lunes, 12 de octubre de 2015

NIÑA Y MUJER

Como un homenaje a la poetisa Adela Zamudio el 11 de octubre se recuerda el Día de la Mujer Boliviana y nos encontramos en un nuevo momento para celebrar a esas personas que superan a la mitad de la población en nuestro país. No obstante es seguro que una simple fecha no sirve de mucho para que se considere un verdadero avance en cuanto al respeto por los derechos de las mujeres así como ir eliminando la violencia que se ejerce día a día sobre este grupo poblacional como uno de los más vulnerables a esta situación. Asimismo, si bien las fechas conmemorativas pueden ser pretextos para conversar, también son mecanismos que muestran la doble moral en la que seguimos viviendo y donde encubiertos en regalos y felicitaciones superficiales se sigue vulnerando sus derechos el resto de los días del año. Así, con una lucha permanente por muchas décadas, las mujeres vienen generando sus propios espacios en el marco de la construcción de una sociedad más equitativa donde se eliminen, de una vez, las cargas sociales sesgadas por el patriarcado y reproducciones machistas que nos mantienen en una sociedad llena de violencia y desigualdad que, a partir de la mujer, incide en otros miembros como ser niñas y niños.

11 de octubre, también se recuerda el Día Internacional de la Niña (fecha reconocida también en algunos municipios del país) que nos lanza otros aspectos dentro de esa misma sociedad que de por si vulnera los derechos de las mujeres lo cual se amplía aún más hacia las niñas. De esta manera, esta fecha debe ser más que un simple día de, supuesto, festejo y convertirse también en otra bandera de lucha para visibilizar la problemática que encierra a nuestras niñas como víctimas de un sistema que se reproduce sin mayor reflexión de hacia dónde estamos llevando a nuestras niñas, y niños. Aquí también interviene la violencia tan presente en todos los espacios, ya sean públicos y privados, donde están expuestas a todos los tipos desde el físico, psicológico, sexual y simbólico entre muchos otros lo cual debe ser una señal de alarma para todos y todas por ser corresponsables de la niñez en su conjunto. En este sentido, lo más aberrante resulta en que esta violencia es ejercida dentro del hogar que habría de considerarse como un espacio de seguridad y protección para niñas y niños.

En esta oportunidad cabe preguntarse de manera muy seria qué tipo de infancia estamos construyendo, ya sea, a partir de nuestros comportamientos cotidianos y [re]acciones hacia niñas y niños donde el ejercicio de la violencia es un común denominador como la única manera de educar y convivir con las nuevas generaciones de las que se espera, contradictoriamente, un cambio generacional. En nuestro país la niñez parece haber quedado como una de las poblaciones más ignoradas en todos los espacios donde la gestión pública no se queda exenta al existir muy pocas políticas de atención, partiendo del cuidado, que nos lleva a considerar que “no es un país para niños y niñas”. En este sentido hay muchas aristas por seguir reflexionando para generar una respuesta efectiva a la problemática que viven las familias en torno a una mejor vida en relación a niñas y niños. Pero debemos seguir en la lucha, más allá de las reivindicaciones de género donde solo las mujeres luchan por las mujeres, esta vez es deber también de los hombres sumarnos a esa lucha por una sociedad más equitativa que parta de un simple día libre de violencia hacia mujeres y niñas que puede significar un cambio progresivo desde lo individual a lo colectivo, seguido del cambio social el cual todos y todas deberíamos buscar. Celebrar el 11 de octubre no significa solo un día al año, sino que es el recordatorio casi obligatorio de que cada día es determinante para que comencemos a vernos y cuestionarnos qué tipo de actitud tenemos para con nuestras niñas-mujeres eliminando de forma progresiva o inmediata el pensamiento naturalizado, arcaico y retrógrada de convivir con violencia hacia las que pueden ser nuestras madres, hermanas o hijas, donde somos incapaces de practicar la empatía que nos convierta solo un poco más en humanos.

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