algo inmediato. No
obstante es importante considerar que este resultado es solo un paso inicial en
este largo proceso que se hará esperar mucho más para que, en caso de resultar
favorable hasta su conclusión, resultará con que Chile deberá negociar una
solución al problema marítimo con Bolivia lo cual no es un sinónimo directo del
retorno al mar con soberanía. Con este suceso los sectores políticos han
pretendido adscribirse a la situación generada, desde diferentes perspectivas y
con argumentos variados, pero teniendo como una constante el intento de lograr
réditos electorales, mucho más en tiempos preparatorios al referéndum de
febrero de 2016. Entonces, debemos concluir que con el resultado pasado emitido
por la CIJ, todavía, no hemos retornado al mar y deberemos esperar algún tiempo
más para lograr el objetivo; el tema marítimo no debe ser cooptado por ningún sector político para consagrarse en
una política de Estado, con el antecedente significativo de la participación de
ex presidentes en una misma causa. Por último, con la, denominada, victoria de
La Haya parece haber quedado en el olvido las afirmaciones tan peligrosas como
la del Presidente Daza festejando en plena invasión; pero a su vez el intento
de una solución diplomática en la CIJ deberá ser un nuevo mecanismo de entender
estos diferendos anulando la idea del enemigo que nos arrebató la salida al mar
hace más de cien años, porque es obvio que ya estamos en otros tiempos.
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