Ha
pasado una semana, desde el infausto momento en que la Corte Internacional de
Justicia de La Haya, por 12 votos contra 3, dijo que Chile no contrajo la
obligación legal de recoger un acceso soberano al Océano Pacífico para Bolivia
con un resultado negativo a nuestro país. Así, este fallo, para nuestra
población llegó como un revés inesperado que afecto gran parte de nuestra
autoestima y el anhelo romántico del retorno al mar que se había presentado con
gran expectativa mediante esta demanda establecida por el gobierno boliviano.
Pasaron cinco años, desde el 2013, a la espera de este resultado que había sido
esperado con ansias como una de las posibilidades más sugerentes de los últimos
tiempos y una decisión política asumida por el actual gobierno. Ante toda esta
situación los argumentos y alegatos presentados por nuestras y nuestros
representantes parecen no haber cumplido con lo exigido por la Corte, que según
algunos tuvo un actuar conservador. Semana después, el balde de agua fría ha
pasado y se trata de hablar del futuro, obviamente revisando y reflexionando el
pasado, para identificar las maneras de encarar el provenir, reconociendo,
primero que no fue la primera ni la última vez que levantamos esta bandera de
reivindicación.
En
este marco, recordamos la primera demanda que Bolivia hizo ante la injusticia
del Tratado de Paz suscrito con Chile en 1904. Entonces nos remontamos hasta
1919 donde se aprueba el Pacto de la Sociedad de las Naciones, luego de la
conclusión de la Primera Guerra Mundial. En ese contexto, apenas un año
después, una comisión boliviana presidida por Félix Avelino Aramayo e integrado
por Franz Tamayo y Froilán Zambrana, no obstante en medio de pugnas y
contradicciones no se logró concretar dicha demanda, la cual quedó postergada
por un año. “Las demandas de Ginebra”, así titula Alfonso Crespo (en el libro
“Los Aramayo de Chichas”) al capítulo donde se aborda este sugerente primer
intento para nuestro retorno al mar, apelando al Artículo 19 del Pacto de la
Sociedad de las Naciones de la nobel Liga de las Naciones. Así, en el año
siguiente las contradicciones fueron aumentando y en 1921 una nueva comisión
donde se encontraba Carlos Víctor Aramayo y Demetrio Canelas. Pese a las
observaciones hechas se continuó con la demanda, bajo una orden desde
Cancillería el 21 de agosto de 1921, hecho que fue asumido por Aramayo en
defensa de los argumentos bolivianos en idioma inglés que fue bien valorado por
la prensa europea, ubicados en Ginebra Suiza. Asimismo, Aramayo gestionó el
apoyo de delegaciones como Brasil, China, Rumania, España, Gran Bretaña, Canadá
y Bélgica. Poco tiempo después, los delegados presentaban el informe donde, en palabras
de Alfonso Crespo, “en buen romance, la demanda era rechazada” donde se
destacaron la palabra inadmisible. Así, con otros episodios más, el autor de
“Los Aramayo de Chichas”, culminaría el mencionado capítulo con las siguientes
palabras: “Uno de los muchos episodios en ese rosario de frustraciones que es
anhelo boliviano de volver al mar”; que con seguridad es un sentimiento actual
y vigente que deberá permanecer latente.
Han
pasado siete días, y la agenda de coyuntura es otra. El fatalismo del fallo de
La Haya y la imagen del Presidente arropado por cuatro ex presidentes parecería
que se ha olvidado, al mejor estilo de la memoria corta de nuestra población.
Ahora nos concentramos en la oficialización de candidatura del ex vocero de la
demanda marítima y ex Presidente Carlos Mesa quien extrañamente aparece en las
filas del Frente Revolucionario de Izquierda, lo cual nos produce aún más
interrogantes. La agenda se va direccionando hacia las elecciones generales del
próximo año, en medio de slogans como los del 21 de febrero que no tienen ni
programa ni propuesta de país. Mientras tanto la “ciudadanía” se mueve al son
de una sociedad del meme, con alarmante superficialidad en la capacidad de
análisis y sentido crítico. En este marco, es seguro que el tema del mar estará
contemplado entre las propuestas político electorales y deberemos esperar los
derroteros a seguir en ese cometido. El tema del mar debe dejar su sentido
romántico, patriotero y chauvinista para evaluar en prudente medida para
considerar el futuro del país vinculado al enclaustramiento marítimo como
obstáculo de desarrollo. Con seguridad que se tendrá nuevas alternativas; no
fue la primera ni la última vez que se pretende recuperar el acceso al mar con
soberanía, así como lo hizo la delegación de 1920 en Ginebra-Suiza, otro país
mediterráneo que es puntal de desarrollo con todas sus características
geográficas territoriales en el viejo continente.
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